Santo Dominguito de Val

El farol que representa a Santo Dominguito de Val
durante el Rosario de Cristal en Zaragoza


Hoy, dos de septiembre es Santo Dominguito de Val, santo patrón y mártir de los infanticos del Pilar y de la Seo en particular y creo que de todos los monaguillos en general. Cuando era pequeño y visitaba la Seo de Zaragoza (La catedral metropolitana de Zaragoza, ojo no confundir con el Pilar). Entre la penumbra y los claroscuros que se filtraban por entre los altos tragaluces del templo, me llamaba la atención poderosamente la imagen de este santo aragonés que aparecía crucificado  en su altar y vestido de monaguillo. A mí, la primera vez que lo vi me produjo una sensación entre inquietante y misteriosa, ¿Quién era aquel santo niño crucificado y sobre todo, vestido de monaguillo? Porque yo por entonces era monaguillo también. ¿Por qué lo habían crucificado? Yo sin saberlo ¿había adquirido un compromiso con el martirio, como aquel chaval que parecía más o menos de mi misma edad?  ¿Ese podría ser uno de mis finales? ¿Lo crucificaron por haberse bebido el vino de la misa untando en él las hostias sin consagrar? Mi abuela me desveló el misterio, que era más truculento de lo que yo había pensado. Parece ser que el tal Dominguito de Val era hijo de un importante notario de Zaragoza y que ejercía como infantico de la Seo. Iba un día, el bueno de Domingo a cumplir con sus obligaciones en la Catedral, cuando unos judíos le engañaron y lo secuestraron con el fin de revivir en la pobre criatura la pasión de Cristo, pues lo judíos de Zaragoza eran malos, muy malos.

Años después me enteré un poco más de la historia. Era hijo de un notario de la ciudad e infante o “seise” del Salvador. Cuenta la historia que el 31 de agosto de 1250 fue atraído con engaños por un judío llamado Albayuceto, quien lo entregó a otros correligionarios suyos de la Aljama cesaraugustana para renovar en él, la pasión de Cristo. Crucificado en una pared con tres clavos y abierto su costado, ocultaron su cuerpo en la ribera del Ebro tras seccionarle la cabeza y los pies. Fue encontrado días más tarde por unos barqueros que vigilaban sus pertenencias en el río quienes, sorprendidos por unas extrañas luces que se observaban en la orilla, dieron aviso a las autoridades eclesiásticas y civiles las cuales comprobaron que en ese lugar, desde donde partían las luminarias, se encontraba semienterrado el infante. Sus restos fueron llevados en solemne procesión hasta la Seo, donde recibieron sepultura y donde todavía hoy se veneran sus reliquias, sobre todo por la escolanía de Infantes que lo tienen como su protector y patrono. Esta historia, que posee similitudes con otras narraciones similares en el resto de Europa, se enmarca siempre dentro de la persecución a los judíos en la Edad Media. El cronista Andrés de Uztarroz, en un manuscrito titulado Incipit Passio Beati Dominici Martyris Innocentis Cesaravgvust, escribe que en las Actas del martirio no se dice que se castigasen a los Judíos, que concurrieron en aquella atroz impiedad «pero debemos creer que contra ellos fulminarían procesos los Inquisidores, ante la herética pravedad, porque ya, en este año de 1250 tenían este oficio los padres de la esclarecida religión de Santo Domingo…, dónde se verá la antigüedad que tiene este santo tribunal en la Corona de Aragón» . Bien es cierto que los reyes, firmes defensores de sus judíos, solían negarse en aplicar la tortura como instrumento procesal contra sus súbditos. Hace unos años leí que el desgraciado Dominguito quizás fue víctima de los abusos de alguna persona allegada a la Catedral y que pensando que podía delatarle, decidió matarlo y tirarlo al río. Seguramente ni una cosa ni otra sean ciertas, pues la palabra de un niño en aquellas épocas poco valían. Es posible que jugando cayera al río y se ahogara, he incluso que lo hiciera junto con sus compañeros y que estos callaran por complicidad. Es posible que alguien quisiera vengarse de su padre por alguna faena notarial que pagó el hijo, o cualquier cosa. Lo cierto es que lo pagaron los judíos aunque por lo que se ve tampoco se tenga muy claro, lo cierto es que al pobre de Dominguito le hicieron una judiada y lo subieron a los altares. Quizás porque hacía falta una referencia para el recién fundado colegio de infantes, aquí convergerían varias circunstancias; un accidente desgraciado, unos judíos a quien echarles la culpa y la necesidad de un patrono y modelo de virtudes.

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