miércoles, 22 de octubre de 2025

Salvemos la abeja del Pilar


He leído que Patrimonio (no sé si de la DGA, del Ayuntamiento o Nacional) quiere hacer desaparecer la abejita del Pilar, es decir, aniquilarla dejando un agujero feísimo y un destrozo mayor al que puede existir ahora. Estaba el animal tan tranquilo en su “esquinica”, sin molestar a nadie desde hace casi un año, según cuentan, hasta que saltó la noticia de su existencia. Lo cierto es que la pobre no encierra ningún mensaje oculto de la Kábala, ni siquiera posee un significado exotérico o una referencia antirreligiosa. La abeja es símbolo de laboriosidad, entrega, constancia y trabajo gracias al cual, han ardido tantas velas durante siglos dentro de la Basílica. Hay que recordar que en el frontal del púlpito del Paraninfo en la Universidad de Zaragoza, debajo del atril donde se pronuncian las lecciones magnas, hay una abeja labrada en la madera y es que algo tendrá la “Anthophila” cuando la bendicen. Los templos católicos están llenos de figurillas y elementos profanos e incluso irreverentes no solo en sus fachadas, sino también en el interior de sus muros y que han sido labrados por manos en ocasiones anónimas. Éstos, se han convertido en símbolos de esos mismos edificios como el “Papamoscas” burgalés o el “astronauta” salmantino. No sabemos quién puso ahí a la abejita, ni tampoco sus razones pero sí, se tomó la molestia de que no desentonara con el basamento caracoleño del templo, aunque el cemento que la rodea, no le haga mucho favor al animal. La abeja del Pilar no hace ningún mal, ni ningún daño a nadie y se ha convertido en un nuevo lugar de atracción turística para la ciudad e incluso el Cabildo, dice que no le importa la existencia de la abejita pilarista. Pues entonces ¿Por qué hay que eliminar de ahí el insecto? ¿No han pensado en que puede ser peor el insecticida que la mosca? ¿No hay cosas más importantes de las que se tenga que preocupar Patrimonio? Que de este pobre animal. “Salvemos la abeja del Pilar”.

1 comentario:

  1. La Vid Mistica, del siglo XII, atribuida a san Bernardo, el «doctor melifluo», dice que las abejas «.. son imagen de las almas que saben y pueden elevarse con las alas de la contemplacion, que se separan, por decirlo así, de sus cuerpos, igual que el industrioso insecto abandona su colmena para volar hasta el jardín de las celestiales voluptuosidades. Allí encuentran reunidas todas las flores como en el más rico de los tesoros, y saborean sus ricas delicias.
    »Ese jardín es el Paraíso, pues se dice en el Cantar del Amor: El fruto de tu seno, fecundísima Virgen María, es el paraíso.
    »Del seno de la Virgen María, en efecto, salió el paraíso, ese jardín de las delicias, adornado con todas las flores, enriquecido con todos los frutos; pero primero busquemos, contemplemos esas flores, recojamos y saboreemos su jugo. Conviene que nosotros, abejas espirituales, busquemos la miel que mana de la piedra, conforme a las palabras del profeta: porque ese Cristo que es un paraíso de delicias es también esa piedra misteriosa».

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