He recibido esta carta que dirige un
exalumno al hermano Gabilondo. La reproduzco entera porque yo mismo la podría
haber escrito y seguramente, no mejor como la hace quien la escribe y por tanto
la suscribo y aun podría añadir cosas; como ver a un hermano corazonista pegar
una bofetada a un niño de cinco años por haber tirado medio donut a la
papelera. Aquel cura nos hizo formar en el patio a todos los internos, éramos
unos trescientos entre ellos su hermano mayor. Todavía recuerdo a aquel cura
que casi cuatriplicaba en tamaño y envergadura a un pobre niño de cinco o seis
años, cuyo padre lo dejó interno porque era representante, estaba viudo y no
tenía a nadie con quien dejar a sus hijos y los metió internos, por si la cosa
fuera leve, recuerdo que al día siguiente nos daban las vacaciones de verano,
ni siquiera un día antes de darnos vacaciones nos dejaban respirar tranquilos.
De Ángel Gabilondo sé que estuvo en
el colegio que Corazonistas tiene en la calle Alfonso XII de Madrid, pero hacia
horas extras en el colegio de la Granja de San Ildefonso en Segovia, donde
pasaba los veranos controlando a todos los malos estudiantes o rebeldes que
eran enviados a “Benidorm” como decía un colega suyo de imborrable recuerdo en
Zaragoza, quizás ahí sería conocido por “Cromañón” como le llamaban por las “hostias”
que pegaba. También me enteré por la prensa de que es coautor de un catecismo
junto con otros hermanos que eran muy famosos en el colegio de Zaragoza y que
como él, “colgaron los hábitos” a finales de los setenta, después de haberse
sacado la carrera siendo hermanos. Por cierto aunque les decíamos “curas” son
hermanos, ya que no tienen la categoría eclesial suficiente para decir misa. A todos
estos les vino muy mal la reforma de Villar Palasí de la EGB ya que para ser
profesor de secundaria era necesario estar licenciados y en el seminario de
Alsasua (que también tiene narices la cosa) les preparaban del bachiller que
entonces les capacitabas para dar clases como maestro, razón por la cual muchos
hermanos tuvieron que cursar estudios universitarios, yo llegué a conocer
hermanos que se preparaban los apuntes de la Universidad en clase y sin ningún
rubor, por supuesto para sacarse una carrera a costa de la comunidad educativa que les amparaba, un dinero que salía de los bolsillos de nuestros padres que se mataban de trabajar para que recibiéramos una buena educación y lo único que recibíamos eran tortas y castigos, mientras algunos se labraban un porvenir, hace falta ser jetas.
Mientras escribo esto, en el grupo de
wasup que tengo con los compañeros de
Coras me dicen que sí, que estuvo en Zaragoza. Recuerdo un hermano Ángel que
estuvo una temporada, no mucho tiempo, había venido de apoyo o para reforzar
clases, tenía fama de ser muy pogre,
muy bueno y no castigaba ni pegaba, era Ángel Gabilondo. La fama le debió
llegar a los oídos y necesitaba una víctima para dar a entender que también él
tenía carácter. La víctima fui yo: me sacó a la pizarra y me preguntó algo, lo
que le respondí no le debió de gustar, se levantó de la mesa y todavía recuerdo
la escena, se abalanzó sobre mí y me pegó dos hostias que me tiró al suelo, mis
compañeros se quedaron mudos, nadie pudo reaccionar. Eras tú Ángel Gabilondo, te
pierdes que no vivo en Madrid sino votaba a VOX, espero que no te vote ni la
portera. Me das asco cuando sales por la tele hablando como un “frailuco”
desfasado y trasnochado, eres más demagogo que Pablo Iglesias lo que pasa es
que tú, lo disfrazas con mucho empaque, pero eres igual. No te guardo rencor,
pero me das lástima pero por suerte o por desgracia, el pasado siempre vuelve y tu tienes un pasado que abruma todo tu presente.
Carta de un ex-alumno a Ángel Gabilondo, es larga pero merece la pena
leerla:
VOLVIÓ A LEER EL HERMANO GABILONDO
Hermano Gabi:
Así te llamábamos los alumnos del
Colegio Sagrado Corazón de Jesús de la calle Alfonso XIII de Madrid, allá por
los años 1971 a 1973, cuando tú nos impartías historia del arte y nos veíamos
obligados a soportar tus exposiciones.
