El día que murió Franco
Impresionante imagen del ataud con los restos de Franco, justo delante de la Cruz del Valle de los Caídos, fotografía aparecida en el número extraordinario de ¡Hola! con motivo del 20N. |
El veinte de noviembre de 1975 fue un día para mí
inolvidable y eso que ocurrió hace cuarenta años. Recuerdo que la víspera los
alumnos del internado del colegio Corazonistas del Paseo de la Mina en Zaragoza,
estábamos pegados a los transistores; si Franco moría nos iba a caer una semana
al menos de vacaciones, eso para muchos era bastante importante. Esa noche
echaron en la TVE la película Objetivo
Birmania. El hermano Goñi, (un estellés que casi parecía sacado de una
Ikastola y que según mis noticias acabó marchándose al Perú) y que era nuestro
tutor, recuerdo que nos llevó a la sala de Televisión para verla y seguramente
para “esperar acontecimientos” pero el “acontecimiento” no llegaba, a pesar de
los incesantes rumores, recuerdo que había un chaval que esta escuchaba la Pirenáica y que nos pasaba información.
Recuerdo que esa noche me dormí escuchando junto con los otros dos compañeros
de habitación el programa de la SER “Hora 25”. En el dormitorio estábamos tres
internos; Jesús López Antón que era de Fustiñana (Navarra) y otro chico que era
de Lumpiaque (Zaragoza) pero ahora no me acuerdo de su nombre.
A eso de las seis y media de la mañana el Hermano Goñi nos
despertó de una manera muy poco habitual con la radio a todo volumen. Lo
primero que escuché es que un coche fúnebre se dirigía hacia el palacio del
Pardo en Madrid. Jesús (el de Fustiñana) saltó sobre mi cama y me despertó,
¡Urzainqui!, ¡Urzainqui! enciende la radio, el único que tenía transistor era
yo. Medio dormido conecté el aparato y entonces se nos confirmó que Franco
había fallecido. Fue entonces cuando Jesús exaltado comenzó a gritar
¡Vacaciones!, ¡Vacaciones! (llevaba el hombre dos meses que no aparecía por
casa), abrió la puerta y salió al pasillo corriendo, saltando y despertando a
todo el mundo, yo detrás de él y el otro compañero lo arrastramos de nuevo
hacia la habitación, nos estábamos jugando dar cien vueltas al patio o vete a saber
qué, pero el hermano Goñi si nos escuchó, no quiso hacer caso. Bajamos al
comedor a desayunar y al final el Director del Colegio apareció diciéndonos que
teníamos que ir a la capilla. Allí no recuerdo si rezamos por el Dictador o no,
lo que si recuerdo es que nos dijo que teníamos que avisar a casa para que nos
vinieran a buscar. Así que todos nos pusimos en fila para llamar, fue entonces
cuando me sucedió una cosa. Uno de los internos de mi pueblo, que siempre me
daba la vara para venir en el coche de mi padre, volvía del teléfono, yo le
pregunté si había llamado, sencillamente para evitar tener que hacerlo yo, ya
que quien iba a venir buscarnos era mi padre, no el suyo, este me respondió de
malas maneras. Yo salí al patio y me encontré con un compañero de clase que
estaba por allí y que era de Villamayor (Zaragoza) se llamaba Paco Subías, le
conté lo que me había sucedido y me dijo que no hiciera caso y que como su
coche de línea salía junto al de mi pueblo y a la misma hora que nos íbamos a
jugar a unos recreativos que estaban en el Coso que se llamaban Lemans, para
hacer hora. Todavía recuerdo la bandera española con crespón negro en el patio
del colegio cuando nos fuimos de allí. Camino de Lemans nos encontramos con
otro chaval que era también de clase y que no voy a decir su nombre por lo
siguiente. Al rato de estar en los recreativos, que tenía en su centro una
pista de excalestri tremenda, nos entró un hambre similar al ocho de los
cochecitos. El chico que venía con nosotros nos dijo que fuéramos a las Vegas
de la Plaza España que su abuelo iba mucho por allí y que hacían unos mixtos
buenísimos, así que allí nos fuimos a comprobar los mixtos, no estábamos muy
bien de dinero así que apuramos un rato a ver si aparecía el abuelo, pero el
hombre no tuvo a bien aparecer. El camarero, que debía conocer al señor, se
compadeció de nosotros y nos dijo que ya hablaría con él cuando volviera,
seguramente retornó a la semana siguiente y es que luego, me enteré que el
abuelo en cuestión había sido un viejo republicano bastante significado en
Zaragoza y que prefirió en esos días no salir de casa, por si acaso.
