Ayer tarde estuve en Ambel viendo el descendimiento y como me imaginaba no defraudó. Además coincidía que uno de los “Santos Varones” Luis Floren cumplía 50 años ayudando a descender al Cristo y quiso celebrarlo contando con su nieta como auxiliar en las tareas. Dirigió la ceremonia el cura párroco. En la última parte de los oficios acceden al templo el centurión y los alabarderos con el ángel al frente. Comienza en ese momento el Descendimiento. Mientras el sacerdote recita un texto preparado al efecto con el que va resaltando los aspectos más importantes de lo que allí se representa, se disponen bajo la Cruz tres personajes que van a tener un protagonismo especial. Con túnicas marrones, esclavinas y bonetes del mismo color aparecen José de Arimatea y José Nicodemus. Según me comunican del Centro de Estudios Borjanos, había un cofrade que representaba a Juan, el discípulo amado pero en esta ocasión fue sustituido por la nieta de Luis que quería de esta manera celebrar sus bodas de oro con El Descendimiento.
Siguiendo las indicaciones del
sacerdote, los santos varones suben a un estrado desde el que proceden a
retirar la inscripción INRI y después la Corona de Espinas que son entregadas a
la persona que representa a San Juan Evangelista. Seguidamente, con gran
cuidado y con la ayuda de un martillo, se procede a retirar los clavos que
fijaban el cuerpo de Cristo a la Cruz. Por tratarse de una imagen articulada,
los brazos van adoptando una posición paralela a tórax. Hasta hace unos años se
utilizaba la imagen titular de la capilla funeraria de los Monserrat pero, tras
su restauración por el Instituto del Patrimonio Histórico Español, ha sido
adquirida otra imagen con este fin específico. La imagen de Cristo desciende
entonces de la Cruz y en brazos de José de Arimatea y de José Nicodemo es
mostrada a la Virgen y a los fieles en un momento de indudable emoción. A
continuación es depositada en el arca situada al lado y cubierta con las ropas
mientras, el señor Cura recitaba el “Soneto a Cristo crucificado” aquel que
comienza:
“No me mueve mi Dios para
quererte
El cielo que me tienes
prometido”
Que creía que eran de San Juan de
la Cruz, pero que es de autor desconocido. De esta manera finalizaba una
ceremonia desconocida y única que merece la pena ser rescatada y divulgada pues
en otros lugares también se realizaba antiguamente, hasta que desapareció.
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