Marcabas tendencia, luciendo una
estudiada melenita rubia y con frecuencia, dejabas asomar una camisa rosa por
encima del alzacuellos que llevabas siempre abierto, en aquella sotana impoluta
que destacaba frente a las batas y hábitos zarrapastrosos de muchos de tus
compañeros de congregación: los Hermanos Corazonistas. Hasta las alumnas del
cercano colegio Santa Catalina de Siena, te miraban suspirando, algo que a ti
no te pasaba por alto y que hacía aumentar tu ego y, desde luego, tu total
ausencia de humildad, algo que se te debería suponer como cura ¡PORQUE ERAS
CURA! o “hermano”, da igual,
Con notable distancia, nos ilustrabas
en tus enseñanzas frente a nuestras cabezas rellenas de no se sabía qué. En
aquel entonces, mientras te escuchabas hablando con deliberada pausa, nos aleccionabas
sobre la supremacía de la raza vasca a la que perteneces, con una voz muy
engolada y estudiada. Porque de todo, menos espontáneo.
Y así sigues.
Tampoco sabías estimularnos o
incentivarnos para aprender algo de aquellos “plomazos” a los que nos sometías.
Pasé inadvertido porque en el colegio
no debías destacar ni por brillante -a lo que este servidor no alcanzaba -ni
por zoquete. Tú llegaste a tenerme un cierto enchufe porque jugaba al balonmano
y a veces nos entrenabas, no daba guerra en clase e iba pasando los exámenes
sin llamativas calificaciones, pero sin tropiezos.
También me vienen a la memoria -o
mejor, no se me borran -algunos episodios menos insípidos, entre los que
destaca aquella paliza soberbia, rabiosa y abusona que le propinaste en plena
clase al díscolo "S" (inicial de su apellido) que hacía gala de ser
el graciosillo y el chulito, aunque tenía facultades para ser un buen alumno.
En todo caso, un chaval de 13 o 14 años, al que doblabas en envergadura y que,
además, no se podía defender por tu sotana y su más que posible expulsión.
Y nos obligaste a presenciarlo al
resto de los 50 alumnos que integrábamos el aula.
Pero “S” te había mirado mal al
reprenderle y eso, para alguien de bien como tú y tras haber hecho tus votos,
no se podía soportar. La soberbia, ante todo, ante el crucifijo si era
necesario.
Fue tal la lluvia de golpes que
descargarte contra él, con la mano abierta y el puño cerrado, que hasta cayó al
suelo aturdido-mientras con un hilo de voz sólo decía “hermano, por favor”-
donde tú seguiste el golpeo con los ojos desorbitados, babeante de rabia.
Técnica esta, la de las palizas hasta besar el suelo, que a pesar de ser
utilizadas con profusión por algunos de tus hermanos de congregación, es de las
que más se me quedaron grabadas, junto a otra similar en tercer curso de
bachiller -cuando estudiábamos en la calle Claudio Coello -que protagonizó, con
tus mismas "nobleza y dedicación", el hermano R. C. contra J. D. o
algunas especiales del hermano "Pingüino"- un enfermo mental- o del
Moisés "Dos Caras", otro perturbado.
Tú te ensañaste con el alumno y lo
humillaste hasta el infinito, volcando la frustración de ser un cura sin
vocación -el tiempo ha dado la razón -al que le daban asco aquellos ignorantes,
el colegio y hasta la propia sotana que te encerraba y que con tanta coquetería
exhibías.
Claro está, nadie se lo contaba a sus
padres, porque eso era de afeminados.
Pues de eso, eso tan edificante, no
hay nada en las redes. Ni de los otros muchos episodios violentos contra los
que no llegaban ni a adolescentes. Y hasta leo pasajes jocosos de tu vida
docente ¡hay que ver cómo funciona la censura hoy en día!
Entonces te las dabas de cultísimo y
nos citabas autores extranjeros con alguna frase impactante que a nosotros, a
esa edad, nos importaban un pimiento e hiciste carrera en la educación,
llegando a ser catedrático, rector, ministro ¡TOMA YA!
