Tributo de las tres vacas

Cada vez es más frecuente celebrar recreaciones históricas de batallas o sucesos acaecidos en tiempos pasados que, en mayor o menor medida persiguen implantar una tradición, recuperar una leyenda o sencillamente atraer turismo a determinada zona o lugar. El Tributo de las tres vacas no es ni una cosa ni las otras. Esta ceremonia viene llevándose a cabo por dictamen establecido el 16 de octubre de 1375, o al menos así está documentado en a la llamada “Sentencia arbitral de Ansó” (Aragón) documento en el que se mencionan intentos anteriores por solventar los enfrentamientos entre los valles de Roncal y bearnes de Baretous, pleitos en los que llegaron a mediar el rey de Navarra y el conde de Foix, a raiz de sangrientos enfrentamientos entre ambos valles por la posesión del puerto de Arlás, a 2.000 metros de altura, junto al pico pirenáico de la Mesa de los tres reyes.

En ese lugar se encuentra la llamada Piedra de San Martín, que no es otra cosa que un mojon de la muga que separa España y Francia, es precisamente sobre este monolito donde cada 13 de julio los alcaldes de Isaba, Uztarroz, Urzainqui y Garde reciben tres vacas de igual “pelaje, dentaje y cornaje” a modo de tributo de sus vecinos franceses, para que éstos puedan acceder al puerto español a partir de ese medio día con sus ganados, y poder disfrutar de su agua y pastos. De los tres animales dos van para Isaba y uno se lo reparten cada año entre las otras tres villas.

En 1571 Esteban de Garibay ya describió este acto al que asistían los siete jurados de los siete pueblos de Roncal y siete u ocho jurados baretoneses. Se ponen los dos grupos a ambos lados de un mojón de piedra de vara y media de alto, y los roncaleses preguntan a los franceses si están dispuestos a jurar. “Entonces ponen su lanza en tierra, siguiendo la línea de los mojones y seguidamente, los roncaleses echan encima la suya, formando una cruz. Los "franceses" ponen sus manos encima de esta cruz y los roncaleses, como superiores, hacen lo propio sobre las de éstos, con el mayor silencio dentro de la jurisdicción de cada uno. Prestan juramento y manifiestan por tres veces:

Pax avant, pax avant, pax avant
“que la paz entre ellos irá avant, que es lo mismo que decir adelante”



Continúa el cronista guipuzcoano que entonces de un bosque, una treintena de hombres con las vacas asidas de los cuernos y colas, de una misma edad, señal y peso. Sin lesión alguna, pues de otra forma las rehusarían los roncaleses, los baretoneses “meten media vaca en suelo navarro siendo recibida si está en condiciones, lo mismo que las otras dos, poniéndolas a buen recaudo porque, si alguno de los animales vuelve a Francia no están obligados los franceses a entregar otra en su lugar”. Luego viene el nombramiento de los guardas y se deshacen agravios. “pasadas estas cosas, los roncaleses con liberalidad de hidalgos, dan luego de merendar a los franceses con pan, vino y muy buenos perniles de tocino y lo mismo hacen a todos los que acuden a la fiesta”. El resto del día tiene lugar una feria en la parte "francesa", con venta de carneros, bueyes, yeguas y otros ganados.

La ceremonia se ha venido realizando, salvo escasísimas ocasiones, initerrumpidamente desde al menos el siglo XIV. También ha habido ligeras variaciones en el rito, por ejemplo hasta mediados del siglo XX los franceses tenían que retroceder seis pasos más allá de la línea fronteriza, exigiéndoseles que estuvieran descubiertos mientras los roncaleses seguían con el sombrero puesto. Los franceses avanzaban hacia la Piedra con una lanza portadora de una bandera blanca en señal de sumisión colocándola sobre el mojón. Mientras el alcalde de Isaba hincaba una alabarda adornada con una llama roja en suelo francés, al tiempo que media docena de fusileros apuntaban hacia Francia, mientras los franceses no podían llevar armas.

En 1858 se procedió a reamojonar la frontera con la instalación de 1.300 puntos de referencia, el que corresponde a la piedra de San martín es el 262 que se levanta en el collado de Ernaz, en el paraje llamado "de La Contienda" (topónimo de orígenes evidentes).

Ignacio Coyne Lapetra había nacido en Pamplona de 1872 sin embargo residía en Zaragoza, donde su padre se había establecido como fotógrafo iniciando una saga que ha perdurado casi hasta nuestros días. Seguramente fue él quien en verano de 1892 llevó a cabo un viaje desde la capital aragonesa al valle de Roncal (que repetiría dos años más tarde), donde asistió a la ceremonia y la registró con su cámara. Gracias a sus fotografías se pueden apreciar algunos de estos ritos ya desaparecidos e imágenes que testimonian la celebración entorno a la piedra de San Martín.

Si te interesa saber algo más sobre el Tributo de las tres vacas:


Comentarios

  1. Destacar la importancia, hoy olvidada, de la piedra de San Martín, como piedra sagrada. El origen de los mojones es delimitar las fronteras polícas y administrativas romanas, los "limes", de territorios conquistados, y donde el emperador reafirma su poder político y espiritual, a ambos lados o al menos uno de los lados. Muchos de esos límites antes habían correspondido a fronteras tribales pre-rromanas. Que se le asigne un nombre sagrado dice mucho de la posible cristianización (es decir tardo-romanización) de una piedra sagrada pagana tribal que señalaba lugar sagrado de frontera, de re-unión y de intercambio (puerto franco) desde tiempos pre-romanos, en el contexto de creencias religiosas inmanentes.

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  2. Excelente reportaje sobre la historia del Tributo de las Tres Vacas. Únicamente quisiera hacer una observación. Es importante destacar que la sentencia arbitral de Ansó de 1375 ya revelaba en el texto que esta ceremonia venía celebrándose entonces desde tiempo inmemorial; de hecho, los sucesos que dieron pie a esa sentencia vinieron originados en el hecho de que los bearneses habían dejado de pagar el tributo. Por lo tanto, la antiguedad de esta ceremonia es mucho más antigua. El año 1375 es tan solo la fecha de la primera referencia documental que se conserva de esta ceremonia que, con fecha de 24 de enero de 2011 acaba de ser declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial.

    Fernando Hualde Gállego

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