La tormenta de Zuera cumple cien años (1915-2015)

Fotografía aérea de Zuera a mediados del siglo XX
(Gentileza Sitar Aragón)
Se cumplen ahora Cien años de un episodio que marcó y todavía se recuerda, la vida en la localidad de Zuera (Zaragoza) y es que el jueves 29 de julio de 1915 a las cuatro de la tarde, se desencadenó en esta localidad una tormenta de extraordinarias proporciones que duró hora y media. Empezó con un ciclón, para inmediatamente, mezclada con el huracán, caer un agua torrencial y luego piedra. Algunos testigos presenciales adujeron que, a los tres minutos de empezar a caer el granizo, desaparecieron todos los tejados de las casas ya que las tejas no podían resistir aquel torrencial de proyectiles que se quebraban dejando las habitaciones al descubierto. Los patios de las casas quedaron inundados, las acequias y barrancos desbordados, arrastraban las mieses que ya estaban guardadas. Quedaron destruidas todas las cosechas que quedaban sin recoger y las plantas de la huerta en su totalidad. El periódico decía que «para la gente jornalera la situación es tan dolorosa que no se puede comparar a la producida por ningún caso semejante»[1].

La oscuridad durante la tormenta fue tal, que parecía de noche. En un radio de cuatro kilómetros no se veía otra cosa que una espesa capa de granizo que lo envolvía todo. La piedra llegó a pesar casi media de media libra, lo que equivaldría hoy día a unos trescientos gramos y el medio kilo. Toda la huerta, en una extensión de 9 kilómetros, quedó anegada y arrasada. La fotografía ofrecía un paisaje en ruinas ya que no quedaron en pie tapias, ni cañares, ni las sendas eran perceptibles. Los efectos la pedregada llegaron a la vecina San Mateo e incluso Peñaflor, aunque sin las trágicas consecuencias que en Zuera ya que se limitó más a un fuerte vendaval.

Siempre según la prensa de la época, las primeras noticias de los hechos se recibieron en Zaragoza hacia las cinco de la tarde, gracias a un telegrama recibido en el Gobierno civil y remitido por el alcalde de la localidad en el que se decía: «llevamos una hora sufriendo horrorosa tormenta sobre este término como jamás se ha conocido, gravísimos daños en la huerta y desgracias personales, imposible dar más detalles». La confusión era tan tremenda como el sonido de los lamentos y la desesperación de los padres buscando a sus hijos. Un vecino de Zuera escribía a un familiar que había tres metros de piedra de altura en las calles y en el lavadero, a pesar de estar cubierto, se llenó de piedra hasta la altura en que las mujeres cuelgan las ropas. Precisamente en este lugar fue donde más se vivió la tragedia ya que en él, se encontraban entre 25 y 30 mujeres que quedaron aisladas por la barrera de piedra. No pudiendo salir temieron todas perecer dentro, no sin grandes dificultades pudieron ser rescatadas. El frío era tan intenso que cuantos prestaban socorros quedaban extenuados y tenían que descansar de rato en rato para reanimarse. Una niña, de nombre Dolores Oliván, que estaba en el lavadero con su hermano pequeño, intentó auxiliar a éste con tan mala fortuna que fue arrastrada por las aguas, fue encontrada sin vida al día siguiente en el Gállego, se daba la circunstancia que sus padres no estaban en Zuera en ese momento por ser vendedores ambulantes.
Zuera desde la Estación