Estabas muy por encima y nos lo
hacías saber de muchas maneras y esa era una: el guantazo y otra, el desprecio:
“eso no llegas a entenderlo” “vuestra inteligencia no da para más”, y frases
simpáticas de igual calado, acentuando tu prognatismo y con gesto de
suficiencia.
Estábamos tan abducidos, que algunos
opinaron que "S" se lo merecía por la chulería con que te había
mirado. Hasta ese punto teníamos el seso sorbido por tu santa violencia. Y
llegábamos a ver, con cierta naturalidad, que te mofaras, entre dientes, de las
gorduras de un alumno con obesidad mórbida cuyo apellido empezaba por “H”.
Supongo que ahora, de tal incidente
ante 49 testigos más la víctima, no te acordarás -aunque los dos y muchos más,
sabemos que sí lo recuerdas como otros tantos episodios de tu “Ira Santa” y de
tu chulería ilimitada. Es posible que le eches la culpa a todas aquellas
instituciones que ahora críticas con ardor y de las que dirás que eras
prisionero. Aunque solo eras reo de tu personalidad violenta.
Pero erais vosotros, los rebotados,
los docentes insatisfechos - y los que estáis ahora haciendo política- los que
creabais ese clima y denostabais a muchos Hermanos Corazonistas admirables por
su vocación de entrega y su dedicación.
En la actualidad, después de los
años, eres el “León de la Asamblea de Madrid”. León, porque lo lees todo,
cuando tus intervenciones, tus "homilías" soporíferas siempre las
pronuncias leyendo un papelito sin despegar la vista de él ni un segundo.
No puedes ni emplear la décima parte
de memoria que nos exigías para hablar del Jónico y el Dórico, allá por 1972.
Hace unos meses, te vi en la Asamblea
de Madrid, recriminando a la Presidente con un textual "¡BASTA YA DE
ASPAVIENTOS… CUMPLA LA LEY!", levantando la voz más de lo normal, lo que
me sorprendió dado tu habitual tono monótono.
¡Impactante, soberbio! ¡Qué oratoria!
¡Qué facilidad de palabra parlamentaria, qué dialéctica!
Pero no, tampoco en ese momento en el
que te debías mostrar airado y espontáneo, materializando, sin guión, tu cabreo
(con 7 palabras) fuiste capaz de despegar la vista del papelito. Un “BASTA YA” leído. Con eso lo has bordado. Un
auténtico “León”.
Todo menos espontaneidad, como cuando
pertenecías al clero.
De tu candidatura a la Presidencia de
la Comunidad, más vale no hablar, porque te veo leyendo hasta el “buenos días
señorías”, sin perjuicio de que lo que prometes en campaña no se lo cree ni uno
de aquellos chavales que te teníamos que escuchar hace 50 años y que te
teníamos muy “calado”. Lo de “soso”, como te llaman, se queda corto. Por supuesto
que eres soso, aburridísimo, con nula facilidad de palabra, pero hay mucho más
detrás de ti. Algo más oscuro que tu antigua sotana. Las personas cambiamos
poco, y muchos-muchísimos- te vimos “en acción”, a pesar de que te las puedas
dar de hombre de paz y de que muchos se lo crean, es falso por completo, eras
un cobarde abusón.
Se baraja tu nombre para el cargo de
Defensor del Pueblo ¡vivir para ver!
SI TUVIERAS VERGÜENZA, PEDIRÍAS
PERDÓN A TODOS AQUELLOS NIÑOS A LOS QUE MALTRATASTE DE PALABRA Y DE OBRA Y CON
BASTANTE AHÍNCO.
Pero no lo harás, porque serás el
Defensor de la Mentira.
Y perteneces a aquellos que exigen
que la Iglesia pida perdón. Tú, por supuesto que no y “eras Iglesia”.
Me gustaría saber lo que pasaría si,
con tu pasado, alguien de signo político opuesto, estaría indemne como tú, en
Internet y en cualquier medio de difusión.
¡Sabes que no! Sabes que sufriría
escraches, abucheos y hasta representaciones teatrales en la calle o cosas
peores.
¡Ay, hermano Gabi jamás pensé que de
ser tan bajo desde el punto de vista humano, llegaras tan alto en política,
aunque, por desgracia, ya pienso que es lo normal.