Hace poco me recordaron una leyenda sobre
Villanueva, que yo había escuchado hace muchos años y que pensaba olvidada o al
menos perdida, así que hoy la voy a rescatar. Una historia sobre la Luna Llena
y la Torre Vieja. Antiguamente los agricultores solían aprovechar durante
verano, las horas nocturnas para realizar algunas faenas del campo; como regar,
recoger verduras, o lo que fuera necesario, incluso hoy día se hace así, el
caso es que la huerta estaba bastante animada y concurrida por las noches y
sobre todo en las de Luna llena porque la visibilidad era mucho mejor.
En cierta ocasión uno de estos labradores se
encontraba en su huerto, en una de esta noches de plenilunio, el lugar estaba
muy próximo al casco urbano del pueblo y por tanto del campanario cuando observó,
que una sombra alargada se acercaba tras de él, el hombre se volvió asustado y
la vio pasar de largo, pensó que sería algún vecino que por el próximo camino
del Prado se dirigía a su finca, pero no había nadie. Siguió con su trabajo y
la sombra volvió a pasar, el hombre comenzó a preocuparse, que podría ser o lo
que era peor, ¿quién era?, gritó, pero no contentó nadie, todavía circulaban
por Villanueva historias de bandoleros y forajidos que aprovechan la noche para
realizar sus fechorías. Dejo el huerto y se volvió a casa, allí contó a su
mujer lo que había sucedido y ambos decidieron que, a la noche siguiente le
acompañara uno de sus hijos, y así fue.
Padre e hijo se encontraban a eso de la media noche
de nuevo en el huerto, cuando la sombra volvió a aparecer, el niño se dio cuenta
entonces de que en la torre de la iglesia había una especie de sombras o luces
que se movían, lo advirtió a su padre y este volvió la cabeza, pero no vio nada
ni a nadie, pensó que sería cosas del chiquillo. A la noche siguiente toda la
familia estaba en el huerto y efectivamente pudieron observar como desde la
torre, un fantasma de movía por entre las arcadas del piso superior, donde se
encontraban las campanas, lugar desde el que partía una enorme luz y una sombra
que se proyectaba en la huerta, aprovechando los rayos de la Luna. El
matrimonio se quedó aterrorizado ante aquella visión, corriendo volvieron a
casa y en su camino se encontraron con otros vecinos que también habían visto
lo mismo, todos habían oído que debajo de la torre se encontraba el viejo
cementerio del pueblo y que en él, se encontraban enterrados muchas víctimas de
cuando la Guerra de Independencia, que sería aquella visión, un soldado francés
que vagaba por la torre o ¿vete a saber qué?
Poco a poco la noticia fue trascendiendo entre la
población, se lo comentaron al cura, pero éste no hizo mucho caso, serían
visiones y a veces ya se sabe, ¡la gente exagera!, pero ¿tantos haber visto los
mismo? Las fuerzas vivas tampoco hicieron mucho caso, ¿vete a saber? Además si
corría ese bulo, durante una temporada la gente se pensaría eso de andar en las
noches por la huerta, tampoco estaba mal que de vez en cuando apareciera un
fantasma que tuviera un poco atemorizados a los vecinos y así se evitarían
algunas cosas.
Cambio la fase lunar y el espectro desapareció,
pero con la llegada de la nueva Luna llena el genio de la torre reapareció, la
gente volvía de nuevo a estar preocupada y asustada, ¿qué era aquello? Había que
subir a la torre pero ¿quién se atrevía? Además ¿Había que pedirle la llave al
cura o al sacristán? Así como así no se podía entrar en aquel recinto, además
nadie había visto ni entrar ni salir a nadie. El caso es que la población se
encontraba cada vez más soliviantada, preocupada y asustada, ¡¡había que hacer
algo!! Una noche de Luna llena el fantasma de la torre volvió a aparecer entre
los amplios vanos que dan a la huerta, comenzó a hacer sus evoluciones y a
asustar de la gente que había a esas horas en el campo, como de costumbre, lo
cierto es que ya se había convertido casi en un entretenimiento nocturno, una
afición, unos por morbo, otros por curiosidad, el caso es que de repente
¡¡¡pummm! se escuchó un disparo. La detonación se pudo oír claramente propagada
por el silencio de la noche, acto seguido la visión desapareció. La siguiente
madrugada, que era también plenilunio, el fantasma no volvió a la torre, ni la siguiente,
ni la otra. El espectáculo había terminado y aquello había quedado en un recuerdo.
Nadie sabe que fue aquello, unos dicen que si era
el cura, quien por cierto poco después del incidente apareció con una leve
cojera en una pierna. Otros que el sacristán, que había colgado una sábana
entre los ventanales de la torre y que con una vela corría tras de ellos,
proyectando las imágenes en el exterior. Hay quien asegura que fue el médico,
un maestro o vete a saber quién. Quizás un francés de los de la francesada, que
tenían muy mala leche, lo cierto es que en las noches de Luna Llena, la torre
vieja sigue imponiendo.