Cortesías y dance de Grisel (Zaragoza)


Una vez más, el Centro de EstudiosBorjanos ha tenido a bien publicarme algunas fotos que le envié, en esta ocasión con motivo de la celebración de las Cortesías y Dance en Grisel. Una pequeña localidad zaragozana, a escasos kilómetros de Tarazona y que no llega a los 100 vecinos empadronados pero que conserva una de las manifestaciones populares más bonitas de Aragón; como es el dance y las cortesías. Un rito que hunde sus raíces al menos en el siglo XVI.

 

A unos 3 kilómetros de Grisel se encontraba el poblado de Samangos, que era propiedad de los Pérez-Calvillo una importante familia turiasonense entre los que destacan algún obispo local. Mientras que el dueño de Grisel era el Cabildo catedralicio al menos desde 1351. En Samangos, como en Grisel la población era morisca o mudéjar en su mayoría. Parece ser que las condiciones de vida en Samangos no eran muy fáciles así que el poblado fue despoblándose por sus habitantes en varias ocasiones, yéndose estos a vivir a Grisel. Esta medida no gustaba nada al Cabildo de Tarazona, quienes ordenaban “... con todo rigor vuelban los vezinos de Samangos que tienen hacienda de quiñon a vivir en el lugar…”. En estas idas y venidas se produjo la expulsión de los moriscos en 1610. De Samangos según el censo ordenado para el destierro salieron ese 16 de agosto de 1610 unos 40 moriscos, que habitaban 8 casas, quedando así el poblado totalmente deshabitado. Tras esete acontecimiento, el Cabildo asumió rápidamente la repoblación de Samangos conjuntamente con Grisel con cristianos viejos de otros lugares. Pero la historia volvió a repetirse y los de Samangos preferían vivir en Grisel y no donde les había tocado en suerte hasta que por fin, el Cabildo turiasonense cedió y dejó que sus vasallos vivieran en el pueblo de al lado. Hoy el único resto que queda de aquel poblado de Samangos es su Ermita, donde acuden los de Grisel cada 23 de abril en procesión, para conmemorar una tradición inmemorial.

Resulta que en una de estas idas y venidas corría el año 1596, una vez más los moriscos de Samangos se habían venido a Grisel y una vez más, el Cabildo catedralicio de nuevo les ordenaba volver a sus tierras, poniendo como tope para hacerlo el día 23 de abril de ese año. En ese día, los griseleros les dieron a los de Samangos pan y vino (los moriscos en principio no podían beber alcohol) con que acompañar la primera comida, saludándose unos y otros en el camino mientras estaban a la vista. Desde entonces cada 23 de abril, festividad de San Jorge y patrón de Grisel, se va en romería a la ermita de Samangos, donde después de oír la Santa Misa se trae en procesión a la Virgen de las Mercedes, recorriendo los caminos que llevan a Grisel hasta llegar al alto del calvario, cercano al pueblo. Desde la iglesia de Grisel, ha salido otra procesión con la Virgen de la Huerta (que es la patrona de Tarazona). Las comitivas se encuentran a la altura del “juego” y a la salida del pueblo, los abanderados que presiden ambas procesiones se saludan con la bandera y el pendón, realizando las llamadas “cortesías” tras el cruce de ambas imágenes, la virgen de la Huerta cede el paso a la de la Merced y el saludo de los sacerdotes que las acompañan a unos y otros. Al son del pasacalles del dance de Grisel que pasa a encabezar la comitiva, llegan a la plaza donde ante todo el pueblo reunido y con las peanas portando ambas vírgenes presentes, en la puerta de la iglesia, repiten las mencionadas “cortesías” que tanto llaman la atención a quien acude por primera vez a Grisel este día. A continuación se representa el dance y el paloteado y posteriormente, tras entrar las imágenes en el templo parroquial, se organiza una nueva procesión hasta el Ayuntamiento donde se reparte la tradicional “culeca” y se entrega un litro de vino a cada vecino, en recuerdo del que dieron los griseleros a sus vecinos de Samangos hace quinientos años.

 

Según cuenta la página de la asociación cultural la Diezma. Hasta hace unos años, a mitad camino de vuelta de la ermita, el alguacil pasaba lista a los vecinos que habían ido a oír misa y luego una vez en el pueblo, solamente estos tenían derecho al litro de vino, salvedad hecha de las viudas y los enfermos. Los más pequeños acudían a misa con la “culeca” torta hecha de pan dulce con un huevo duro en el centro donde, tras ser bendecidas eran repartidas entre toda la familia. Aquel día la comida era especial y por la tarde se bailaba en la plaza donde se daba de beber vino de una “tineta” esta vez sí, a todo el que lo deseaba.

Durante casi toda la segunda mitad del siglo XX el dance no se representó, fue en la última década del siglo cuando la asociación cultural la Diezma comenzó con la labor de recuperación, unos preparativos que no vieron su feliz culminación hasta 2006, año en que pudo volverse a ver completo el dance y paloteado en honor a San Jorge, parece que contribuyó en esta recuperación no solo la asociación, la Diezma, sino también el interés de los vecinos que aprovechaban la circunstancia de que San Jorge era festivo para poder volver a su pueblo, una localidad que apenas llega al centenar de habitantes en la actualidad. El dance de Grisel es de los llamados “pastorada” con Mayoral, Rabadán, Ángel, Diablo, Cipotegato, y ocho danzantes, llamados paloteadores. Para su recuperación tanto de la música como de las mudanzas se contó con la colaboración de varios de los músicos y paloteadores que lo hicieron por última vez en 1958. Se confeccionaron todos los trajes e indumentarias según los modelos que aparecen en las fotografías que se conservan de los Dances celebrados en 1917, 1927 y 1958 y que son muy vistosos. También para los textos se emplearon manuscritos antiguos escritos por D. Sancho Bailo Tejero, el más antiguo de ellos fechado en 1898. Se volvió a representar completo los años 2007 y 2008 y ha estado presente en la Ofrenda de Flores para el Pilar en Zaragoza, en Expo Zaragoza 2008 así como en numerosos encuentros de dances. En 2009 Ramón Alcaine Baquedano y Manuel Lozano Magallón presentaron el libro “El Dance de Grisel”. Obra en la que se recopila toda la información que sobre el Dance se encontró durante el proceso de recuperación: fotografías, textos, músicas, etc..., junto a la descripción de la indumentaria y accesorios, las mudanzas, actuaciones y textos recientes, partituras musicales, etc., acompañado de casi doscientas fotografías que hacen al libro muy visual; una obra hecha con mucho esfuerzo y cariño por sus autores, con la esperanza de que el Dance continúe vivo. Según contó el mayoral en esta última representación, el Dance sobrevive a duras penas y que este año se habían retirado cinco integrantes de vez, algo que en un pueblo del tamaño de Grisel es importante pero, afortunadamente han podido salir gracias a una familia que se ha apuntado, hice una foto de una de estas familias en las que participan el matrimonio y los hijos. Me llevé la impresión de que el dance de Grisel es uno de los más auténticos en el somontano del Moncayo, no solo por las mudanzas, que tan solo interpretaron un par y el pasacalles, sino por la vestimenta y la representación.


Otra cosa que me llamó la atención fueron las “culecas” que tienen una forma curiosa, con un agujero en uno de los extremos de la torta. Me da la impresión que este agujero tenía en tiempos una función práctica. Me da la impresión que estas culecas se hacían una en cada casa y que un “mayordomo” recorría el pueblo con un enorme palo en el que se introducían las tortas por el agujero al palo que las sujetaba, de esta manera se llevaban después a la iglesia donde se bendecían y luego se repartían.


























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