Noviembre, Brumario


Heme aquí transportado de la noche a la mañana a mi escondido valle
de Veruela; heme aquí instalado de nuevo en el oscuro rincón del cual salí por
un momento para tener el gusto de estrecharos la mano una vez más, fumar un
cigarro juntos, charlar un poco y recordar las agradables, aunque inquietas
horas de mi antigua vida. Cuando se deja una ciudad por otra, particularmente
hoy, que todos los grandes centros de población se parecen, apenas se
percibe el aislamiento en que nos encontramos, antojándosenos, al ver la
identidad de los edificios, los trajes y las costumbres, que al volver la primera
esquina vamos a hallar la casa a que concurríamos, las personas que
estimábamos, las gentes a quienes teníamos costumbre de ver y hallar de
continuo. En el fondo de este valle, cuya melancólica belleza impresiona
profundamente, cuyo eterno silencio agrada y sobrecoge a la vez; diríase, por
el contrario, que los montes que lo cierran como un valladar inaccesible me
separan por completo del mundo. ¡Tan notable es el contraste de cuanto se
ofrece a mis ojos; tan vagos y perdidos quedan al confundirse entre la multitud
de nuevas ideas y sensaciones los recuerdos de las cosas más recientes!

Gustavo Adólfo Becquer: Cartas desde mi celda (1ª carta 1864)

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