Nos refugiamos en el salón de Juegos Plaza, que estaba como
su propio nombre indica en la Plaza de España, justo detrás del Banco de su
mismo nombre, allí se nos hicieron casi las dos, el otro chico tenía que ir a
su casa y a nosotros se nos iba el autobús, llegamos justo a tiempo, yo aparecí
en Villanueva a las dos y media de la tarde (14,30). El follón que se organizó
fue tremendo, yo intentaba justificarme pero no me hicieron caso a mí, me sabía
malo que el otro, jeta se hubiera aprovechado del transporte de mi padre, que
le salió gratis, mientras que yo tuve que pagar para volver a Villanueva y él
ni siquiera se dignó a decirme que ya había avisado, pero ¿Por qué había estado
toda mañana por ahí? Luego entendí la situación. El nieto de un republicano
celebrando la muerte de Franco, pero mi intención no era esa ni mucho menos,
tan solo pasar la mañana con unos amigos y es que de esa experiencia saqué un
clara conclusión. Hoy con la perspectiva del tiempo entiendo que en esos días
había mucha ignorancia sobre lo que podía ocurrir y también mucho miedo sobre
lo que podía suceder, así que eso de las celebraciones con champán y cosas de
esas nada de nada, seguramente los exiliados, pero en España la gente estaba
expectante y procuraba significarse lo más mínimo, yo creo que hasta los medios
de comunicación, que eran muy pocos, tomaban sus cautelas.
Yo, que ya entonces tenía mi pasión por los acontecimientos
que pensaba eran históricos, me pasé los tres días pegados al televisor, viendo
a la gente pasar delante del cadáver de Franco, el sábado me extrañó mucho la
jura del Rey, de la que tan solo sacaron el acto de las Cortes pero no el
recorrido, excepto una foto fija y el domingo me tragué el funeral, sí que
observé que en mi casa la cosa era como si no fuera con ellos, mi abuela apenas
hizo caso y mi abuelo con mi mis padres se fueron a ver a un tío a Barcelona,
todo como muy rutinario. Y otra cosa que me chocó y es que nada más tapar la
losa el ataúd de Franco, la Televisión desconectó y pasó a retransmitir una
competición de gimnasia rítmica, como si no hubiera pasado nada vamos.
A los ocho días del 20N, es decir el viernes 28, todos
volvimos a clase con gran enfado, porque nos podían haber dejado hasta el lunes
claro, recuerdo que a primera hora de clase teníamos Formación del Espíritu
nacional que nos la daba un señor muy curioso al que llamábamos “Teresito…”
recuerdo que los primero que nos dijo es que estábamos aprobados y que lo que él
nos daba ya no servía de nada, pero tengo que decir que muchas de las cosas que
hoy se sobre política se las debo a las enseñanzas que este señor nos dio a
partir de ese día, nos dijo cómo funcionaba una democracia, la separación de
poderes, los organismos internacionales, los funcionamientos de los partidos y
hasta un día creo que nos explicó que era eso de la Masonería, como dijo en
cierta ocasión el Dictador: “No hay mal que por bien no venga”. Por cierto uno
de mis compañeros en esas clases era Eloy Suárez Lamata, actual concejal de
Zaragoza y Diputado por el Partido Popular.
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