Miré los muros de Peñalcázar (Soria)


Peñalcázar es una muela caliza callada que no muda, situada en el campo de Gómara (Soria). En su meseta guarda las ruinas de un lugar y en sus entrañas cuevas de plata. Peñalcázar es castellana pero hace muga con Aragón, cerca del camino real que va de Calatayud camino de Soria. Se trata de una fortaleza natural a la que tan solo puede llegarse por un collado que enlaza con otra sierra, la de Quiñonería. Por allí pasaron celtíberos, numantinos, romanos y se dice que hasta el Cid Campeador. Testigo de este pasado militar son los restos de almenas que todavía se conservan a la entrada del pueblo, así como las armas, sepulcros y otros objetos descubiertos en el emplazamiento de la actual pequeña población que se llama originalmente “de la Peña”. El Espasa Calpe dice de ella que en 1910 contaba con 163 vecinos de derecho y 150 de hecho y que se componía de las entidades de población de Peñalcázar con 91 edificios, la colonia agrícola de Santa Bárbara con 26 edificios y 46 edificios en grupos inferiores diseminados. Pertenece al partido Judicial de Soria, diócesis de Osma y está situada cerca de la localidad de Miñana. Sigue describiendo el Diccionario Ilustrado que su terrero es en parte quebrado y en parte llano; produciendo cereales, hortalizas, etc. y que posee minas de plata y plomo. Existen dos grandes cuevas; la de las Brujas y la de Viñadar que parece ser estuvieron habitadas en tiempos remotos, según lo atestiguan los numerosísimos e interesantes fósiles y osamentas hallados en esos lugares. Invitando a que se investiguen con el fin de encontrar posibles restos prehistóricos. Destaca que las cuevas “tienen la natural y bellísima decoración de estalactitas”. Se dice que la población estuvo murada toda ella con dos entradas cerradas a su vez con sendas puertas de hierro, que eran formidables. Madoz destaca que el lugar posee buena ventilación, con un clima sano. A mediados del siglo XIX poseía una escuela de instrucción primaria, una parroquia bajo la advocación de San Miguel, una iglesia del siglo XV y que nos vuelve a hablar de un pasado castrense y fronterizo. De esta iglesia tan solo quedan hoy día en pie los restos de su cabecera, el muro que cierra la nave central y la zona del coro, donde se encuentra su torre campanario y un torreoncillo cilíndrico que me recordó a los que existen en muchas localidades navarras, no obstante Peñalcázar perteneció al reino de Navarra a mediados del siglo XV. «La población confina al norte con Quiñonería, al este Carabantes, al sur con la Alameda y al oeste con Miñana». Dentro de su término municipal había tres ermitas y una fuente con abundantes y buenas aguas. «El terreno de que participa es de regular calidad y comprende un monte poblado de encinas, produce cereales, legumbres, leñas de combustible y pastos con los que se mantiene el ganado lanar y las yuntas necesarias para la labor eminentemente agrícola. El correo se recibe y despacha en la cabecera del partido por un baligero que pagan varios pueblos». En tiempos de Madoz había 65 vecinos y 266 almas.



Hoy día Peñalcázar es una localidad en ruinas. Este curioso despoblado medieval se encuentra asentado sobre una muela denominada La Peña. Se alza a más de 100 metros de altura sobre la carretera o pista asfaltada que va a la Alameda y 1.212 metros sobre el nivel del mar. Se accede a la muela por un camino “engalachado” (según nos dijo un lugareño, es decir con grietas producidas por el agua que se abarranca ) que al llegar a una fuente, gira bruscamente a la derecha subiendo una cuesta empinada que llega casi hasta la base de la muela. Desde aquí se accede a una plataforma donde se aprecia la antigua fortificación de Peñalcázar, que se postra vigorosa y espléndida sobre los parajes sorianos que inundan la planicie hasta donde alcanza nuestra vista. Desde este lugar se puede apreciar perfectamente el Moncayo en su cara sur, la sierra de la Virgen en Aragón y muchos paisajes de esta zona soriana.

 

Según el blog Pueblos del olvido. “Peñalcázar fue una ciudad celtíbera y luego romana que se dio a conocer como Centóbriga o Celtíbriga. En la fortaleza de Al-qasr se ha querido ver la sangrienta batalla entre las tropas del Cid Campeador y los tres mil hombres enviados desde Valencia por el rey árabe Tamin, para así recuperar la fortaleza conquistada por el Cid días atrás en una batalla que duró 105 días. Algunas personas sitúan el histórico pueblo de Alcocer en Peñalcázar. Quizás esta plaza también tuvo su importancia durante la “Guerra de los dos Pedros” a mediados del siglo XIV. Lo que está constatado es que los aragoneses “tomaron el control de la majestuosa peña durante la Guerra de Sucesión en 1706 y cien años después, los franceses también intentaron tomar el enclave defensivo durante la Guerra de la Independencia, esto sucedió en 1810”.

 


Prosiguiendo con lo dicho en el referido blog: “El declive de Peñalcázar se cierne sobre sus últimos y solitarios habitantes”. Por lo que he podido leer « pasó de tener 266 habitantes en 1848 a tan sólo 6 vecinos cien años después: Por entonces se decía que era el Municipio con menor número de habitantes censados de toda España». Se abandonaron las minas de plata y de plomo tras la explotación por una sucesión de empresas que intentaban sobrevivir de lo que proporciona la madre tierra, las minas de Peñalcázar cerraron y la prosperidad del pueblo comenzó a ser una ilusión, en la década de los años 60 del siglo XX el lugar fue abandonado definitivamente.

 


Hoy día Peñalcázar sobrevive gracias a los recuerdos y a las visitas fugaces. En la actualidad apenas pueden observarse algunos restos de los muros que en su día fue un caserío en un extremo de la muela en el otro, mirando hacia Aragón y en la soledad que produce la extensa meseta, quedan las ruinas de una ermita construida en el siglo XVIII. Es curioso el aviso que circula en las redes sociales para “saqueadores y ladrones en general”: «no se molesten en ir, pues ya no queda nada que robar (por no quedar no quedan ni las lápidas del cementerio)». En este milenario despoblado ancestral pueden sentirse de manera especial una mezcla de sentimientos cruzados; tristeza, melancolía, olvido, ilusión, historia, guerra, paz, viendo sus ruinas me vinieron a la memoria estos versos de Antonio Machado sobre los campos de Castilla:


“con su castillo guerrero

Arruinado, pero altanero;

con sus murallas roídas

con sus casas denegridas!

¡Muerta ciudad de señores

soldados y cazadores;

de portales con escudos

de cien linajes seguidos”





















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