Siguiendo con el relato periodístico, otra escena emocionante fue en el molino de D. Prudencio Ciprés. Éste aparecía totalmente inundado y en él se había guarecido toda la familia del dueño y muchos de los obreros del campo que regresaban de sus faenas. Se temía que perecieron todos, pero también pudieron ser rescatados sanos y salvos. Peor suerte tuvieron dos chavales sorprendidos en pleno campo, cogiendo caracoles. Fueron sorprendidos por la tormenta e intentaron buscar refugio pero, envueltos por el huracán la piedra, no tuvieron tiempo de ganar una choza próxima. Uno de ellos, llamado Ignacio Ligorred de ocho años, quedó sepultado por el hielo y el otro, que aun pudo andar unos pasos más, pudo ser auxiliado por varios vecinos, en un estado deplorable, su nombre era Lorenzo Castell Guallart de cinco. Un anciano pastor, de nombre Santos Guiral Conde, de 76 años, fue sorprendido por la tormenta en pleno campo y murió a consecuencia de la “pedregada”. En el camino de San Mateo otro vecino, éste de nombre José Pérez Bayona de 78 años, también fue sorprendido en pleno despoblado y hallado inconsciente con gravísimas heridas en diferentes partes del cuerpo y de la cabeza, estaba aterido de frío y no podía articular palabra. En los primeros momentos se contabilizaron una cincuentena de heridos, algunos muy graves. El número total de muertos ascendió al final a cinco personas.

El vendaval fue tan violento y tan enorme la cantidad de piedra caída que muchos ganados fueron arrastrados por el río pereciendo ahogados, de algunos de más de trescientas cabezas, se han encontrado veinte. Fue el caso del rebaño de cabras de Bruno Gómez, que sumaban más de cien y se vio reducido a cuatro, así como caballerías e infinidad de carros que se hallaban volcados por los campos. El vendaval tronchó árboles, desgajó ramas y arrastró las mieses amontonadas en las eras, situadas en la parte alta del pueblo, hasta el río. Las acequias y calles de Zuera, aparecían cubiertas de trozos de persianas, tejas, cristales, ladrillos, etc. El huracán arrasó cables del tendido eléctrico y los postes de telégrafo, la línea férrea quedó atravesada por el agua. En algunos puntos del pueblo todavía quedaban grandes cantidades de granizo cuando habían pasado dos días. Los daños se evaluaron inicialmente en un millón de pesetas, que traducidos a euros son unos seis mil.

El día 31 de julio se reunió el Ayuntamiento de la localidad bajo la presidencia de su Alcalde Don Silvestre Bosque Solanas, para evaluar la magnitud del desastre, con el fin de «arbitrar recursos con los que pueda atenderse a los casos más urgentes, ya que por ahora no es posible remediar ni siquiera en su más mínima porción aquéllos» así como recabar auxilio de la Diputación Provincial y del Gobierno de SM (q.D.g.) «En evitación de la gran ruina que se avecina»[2]. Una de las primeras instituciones que reaccionó fue La Cruz Roja, quien hizo una colecta con destino a los damnificados de Zuera. Por otra parte. El Partido Republicano autónomo de Aragón, abrió una suscripción en favor de los damnificados de Zuera.
Edificio de la Cruz Roja en el Portazgo

Días más tarde, el lunes dos de agosto, Heraldo de Aragón publicó un editorial en el que demandaba auxilios para Zuera y en el que decía entre otras cosas: «El Estado tiene el deber de acudir en socorro de los ciudadanos que han sido víctimas de tan extremados rigores de la naturaleza. Cuando un peligro desusado amenaza a la vida del Estado oficial, los ciudadanos se imponen sacrificios nuevos para salvarle. Recíprocamente el Estado no debe contemplar con indiferencia la ruina de ningún pueblo». En el mismo periódico se acusa al Estado de monopolizar todo el poder y en cambio no contrarrestar con ayudas y créditos necesarios para hacer frente a este tipo de catástrofes mediante socorros que sean dignos. El 31 de agosto apareció inserto en el periódico “La liga Agraria” un artículo firmado por el ex diputado agrario aragonés Luis Querol Guirao de Revenga, quien se dirige a Alfonso XIII solicitando auxilios «para los damnificados por las tormentas que descargaron sobre Zuera el 29 de julio último».

Dos semanas después de la catástrofe el aspecto de la localidad y sus aledaños seguía siendo desolador, los árboles tuvieron que ser arrancados de raíz y nuevamente ser plantados. Todos estos trabajos, realizados “a vecinal” paliaban en alguna media la gran crisis que se avecinaba para la clase jornalera. En plena época de la cosecha, había propietarios que entonces tenían contratados entre veinte y treinta braceros, pero las expectativas eran bastante malas en cuanto se acabaran los trabajos comunales.

