San Miguel, Jerónimo Borao y el Diablo
Parte superior del pórtico de la iglesia zaragozana de San Miguel de los navarros, rematada por el grupo escultórico de San Miguel venciendo al Diablo, obra de Félix Oroz |
Hoy es San Miguel Arcángel y me he acordado porque he pasado por delante del retrato que hay en el Paraninfo de la Universidad, del que fuera rector de la misma en la segunda mitad del siglo XIX don Jerónimo Borao y Clemente, uno de los intelectuales más liberales y progresistas que había en la ciudad por entonces el caso es que rápidamente, lo he relacionado con una leyenda existente en Zaragoza según la cual, el bueno de don Jerónimo aparece representado en un conjunto escultórico que se levanta sobre la portada de la iglesia zaragozana de San Miguel de los Navarros y en el que aparece el Arcángel pesador de almas con el demonio a sus pies pues bien, según esta tradición la cara del ángel caído, es la representación de la del rector mañífico.
Según cuenta don Juan Moneva Puyol en sus Memorias, este grupo escultórico en el que aparece San Miguel con el diablo a sus pies es obra del escultor bilbilitano Gregorio de Messa, quien llevó a cabo la obra a finales del siglo XVII. Dos siglos más tarde (hacia 1860) el pobre diablo tuvo que sustituirse a consecuencia del deterioro provocado por el paso del tiempo, encargándose de la maléfica reparación el escultor aragonés Félix Oroz Libaros. Según se cuenta, Oroz y Borao habían estudiado en el colegio de los Escolapios, aunque el artista era siete años mayor que el catedrático, el caso es que éste tenía de pequeño, fama de travieso. De manera que por las travesuras que hacía de estudiante, los padres escolapios decían siempre "que diablo es este Jerónimo". El caso es que a Oróz no se le ocurrió mejor idea que basarse en el rostro de don Jerónimo para rematar la figura del demonio. Alguien se dio cuenta enseguida de la similitud entre el Rector de la Universidad y la del Lucifer de los navarros y la cosa comenzó a correr por una ciudad que por entonces contaba con escasos 50.000 habitantes y es que Zaragoza, era un pueblo. El caso es que la noticia llegó incluso a oídos de la mismísima madre de Jerónimo, quien ofendida se lo reprochó al escultor. Quien le contestó: "No hay ofensa en esto señora; cada artista se representa de un modo particular, a cada ser incorpora a quien ha de dar figura humana y yo, represento al diablo en la figura de Jerónimo; sólo tengo que agregarle el rabo” a lo que añadió; “Las tufas de la cabeza y la perilla se las traen; de los cuernos señora, esos son del diablo solamente".
Félix Oroz fue un popular escultor zaragozano nacido en 1813. Durante su juventud ejerció un oficio mecánico hasta que terminada la primera guerra carlista, en la que participó se matriculó como alumno en la Academia de San Luis de su ciudad natal, llegando a ser director de las Escuelas municipales de dibujo. Durante su vida se dedicó a la restauración de varias iglesias zaragozanas como la de San Pablo, los púlpitos de la catedral de Huesca, la conclusión y colocación, por encargo de su amigo Ponzano, en la basílica del Pilar del mausoleo del general Ena, así como diferentes figuras para los pasos de Semana Santa, por encargo de pueblos de la provincia. También realizó figuras para las comparsas de gigantes y cabezudos de Zaragoza. En 1872 fue nombrado unánimemente académico de la de San Luis de Zaragoza, por «el especial ingenio que revelaban las obras procedentes de su fácil cincel y la popularidad que las mismas se granjean». Falleció en 1876 en la localidad zaragozana de Maella.
Jerónimo Borao, según un cuadro que se conserva en la galeria de rectores del Paraninfo |
Jerónimo Barao y Clemente nació en Zaragoza en 1821, quedó huérfano a los quince años y a los diecinueve, estudiante todavía comienza a escribir en el semanario zaragozano La Aurora, que agrupa bajo título tan significativo a la juventud liberal y romántica zaragozana de la época, una generación que también va a impulsar y representar en las décadas centrales del siglo, una conciencia de identidad aragonesa que se considera compatible con la construcción del estado liberal y de la nueva nación española y una lectura del pasado aragonés que propone “los Fueros” y la antigua “Constitución” aragonesa como modelo; tanto para la limitación del poder monárquico como para la democratización política en vísperas de 1868 y de la elección popular del monarca saboyano, como tradición histórica en la que se debe fundamentar la constitución política de la nación española. Se licenció en Derecho en 1843 por la Universidad de Zaragoza en la que obtuvo la cátedra de Literatura General y española en 1847 y cuyo rectorado ocupó durante tres mandatos, falleciendo en el ejercicio de su cargo en 1878.
Los sucesos revolucionarios de 1848 le llevaron a pasar algunos meses en la prisión de Valencia. El catedrático Borao participó destacadamente en la Revolución de 1854 en Zaragoza, de cuya Junta revolucionaria fue secretario antes de ser elegido diputado para las Cortes constituyentes del Bienio Progresista, por la circunscripción zaragozana. Repitió como diputado en las Cortes constituyentes de 1868 a 1872 y en las de la Restauración entre 1874 a 1878. Escribió una de las primeras historias de la Universidad de Zaragoza (1869). Fue académico correspondiente de la Real Academia Española y de la Historia. Cultivó la poesía lírica y reflejó un romanticismo histórico con carácter regionalista. Publicó piezas dedicadas a Lanuza, Azara, Los Fueros de la Unión, Alfonso el Batallador, etc. De singular valor filológico es su Diccionario de voces aragonesas en los que recogió casi 3.000 términos aragoneses, que fue publicado en 1859 y que sigue siendo un referente hoy día. Borao es uno de los mejores representantes del romanticismo literario y de la cultura política liberal en Aragón. Tan romántico como profundamente liberal, fue uno de los mejores exponentes de la burguesía intelectual y profesional de mediados del siglo XIX en la región. Sus convicciones y prácticas políticas liberales le llevan a ser un significado dirigente del Partido Progresista y, como muchos de sus paisanos zaragozanos, un entusiasta partidario del general Espartero. Liberal, progresista y revolucionario, además de ser un intelectual, no es extraño que don Jerónimo fuera visto por aquella sociedad provinciana de mediados del XIX no ya como un diablo, sino como el mismísimo Lucifer, sobre todo a los ojos de la Religión. Quizás Oroz, guiado por cierta socarronería aragonesa, prefirió plasmar en el grupo escultórico de San Miguel no ya la figura que del propio Borao, sino las ideas que éste representaba, inspirado tal vez en viejos escultores y pintores de la Edad Media que reflejaban en sus obras, rostros que ellos conocían y que simbolizaban virtudes y pecados.
Comparativa entre el retrato de Jerónimo Borao y el Diablo de Félix Oroz |
Comentarios
Publicar un comentario