Este establecimiento comercial mitad
bar, mitad tienda, mitad cabina telefónica se encuentra en Monreal de Ariza, un
pueblo aragonés rayano con Castilla, aunque no existe ningún accidente
orográfico ni físico que diferencie el valle del Jalón, cerca del cual se
encuentra la localidad. Por este lugar de tan apenas 200 habitantes pasó el Cid
Campeador (hay una calle dedicada) en su destierro hacia tierras aragonesas,
también se refugió en su día Antonio Pérez, cuando huía de Felipe II, aún se
puede ver alguna casona de esa época. Los restos de su castillo y de su iglesia
parroquial están ambos en proceso de restauración y consolidación. Monreal
pertenece a la comarca de Calatayud y al obispado de Tarazona, desde el castillo
se puede ver la cumbre nevada del Moncayo. Está a tan solo tres kilómetros de
la autovía que enlaza Madrid con Zaragoza y en su salida hacia el lugar hay un
moderno restaurante de carretera. Por lo
demás Monreal permanece callado, semivacío, casi dormido al sol del mediodía en
el valle del alto Jalón.
Estas fotos me sugirieron la
Celtiberia vacía, un pueblo silencioso, sin apenas habitantes, con un pasado
ilustre, pero con un futuro incierto. Un pueblo de la provincia de Zaragoza
vecino de la de Soria y cerca de Guadalajara, es decir en el centro de la
Ibérica aunque en su vertiente Castellana, aunque sea aragonés. La construcción
del edificio sugiere una efímera vida en un momento determinado entre los años
Setenta y Ochenta del siglo XX, el ladrillo con su ligero porche le da cierto
aire de cosmopolitismo; el bar y la tienda, la tienda y el bar. La cabina
telefónica en la que ya no llama nadie y la máquina de chicles de bola,
aquellos que costaban una peseta ¿Quién se acuerda de ellos? Como una reliquia
de cuando había niños. Esas máquinas no se ven desde hace casi cuarenta años ¿Cuándo
sería la última vez que un niño la usó? En definitiva todo un documento
representativo de esa España interior, de ese Aragón vacío, de esa Celtiberia
callada.