El Municipio demandó del Ministro de Gobernación un socorro en metálico, que desde luego no solucionaba la situación angustiosa del vecindario, ya que éste precisaba algo más que ayuda inmediata para pasar el invierno y llegar a la próxima cosecha. Así mismo, al ministro de Fomento se le pidió aligerara el proyecto de traída de aguas cuyas obras podrían durar hasta la cosecha próxima y de esta manera tener al mayor número de población ocupada.

En sesión ordinaria de 7 de agosto de 1915, el Ayuntamiento muestra su gratitud por las muestras de apoyo recibidas por el Sr. Gobernador Civil., el Sr. Arzobispo. Los diputados D. Tomás Pelayo, D. Tomás Castellano y Marqués de Arlanza. A varios diputados provinciales. Así como a los ayuntamientos de: Agón, Almudébar (Almudévar), Luna y Borja. El ilustre hijo de la localidad Odón de Buen, también se adhirió con sus paisanos, así como personalidades del mundo de la judicatura, medicina, religión y educación de la provincia. El Ayuntamiento también mostró su gratitud y a poyo a los diarios Heraldo de Aragón, el Noticiero y Diario de Avisos.

El concejal D. Luís Miranda presentó una moción en el sentido de reconocer por la corporación, el acto heroico y humanitario llevado a cabo por “el voz pública de la villa” D. Félix Cura del Cos quien «con una abnegación sin límites y despreciando su vida, salvó de una muerte cierta a buen número de mujeres al socorrer la inundación del lavadero público, el día 29 de julio último»[3] a quien se le recompensó con la cantidad de 100 ptas. y mención de honor en su expediente. Hizo extensible esta solicitud al alguacil D. Manuel Abio, quien también cooperó en los trabajos de salvamento y a quien se le concedieron 25 ptas. de recompensa. Gratitud extendida también a los veterinarios locales D. Joaquín Alcolea de Buen y D. Francisco Gumerez Alcolea por los trabajos de salvamento y auxilio de las veinticinco mujeres y varias niñas que se encontraban en el lavadero público.
Zuera desde el Suroeste

En esta misma reunión del Concejo se acordó suprimir por el presente año los festejos públicos acostumbrados en honor del patrón de la villa, «destinando las cantidades que por este concepto se determinen a socorrer a los damnificados por la tormenta del día 29 de julio». Por su parte el Sr. Cura párroco de la villa solicitó al Ayuntamiento se le subvencionara con alguna cantidad «para atender a los gastos que origine el culto con motivo de la celebración de las fiestas religiosa en honor al Patrón de la localidad». Ante esta solicitud el Ayuntamiento determinó que «en atención de que en el presente año creía oportuno suspender la colecta pública de costumbre, dedicada a sufragar los gastos religiosos y que para dicho fin anualmente se ha celebrado» y por unanimidad se acordó contestar al señor cura que «por las mismas razones en que él se apoyaba, el Ayuntamiento no podía dedicar cantidad alguna a tal objeto puesto que se había visto precisado a suspender los festejos profanos para dedicar esta cantidad  global al alivio de la situación aflictiva en que había quedado el vecindario con las tormentas». En los días siguientes se volvieron a repetir las muestras de solidaridad con los zufarienses, testimonios que venían de muchas partes como el Ayuntamiento de Zaragoza, D. Antonio Portolés, Electra de Camarera. Algunas de estas comunicaciones venían acompañas de cantidades en metálico con destino a los damnificados y otras mostraban su interés por contribuir en la ayuda al vecindario.

El día 15 de agosto se constituye una “junta municipal de socorros”, presidida por el Sr. Alcalde, D. Silvestre Bosque Solanas. A Esta reunión acudieron todos los concejales, Junta municipal y representantes de los Casinos y Centros de sociabilidad establecidos en Zuera.

