Del tío Narciso al tío Manquico
Jesús Sabaté, al fondo, con el trombón de su abuelo |
He leído que en la localidad
zaragozana de Tabuenca se va a celebrar un certamen oficial de “Comedores de
Albóndigas”. Esta noticia me ha recordado una anécdota referida a un músico de
la Banda de Villanueva de Gállego al que llamaban “Tío Narciso”. Dicen que el
hombre apenas sabía leer y escribir pero que conocía el pentagrama como el más
adiestrado de los músicos. No obstante debía tener cierta habilidad, pues
ejecutaba el bombardino, un instrumento bastante difícil de aprender. Yo he
llegado a ver sonar “el bombardino del tío Narciso” y creo que todavía lo hace.
Dicen que en un pueblo le hicieron la apuesta de que no era capaz de comerse
las albóndigas que cabían en la campana del instrumento, el aceptó y ganó la
apuesta.
Lorenzo Suñer y Lorenzo Salafranca |
Francisco Porta Barceló
recuerda que siendo él un niño fueron a tocar a un pueblo más allá de Calatayud
y que los mozos del lugar les llenaron la tuba de “huevos duros”. En otro lugar
les subieron una vaquilla al entablado, les llegaron a tirar cohetes borrachos
o a chupar limón para que se les llenara la boca de agua y es que, la vida de
los artistas ha sido siempre bastante dura. También es cierto en muchos lugares
se alojaban en las mejores casas del pueblo y eran constantemente agasajados
por el Ayuntamiento. Porta me cuenta que un viaje que en la actualidad se
realiza en media hora, de Villanueva a Castejón de Valdejasa, en los años
treinta del siglo XX costaba casi un día de trayecto.
Durante la República les
ocurrió que estando tocando en Farlete unas señoras les pidieron que tocaran la
Salve en la ermita del pueblo, pero
no llevaban partitura y además estaba mal visto. El tío Evaristo estaba
apurado, así que se pusieron a tocar lo que saliera, al final una mujer se les
acercó y les preguntó ¿Qué clase de Salve era esa? A lo que uno de los músicos
le contestó: La sálvese quien pueda, señora.
En otra ocasión hubo una
huelga y la banda se negó a tocar en el baile del Casino, así que la Ejecutiva
del Centro se vio obligada a contratar los servicios de un vecino de Peñaflor
llamado Cipriano, éste cuando le tocó pasar a Villanueva no pudo porque el río
venía de crecida y el pontón estaba fuera de servicio, así que para burlarse de
él, los de Villanueva le sacaron una canción que dice así:
Cipriano pásame el
río, Ahora no puedo que anda crecido
Cipriano pásame el
piano, No puedo ahora que anda llano
Y respondía:
Si queréis «musícos»
Llamar a los chaticos
Que hace falta un
clarinete, Llamar a Miravete
Que se ha puesto
uno malo, Que llamen a Gonzalo
Parece que suena
bien, Que avisen a Samuel
Si quieren violín,
llamar al tío Crispín.
Si quieren
saxofón, que vaya Benitón.
Si quieren
cuadrilla, que toquen los Pradilla.
Y para bailar, las
hijas de Aguilar.
Así, uno a uno se iban
desgranando el nombre e instrumento de los de Villanueva
Joaquín Urbén, en el centro, tocando el instrumento de su abuelo Narciso
Durante la Guerra Civil la banda
de Villanueva fue agregada a la Falange y a sus órdenes bajaron a la piscina de
las Palmeras, en el cabezo de Buenavista, para tocar en una fiesta organizada
para los pilotos alemanes, Francisco Porta cuenta que se levantó una tormenta que
invadió de agua todo el recinto, sin embargo «nos vino muy bien porque nos
sacaron un montón de bandejas con banderillas de langostinos». También entonces
se organizó algún baile en el casino para “jefes y oficiales”.
Pero la historia que más me ha
gustado siempre de los músicos villanovenses es la de Vicente Serrano. Era
conocido por el “tío Manquico” y es que cuando contaba con apenas 10 años
sufrió una caída de un burro que le dejó deformado un brazo, Vicente aprendía
música y tenía mucha ilusión, así que cuentan se le modificó un trombón, que
era su instrumento preferido, para que pudiera seguir ejecutando en la Banda, y
así se hizo.
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