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Balcón del casino La Unión. Villanueva de Gállego (Zaragoza) foto gentileza de Carmen Vergara |
En la entrada anterior hablábamos de
la relación existente entre los clubs ingleses y los casinos españoles y se
ponía como ejemplo la reacción de los miembros de un club inglés ante un debate
suscitado a raíz de un sermón dicho un domingo cualquiera en una iglesia
anglicana a principios del siglo XX (se ponía por ejemplo el derrumbe de las
murallas de Jericó que se cita en la Biblia) y se dejaba para otra entrada
(ésta) que pasaría en un casino español, quizás el mismo domingo y como
reacción a la misma lectura:
Llega un terrateniente del lugar al
casino y entre partida de guiñote y partida, comenta con sus contertulios:
-
Hoy el cura ha dicho en el sermón que
las murallas de Jericó fueron derribadas después de rodearlas con trompetas que
dieron siete vueltas sonando sin parar.
-
Va!!!! Le contesta uno sin dejarle
seguir con la conversación, cosas de curas, mentiras, tonterías para engañar a
la gente.
-
Oye que lo dice la Biblia, añade el
que ha comenzado la conversación.
-
Cuentos, te lo digo yo, eso de la
Biblia son cuentos pa entretener a viejas, ¡¡¡ni caso!!! ¿Cómo se van a
reventar unas murallas con el sonido de una trompeta?, ni de cien, eso son
tonterías sin ningún sentido. Y, como reafirmando su idea dejó la carta en la
mesa con un sonoro golpe de la mano sobre el tapete.
-
Hombre, repuso el terrateniente,
Jericó existe…
-
Menos caso tendríamos que hacer a los
curas, que solo nos cuentan mentiras para engañarnos, si lo sabré yo (muy
enfadado repone el otro caciquillo del lugar).
Un tercero intenta poner un poco de
calma y dice:
-
Bueno lo que dice en la Biblia son
ejemplos, parábolas para enseñarnos cosas, a veces son hechos reales que con el
tiempo se han engrandecido hombre y además hay que tenerle cierto respeto, son
escritos sagrados y vete a saber cómo serían aquellas murallas, como las
nuestras de adobe, a lo mejor.
-
¡¡¡Ya salió el enteradillo!! Comentó el
caciquillo ya pasándose de la raya. Que sagrados ni que leches. Aquí lo
importante es la ilustración, dice el interpelado cada vez más alterado, la
ciencia y la cultura y lo demás son mamarrachadas.
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Salón de Baile del Casino de la Amistad en Épila (Zaragoza) |
La cosa va a mayores y de la discusión
se pasa al insulto y al enfrentamiento personal, enseguida se forman dos
bandos, aparece un tercero que intenta mediar y propone una junta para
dilucidar si se puede hablar de religión en el casino o no. Se reúne la junta y
se decide por mayoría que no se hable de religión y que está prohibido en los
estatutos. Los que han perdido se enfadan y discuten, los ánimos se acaloran y
casi se llega a las manos si no es porque el presidente, en atención al
reglamento expulsa a los que han querido agredir. Estos enfadados se van y una
semana más tarde alquilan un local frente al casino, donde instalan otro centro.
Están tan cercanos uno y otro local que se pueden oír las conversaciones de un
centro en el otro, sobre todo en verano. En cierta ocasión una palabra
pronunciada en alta voz en uno de ellos, es escuchada en el otro causando
cierta alteración, uno de los socios enfadado por lo oído se asomó al balcón
del casino, sacó una pistola de su bolsillo y la emprendió a tiros contra la
fachada de enfrente. Los otros, que tampoco iban con los bolsillos vacíos, al
oír el estruendo de las balas la emprendieron en respuesta al otro lado de la
calle, no pasó una desgracia de casualidad.
Llegó la II República y el casino más
proclive al nuevo régimen colgó en su balcón la bandera tricolor, mientras
celebraban en sus salones el triunfo de su candidatura al ayuntamiento, en la
cual figuraban varios miembros de la Sociedad. Esos años fueron los mejores del
Centro, allí había bailes y fiestas, se hacían reuniones y mítines mientras el
otro casino languidecía, pero llegó el 18 de julio del 36. El casino de
derechas se convirtió en cuartel de Falange y más tarde pasó a desempeñar un
papel logístico en favor de los sublevados. Muchos de los socios del otro
casino (el republicano) fueron denunciados, detenidos y algunos fusilados,
otros tuvieron que huir. El centro social fue incautado y clausuradas sus
actividades, en su lugar se puso un hospital de campaña para las fuerzas
nacionales y después de la guerra se cerró a cal y canto.