Por el Centro republicano asistieron:
D. Mauricio Arqué
D. Romualdo Arana (Jotero famoso)
D. Benedicto Pueyo
Por el Centro Monárquico:
D. Miguel García
D. José Ortín
D. Mariano Grasa
Por el Círculo Independiente:
D. Juan Colon
D. Manuel Yrache
D. Álvaro Avío

El Sr. Alcalde se hizo constar los grandes daños sufridos en el vecindario por la tormenta así como la necesidad de reservar a los damnificados por la misma parte de las cantidades que se habían recibido de distintas procedencias, así como las que se habían anunciado. Por cuyo motivo creía prudente la constitución de una junta de socorros que se encargara de la admisión y distribución de aquéllos fondos en la forma más equitativa posible. Justamente un mes más tarde se reúne de nuevo la Junta de socorros para evaluar la recaudación recibida, que hasta la fecha había ascendido a cuatro mil ciento treinta y una pesetas, con quince céntimos. Todavía pendientes de recibir las setecientas pesetas que el Ayuntamiento de Zaragoza tenía acordado concurrir a la suscripción. Esto elevaba la cantidad a casi cinco mil pesetas. Se discutió convenientemente los procedimientos que debían emplearse y por unanimidad se acordó destinar un cuarta parte de la cantidad total recaudada a socorrer las familias de las víctimas. Unas mil doscientas veinte pesetas en la siguiente proporción, una quinta parte a cada una de las familias de Santos Guiral, Ignacio Ligorred, Leonor Castel y Dolores Oliván y la otra quinta parte restante se distribuirían de la siguiente manera: tres cuartas partes para la Viuda de Francisco Pueyo y la parte restante para la de José Pérez Bayona. Seguidamente se propuso que, siendo imposible el reparto de la cantidad restante a prorrateo entre todos los damnificados, debido a las distintas circunstancias que en todos ellos concurrían, se creyó oportuno destinar una cuarta parte de lo recaudado para socorrer a los que en peor situación hubieran quedado y a los que se hallaban, según las listas de beneficencia, clasificados como pobres y desvalidos en la localidad. El resto quede depositado con el fin de que, en el próximo invierno y cuando la crisis del trabajo sea más aguda, pueda esta cantidad «conjurarse procurando la realización de alguna obra de carácter vecinal» para que pudiera beneficiarse con esto en primer término la clase jornalera con su trabajo y después el vecindario en general, al encontrarse con dichos trabajos sin necesidad de realizar desembolso alguno. Aprobada la idea propuesta por el Sr. Solana, se acordó formar tres clases a las que se socorrerá con veinte pesetas a la primera, quince a la segunda y diez a la tercera, previo examen se designaron en la forma siguiente.

Clase 1ª: seis familias
Clase 2ª: Treinta y una familias
Clase 3ª: Cincuenta familias.

Se acordó esperar unos días y/o reclamar al Ayuntamiento de Zaragoza, la cantidad que tenía prometida. El reparto se llevó a cabo finalmente el 26 de septiembre de ese año, de nueve a doce de la mañana, avisándose a los interesados en su domicilio.

El día 4 de septiembre, reunido el Ayuntamiento en sesión plenaria, la corporación se hizo eco del propósito perseguido por el Centro aragonés de Barcelona, quien por medio de su directiva había notificado su intención de organizar una función teatral a beneficio de esta villa. La misma se celebró ese mismo día en el teatro Tívoli de la ciudad condal mediante un festival en el que se representaron dos Zarzuelas a saber: Agua azucarillos y aguardiente y otra con gran sabor regional, Gigantes y cabezudos. En una segunda parte intervinieron varios artistas de varietés de la época y con bastante fama en la capital catalana: “Gran Aretino”, “Bella Carmela”, “Stella Mararita”, así como el mago adivinador “Vicente Cortés” que se anunciaba como discípulo del caballero “Onofroff”. Una tercera parte, a modo de final de fiesta, consistió en un recital de jota a cargo de los por entonces célebres cantadores señorita “Sierra” y señor “Muñoz”[4].  El coste de la entrada era de 50 cts., para las butacas generales, aunque también había de palco. En total se vendieron 2.471 entradas, que sumaron unos beneficios de 2.448,45 ptas., a las que hubo que descontar casi la mitad, por alquiler del local y en el que se incluían coste de la compañía, orquesta, luz personal y derechos de autores.  En total la cantidad entregada por la organización al Ayuntamiento de Zuera fue de 1002,90 ptas. (6 € de hoy día). Comisión compuesta por el presidente del Centro, Pascual Sayos. El Tesorero, Emilio Solanilla y el Contador, Ramón Serna[5].

