Marianne Sandvik
Se cumple un mes del atentado de Oslo con coche bomba y de la matanza en la isla de Utoya. La noticia me impactó porque ya tenía preparado y ultimado un viaje a los fiordos para principios de agosto, siempre pensamos que cuando vamos a un determinado lugar de vacaciones siempre pasa algo en ese sitio. El día 2 de agosto llegué a Stanvanger, que es una pequeña ciudad con poco más de cien mil habitantes, situada en el suroeste de Noruega. Puerta de los Fiordos y del petróleo del mar del Norte. A poco de instalarme en el hotel salí a dar un vuelta por el lugar y me encontré con una pequeña pero interesante iglesia románica, cuyo frontal gótico se encontraba plagado de flores, al fondo la fotografía de una joven. Se llamaba Marianne Sandvik, tenía 16 años y era la víctima local que se encontraba ese fatídico día en la isla. He buscado referencias de ella por la red y tan solo he encontrado su enlace en facebook e imágenes de su funeral, que se celebró dos días después de mi estancia en ese mismo lugar.
Dos días después en al ciudad de Bergen (la segunda ciudad de Noruega con casi medio millón de habitantes) me volví a encontrar con un nuevo altar plagado de flores, al otro lado de mi cámara dos chicas jóvenes se encuentran, miran el monumento, hablan, se les nota emocionadas y se abrazan, supuse que una de ellas vivió de cerca los acontecimientos.
La sociedad noruega estaba todavía conmocionada. Oímos una sirena de policía y el guía nos contó que era la primera vez en tres años que escuchaba semejante sonido, ahora parece que se han acostumbrado.
Valga esta entrada como pequeño homenaje a unas víctimas cuya mayoría no habían cumplido los veinte años, en un país donde casi nunca pasaba nada donde dejas algo y ahí te sigue esperando hasta que vuelvas, es sin duda la pérdida de la inocencia.
Dos días después en al ciudad de Bergen (la segunda ciudad de Noruega con casi medio millón de habitantes) me volví a encontrar con un nuevo altar plagado de flores, al otro lado de mi cámara dos chicas jóvenes se encuentran, miran el monumento, hablan, se les nota emocionadas y se abrazan, supuse que una de ellas vivió de cerca los acontecimientos.
La sociedad noruega estaba todavía conmocionada. Oímos una sirena de policía y el guía nos contó que era la primera vez en tres años que escuchaba semejante sonido, ahora parece que se han acostumbrado.
Valga esta entrada como pequeño homenaje a unas víctimas cuya mayoría no habían cumplido los veinte años, en un país donde casi nunca pasaba nada donde dejas algo y ahí te sigue esperando hasta que vuelvas, es sin duda la pérdida de la inocencia.
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