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Bar del Casino Agrícola, Mercantil e Industrial de Calatorao (Zaragoza) |
En la posguerra tan solo quedó un
casino, el de los vencedores: allí había bailes y el centro comenzó a bullir de
nuevo pero, los del bando perdedor juraron no entrar en ese lugar en la vida,
lo habían pasado muy mal y no querían saber nada de aquel casino, al que
hicieron boicot. Un comerciante del pueblo se dio cuenta de las posibilidades
que tenía el cine y pidió permiso al ayuntamiento para montar en el
desaparecido casino un cine, el consistorio por supuesto se lo negó y acto
seguido lo hizo con la junta del casino, que también se lo negó, aquello era
mucho jaleo y además, ellos ya tenían los bailes y la gente iba siempre allí,
no querían más líos, además ¡vete a saber que películas echaban allí! El hombre
al final consiguió un local que acondicionó para cine, la cosa no se notó
mucho, salvo que cuando había películas en el salón, el casino se quedaba vacío.
Pero en el cine se mezclaban rojos y azules y aquello no estaba bien visto. Al
cura, que era del casino de derechas y que a la vuelta de sus viajes a ver al
obispo traía las mercancías necesarias para el centro, se le ocurrió conseguir
una máquina de proyección e instalar por fin un cine en el baile del casino,
pero las películas eran todas muy melindrosas y no gustaba tanto como el otro
cine. En esas apareció la Televisón, ¡Gran invento! El casino puso una en sus
salones, era más barata que el cine y duraba más, había de todo y así fue, de
nuevo se volvió a llenar las tardes de curiosos por ver aquella novedad. Poco
después el cura nuevo del pueblo, que había sustituido al anterior por
defunción montó una tele en el Salón Parroquial para los monaguillos y tras los
monaguillos aparecieron por allí los “rojos” que también querían ver aquello,
esto causó alguna protesta por aquello de que la sacristía se había convertido
en un nido de republicanos, pero la cosa no pasó de ahí y al tele en el Salón
Parroquial duró un tiempo, es más los chavales que acudían, pensaron montar un
pequeño club social para hacer excursiones y alguna fiestecilla o como se decía
entonces “guateque”.
El casino se mantenía pero cada vez tenía menos público, la gente
mayor iba desapareciendo y los de mediana edad o habían emigrado a la ciudad o
si estaban en el pueblo ya no tenían el tiempo de antes, las costumbres y las
necesidades estaban cambiando. Además el coche había llegado a algunas casas y
el transporte, facilitaba marcharse del lugar. Poco a poco el poder adquisitivo iba
permitiendo a las familias tener una tele y a los jóvenes aquello de los bailes
clásicos no les motivaba, comenzaron a funcionar tocadiscos que transmitían
otro tipo de música. Fue por entonces cuando un grupo de jóvenes propuso en la
junta general del centro que el club juvenil se integrara en el casino, comprar
una “gramola” para escuchar discos en el salón de bailes e incluso adquirir una
biblioteca o hemeroteca, además había algunos salones abandonados que podrían
servir. La Junta del centro dijo que no, que la sociedad era casi centenaria y
que siempre había sido como estaba y que aquello no se movía, no querían jaleos
ni ruidos. El hijo del comerciante que había montado el cine, reconvirtió la
sala en discoteca y justo al lado puso un moderno bar, con tele en color.
aquello fue ya una auténtica revolución social que pagó muy cara el Casino, por
su parte el cura del pueblo montó una pequeña biblioteca y un revistero para
que los chavales pudieran leer. Los jóvenes no entendían aquellas discusiones
de abuelos y veían en aquel centro algo trasnochado que se había negado a
evolucionar y por tanto poco se podía hacer.
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Casino en Castejón de Valdejasa (Zaragoza) |
Poco a poco las posibilidades de
diversión y de información se fueron extendiendo y el casino se iba quedando en
un rincón. En estas murió Franco y vino la Transición y con ella las primeras
elecciones municipales. El alcalde salido de las mismas no se le ocurrió mejor
idea que montar un centro de la Tercera edad en el pueblo y eso fue la puntilla
para el Casino. Los pocos abuelos que todavía quedaban emigraron al centro de
la tercera edad, había razones de peso, pues era más barato pero allí se
encontraron con los pocos abuelos que quedaban del bando republicano ¿qué paso?
Nada, había muchas barajas para la partida del guiñote y además había una tele
con un video que de vez en cuando les echaba películas “picantes”, también había
calefacción central y aire acondicionado y el mobiliario era moderno, en
definitiva la Tercera Edad ganó la partida.
Un día corrió la noticia por el
pueblo de que el conserje del casino había desaparecido y con él, la caja
registradora, nunca más se supo de aquel, ni del casino que ya no volvió abrir
sus puestas, el centro desde entonces permanece lánguido, cerrado, sus salones
decimonónicos llenos de telarañas con más polvo y recuerdos que esperanzas, ya
nada volvería a ser lo que fue. Una historia que comenzó un día tras un sermón
del cura del pueblo, seguramente sus socios nunca sabría lo que había ocurrido
con el club inglés.
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Hora de la partida en el casino de Calatorao (Zaragoza) |