El día 28 de agosto de 1915, en otra reunión plenaria del Ayuntamiento. Se hizo presente a la presidencia que se intentaba establecer en esta villa «una subcomisión de la Cruz Roja, benéfica institución que honra a los individuos que a la misma pertenecen». Tras los primeros días de la tragedia se habían hecho gestiones referentes a establecerse en Zuera, eligiéndose como domicilio el hospital municipal, cuyo establecimiento podía administrarse por la misma. Se sometió a discusión la presente cuestión y por unanimidad se acordó que en el caso de que llegue a constituirse dicha subcomisión de la Cruz Roja, «se les autorice para utilizar el hospital de esta villa, sin que este establecimiento pierda el carácter de edificio municipal». Se forma una Junta directiva de la Cruz roja figurando como Presidente de la misma el Alcalde Presidente o Concejal que este delegue. Hoy día la Asamblea local de la Cruz roja tiene más de setecientos socios y cuenta con un centenar de voluntarios.

Para terminar, recoger unos versos que Fernando Soteras Gimeno “Mefisto” (Zaragoza 1886 – San Lorenzo del Escorial, 18 de septiembre de 1934) recogió por aquellos días en las páginas de Heraldo de Aragón. Mefisto Fue uno de los periodistas más populares de su tiempo, a través sobre todo de sus “Coplas del día” en las que glosaba la actualidad cotidiana con fina ironía, en las páginas del Heraldo y que le valieron numerosos elogios. Hizo de todo reportajes, crónicas de arte y taurina con el pseudónimo de “Juan Gallardo”. Murió a consecuencia de un desgraciado accidente en San Lorenzo del Escorial, al ser arrollado por el tren el coche en el que viajaba.


Postal a Zuera (Mefisto)[6]

Deja Zuera, que el coplero,
Pues fue un tiempo tu vecino
Participe de tu pena
En el luto que has tenido

Si una nube ¡negra nube!
Tus campiñas han perdido,
Tú eres buena y eres fértil,
Y al esfuerzo de tus hijos
En un plazo bien cercano
Volverás… a lo que has sido.
Pintarán verdes tus campiñas
Y los árboles floridos…
Mostrarán su gallardía
Las carrascas y los pinos,
Dormirá en tortuosos cauce
La esmeralda de tu río…
Cuajarán la Huerta Chica,
Las verduras y panizos…
Y los pájaros lloran
La armonía de sus trinos
Desde el Salz a San Mateo,
Desde el Monte Alto hasta el río,
Tornarán las alegrías en las calles y casinos.
San Licer, patrón del pueblo,
Un milagro hará, y de fijo
En la fiesta muy cercana
Darán, penas el olvido
Porque Zuera, es noble y grande,
Y al esfuerzo de sus hijos
Ha de resurgir potente,
Como pueblo bueno y rico.

Deja Zuera, que el coplero,
Pues fue un tiempo tu vecino
Participe de tu pena
En el luto que has tenido






[1] HMZA: Heraldo de Aragón, jueves 29 de julio de 1915.
[2] HMZA: HA: Domingo 1 de agosto de 1915.
[3] HMZ: Libro de Actas municipal, Acuerdos plenarios
[4] Hemeroteca de “La Vanguardia
[5] AMZ: Expediente relativo a los donativos realizados por la Casa de Aragón en Barcelona
[6] HMZA: HA. 1 de agosto de 1915.

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