La "tía Ana" cumple cien años


Como ha sido recientemente el día de la Mujer y en muchos lugares se han celebrado “Semanas en su honor” voy a recordar a una señora a la que yo conocí siendo un niño y a la que todos en el pueblo llamaban “la Tía Ana”. Siempre iba acompañada por un pequeño perrito y una canasta de mimbre en la que llevaba mantas, colchas o cuberterías que rifaba y que ella misma bordaba, andaba muy erguida, casi tiesa y con temperamento. Se trataba de una mujer muy querida en Villanueva y todo el mundo la respetaba. Era muy mayor, vivía sola, era viuda y sin hijos y fue llevada a una Residencia para ancianos, entre otras razones porque la vivienda que habitaba se inundó en una tormenta, allí cumplió cien años.
Hace poco encontré un recorte de periódico donde se hacían eco de este evento y con ese motivo le hacían una entrevista, era en el Heraldo de Aragón del 25 de julio de 1985 y su onomástica se celebraba al día siguiente, Santa Ana. En realidad se llamaba Ana Íñiguez y había nacido en la localidad navarra de Valtierra. Se quedó huérfana de niña y con diez años se vino a Zaragoza. Sus hermanas mayores, que ya vivían aquí, la llevaron a las Oblatas como protegida, allí estuvo hasta los 23 años y allí aprendió todo tipo de labores, bordados, punto y también a leer, «para que conociera los santos y la Biblia» y a escribir, «solo lo necesario para defenderme, porque más no me convenía dice». Se planteó meterse monja pero al no tener dinero, solo podía llegar a lega, ante esta propuesta su hermana le dijo «para fregar aquí gratis, sales a servir a la calle» y ahí terminó la vocación del convento.
Se casó a los 26 años en la iglesia de Santa Engracia de Zaragoza y, con su marido, se vino a vivir a Villanueva de Gállego, donde era agricultor y a quien ayudaba en las faenas del campo, ya entonces comenzó a coser «lo que la gente me pedía» y centenaria seguía cosiendo «no me hacen falta gafas para enhebrar un aguja» presumía en la entrevista.
Lo cierto es que tenía mucha desenvoltura y sabía tratar bien a la gente, en la entrevista presumía de estar un poco sorda «cuando quiero; pero oigo lo que me conviene». Presumía de no haber estado enferma nunca, para ella era importante «vivir su vida y dejar vivir; me gusta la gente, pero sin profundizar. Así no riño y no tengo problemas. Voy siempre sola, que es como mejor se está; de esta manera no hay quejas de nadie». El periodista le pide un consejo para estar tan bien a esa edad, en un estado de salud perfecto: «No hay que hacer caso de nada y comer lo que se quiera, lo que a uno le apetezca. Además Dios me conserva así porque he sido buena y no he abusado de los negocios». Se levantaba a las nueve y tras desayunar se retiraba a su cuarto «que me lo hago yo». Después de comer no duerme siesta «porque si no por la noche solo se ven apariciones. A veces veo la televisión, pero no todo. También me gusta el vídeo (una novedad en esa época) y prefiero las películas picantes que las de muertes. Otras veces paseo, bien hasta Movera, Pastriz o a las orillas del Ebro».
El día de su centenario la Rondalla de Villanueva le acompañó con una misa baturra y mucha gente del pueblo participó en una comida homenaje, incluso le vistieron de baturra. La Tía Ana se despidió “hasta los 110 años”.

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