El oficio de guia turístico

Alberto Lasheras en el centro, José Luis Ona y un servidor en la Cartuja de las Fuentes (Huesca)


Hace unos meses conocí a Alberto, el guía turístico de la Cartuja de las Fuentes, cerca de Lanaja. Como siempre íbamos por libre, a nuestra bola sacando fotos. Él muy amablemente se acercó a nosotros y nos dijo que podíamos pasar con la visita guiada y después escucharle en el relato que nos iba hacer. Hicimos las fotos del claustro, de la iglesia y al final, muy amablemente nos contó un poco de la historia de la cartuja. Era una mañana fría que él hizo se volviera cálida con su explicación, asertivo, cercano, se interesó por nosotros y cuando vio que nos gustaba aquello, se quiso hacer una foto con nosotros, el hombre estaba encantado.

Digo esto porque creo que la Profesión con mayúsculas, de guía turístico está muy mal valorada y muy poco entendida. A mí me hubiera gustado ser guía turístico, me encanta explicar el significado de las cosas que hay a mi alrededor y alguna vez he intentado hacer algún pinito con más o menos fortuna. Comunicar en definitiva las cosas que sabemos a los demás no para que sepan, sino para que se conozcan y se queden con aquello que les interesa, sin más. Las informadores en monumentos representativos deberían tener una mínima formación, deberían estar si no colegiados, al menos agrupados, intercambiarse experiencias, enseñarse unos a otros como hacen su función y sobre todo deberían tener una preparación adecuada. En su trabajo deben tener psicología y mucho tacto, pues no saben con quién están hablando, ni tampoco a qué han ido esas personas a ver ese edificio. Deberían sobre todo saber comunicar y establecer una empatía entre quienes le escuchan y él. Deben tener algo de actores, de mimos, de entretenedores. También merecen un respeto y hay que tratarlos con la misma corrección con que ellos nos tratan a nosotros, pero no hay que olvidar que ellos son los anfitriones y nosotros la visita y que con las visitas a veces, deben tener cierta mano izquierda porque no es su casa. Ellos no son comisarios, si no agentes del patrimonio cultural, por ello deben saber transmitir el amor a esa cultura que nos muestran y también, deben contribuir a mantenerla. Algo que Alberto nos demostró que sabía hacer a la perfección.

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