Santa Bárbara y Julia, la hija de Augusto

A la izquierda de la imagen Julia en un retrato idealizado.
A la derecha, Santa Bárbara en una representación que se conserva en la provincia de Zaragoza

Hace unos días escribía sobre la curiosa vinculación entre Santa Catalina de Alejandría y la filósofa alejandrina Hypatia, hoy me ha pasado algo parecido leyendo la festividad del día, Santa Bárbara y es que me he acordado de Julia, la hija del Cesar Augusto, cuando ha tronado. Coincidencias que nos hacen pensar en la cristianización de modelos anteriores con el fin de ejemplarizar y catequizar. Se tratarían de historias que fueron conocidas en su momento, que se transmitieron entre las gentes a las que impactaron por la importancia de sus protagonistas y que fueron transformadas por la tradición cristiana, con el fin de transmitir ejemplos de martirio o vidas ejemplares. 

Santa Bárbara, cuya fiesta se celebra hoy 4 de diciembre nació en Nicomedia, una ciudad situada en Asia Menor, cerca del mar de Mármara a principios del siglo III. Era hija del sátrapa local de nombre Dióscoro, éste pensó que lo mejor para ella era, encerrarla en una torre con el fin de que no la despistaran con noviazgos mientras preparaba su educación, para ello contrató a los mejores profesores de la época, entre los que se encontraban maestros cristianos, éstos le influyeron para que adoptara su religión. Cuando su padre pensó que ya estaba lista para el matrimonio, se presentó en la torre con el fin de llevársela y dar por concluidos sus estudios y preparación pero, la chica le dijo a su progenitor que su único esposo era Cristo. Dióscoro no entendió aquello pero pronto se dio cuenta que su hija había tomado otros derroteros distintos a los por él planteados. Se la llevó pero Bárbara huyó, dice la leyenda que para darle escondite una roca se abrió en dos y ella se pudo refugiar de las garras de su padre (un mito que nos retrotrae al culto a Mitra). Al final Bárbara fue localizada y ofrecida a los dioses como sacrificio, se cuenta que fue su mismo padre quien la decapitó en la cima de una montaña (otro símbolo bíblico que hace referencia a Abraham) tras lo cual un rayo divino bajó del cielo y alcanzó al fratricida que murió en el acto. 

Julia la Mayor, llamada así para distinguirla de su hija homónima, fue la única descendiente directa que tuvo el emperador romano Augusto, con su segunda esposa Escribonia. Por tanto vivió a caballo entre los siglos I antes y después de nuestra Era. Mientras que Bárbara lo hizo como todas las mártires en el siglo III. Como la pobre anatolia, la vida social de Julia fue severamente controlada por su padre, tan solo se le permitía hablar con gente que Augusto no había vetado.  Sin embargo, Octavio tenía un gran afecto por su hija y le proporcionó los mejores maestros. También estuvo encerrada en una torre. Julia era una chica un poco alegre y gozaba de una vida disipada, su padre cuando se enteró de los escándalos y orgías que la muchacha montaba en Roma, llegó a encerrarla en una torre acusada de adulterio y traición para que recapacitara sola, sin nadie junto a ella excepto el vigilante de la cárcel, pero la buena de Julia no conocía límites y se quedó embarazada del carcelero. 

Como a Bárbara, también su padre quiso casarla contra su voluntad, cosa que consiguió en tres ocasiones; la primera con un sobrino suyo y primo de ella llamado Marcelo. Quedó viuda y acto seguido Augusto la casó con su mejor amigo, el general Agripa que tenía 25 años más que la novia, con todo el matrimonio llegó a tener cinco hijos. Su tercer marido fue el no menos famoso Tiberio, el sucesor de su padre en el Imperium. Se dice que fue durante esta época, cuando Julia  comenzó a hacerse famosa por su promiscuidad antes de que la Ira Regis cayera sobre ella. Cinco años estuvo la pobre hija de Augusto recluida en la isla de Pandataria frente a Nápoles, antes de que su padre la desterrara a la región sureña de Regio Calabria. Julia moriría de malnutrición poco tiempo después que su progenitor, en el año 14 de nuestra era, se prohibió que su cuerpo fuera enterrado junto al de Augusto como castigo a su comportamiento. Sin padre, ni hijos aspirantes al trono, la pobre Julia quedó completamente a merced del nuevo emperador Tiberio, su ex esposo, quien pudo vengarse libremente de las humillaciones con las que le había coronado. Las circunstancias de su muerte son oscuras. Una teoría dice que Tiberio, que la odiaba por deshonrar su matrimonio, la dejó morir de hambre, otra que tras tantas penalidades se volvió loca. También se dice que existe cierto paralelismo entre las vidas de Julia y la de Lucrecia Borgia, pero ese sin duda es otro tema para otro día.


Restos de la ermita de Santa Bárbara en el monte de su mismo nombre en Roncal (Navarra)


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