El recuento parroquial de 1804 (1)
Gentileza Fidentino Longás e Igear |
Existe un dicho que asegura: “De Pascuas a Ramos” y que hace alusión a la obligación de ir a misa y comulgar, es decir que se aplica a quien acude poco a la liturgia católica o hace alguna cosa cada mucho tiempo. Otro, también muy popular indica: “Cumplir con parroquia” y que hace alusión precisamente a lo que vamos a hablar hoy, de hecho existe un libro de registros eclesiásticos que se llama “Cumplimientos parroquiales”. Los católicos tenemos la obligación de comulgar al menos una vez al año y el día elegido para ello es el Domingo en Pascua de Resurrección. Antiguamente o al menos hasta mediados del siglo XIX, el sacerdote anotaba en una lista todos aquellos que habían comulgado o nó en ese día, constituyendo hoy día un documento censal muy interesante para cualquier investigador, ya que nos permite conocer no solo las personas que vivían en ese municipio o pueblo, sino también y en ocasiones, aparecen datos muy interesantes añadidos sobre la historia o el momento del lugar. Precisamente y en el caso que nos ocupa, estos paleo-censos desaparecieron cuando se institucionalizó el Padrón, el Censo y después el Registro Civil, es decir en los años sesenta del siglo XIX.
El “Cumplimiento parroquial” de 1804 en Villanueva de Gállego es quizás uno de los más interesantes y completos que he encontrado respecto de mi pueblo. Lo descubrí hace muchos años y sigo pensando que es el mejor por la cantidad y calidad de datos que el sacerdote encargado de realizarlo, que se llamaba Antonio Cortés de Bernabé aporta. El Mossen hizo entonces una descripción muy detallada de sus vecinos y de los lugares en que vivían citando de esta manera los barrios Alto, Bajo, Carreta y las “Afueras” que abarcaba el barrio del Comercio y las torres circundantes, datos que adquieren mayor valor si tenemos en cuenta que se realizó justo antes de la Guerra de Independencia y lo que este acontecimiento supuso para la localidad. Según este primitivo censo, a principios del siglo XIX vivían en Villanueva unas 700 personas mayores de 8 años (los menores de esa edad no habían comulgado y por tanto no se contabilizaban aunque, en ocasiones se citaban como párvulos) es decir, que seguramente la cifra era más elevada y podría llegar a los 800 vecinos.
Mossen Marcos Antonio Cortés de Bernabé, confeccionó una “matrícula de cumplimiento parroquial” ocupó el número 33 de los párrocos de la localidad, procedía de una familia de infanzones natural de Huesa del Común. Anteriormente ejerció su sacerdocio en Fuendetodos, se trasladó a Villanueva entre 1803 y 1810 y había ocupado diversos cargos eclesiásticos a lo largo de su vida cómo Examinador Sinodal del Arzobispado de Manila (Filipinas) y del Obispado de Coria del Río (Extremadura) así como Visitador General Eclesiástico del obispado de Barcelona y de la Abadía de Nª. Señora de la “O”. Después de Villanueva pasó a Farlete, localidad en la que falleció en 1812.
Contabiliza Mossen Marcos 127 casas distribuidas entre los conocidos barrios Alto, Bajo, calle del Paso (carretera) y población dispersa, donde se encontraba el anejo parroquial de San Bernabé. En el barrio Bajo existían 48 casas y 203 vecinos; en él estaban ubicados el horno «de cocer pan» y las casas de mayor aspecto solariego del lugar, entre ellas el caserón de los Condes de Faura. La vida del barrio giraba en torno a la calle Mayor y la plaza de su mismo nombre en la que se encontraba la iglesia vieja. Templo por estos años en avanzado proceso de ruina y del que solo se salvaría la torre campanario. Tal es así que unos diez años antes, en 1793, se habían iniciado las obras del nuevo templo parroquial, que no finalizarían hasta 1818 año en que se consagró. A orillas del llamado Camino Real se había extendido un segundo barrio, a mitad de camino de los barrios alto y bajo. La vida giraba en torno al llamado “Puente ancho” levantado sobre la acequia de Candevanía. Dicho Puente suponía un auténtico centro neurálgico de la población y era, en definitiva, el “foro” de la localidad. Se encontraba en la intersección de la calle del Horno, que subía de la Plaza, la carretera y Santa Catalina. En la actualidad se encuentra tapado por las obras realizadas en la carretera. A lo largo del “Paso” se distribuían 38 casas en las que habitaban 151 vecinos. Algunas de estas edificaciones desempeñaban la función de posada o venta donde se abastecía a los viajeros de tránsito hacia Huesca o Zaragoza. En la salida hacia Huesca, se encontraban situadas las llamadas casas del terrero o de la Val de la Bigarda, un conjunto de construcciones abigarradas y muchas de ellas, excavadas en la tierra con tortuosos pasadizos interiores.
En el Barrio Alto se encuentra el núcleo originario del lugar y, por tanto, la zona habitada más antigua. Pocos restos quedan que lo atestigüen, excepto la calle que da nombre a Santa Catalina. Todavía entonces, al final de esta calle y en la parte más elevada del casco urbano se encontraba ubicada la «Hermita de Santa Catalina, cuio eremitorio esta dentro del pueblo». Muy próximo a ésta se hallaba el Calvario, donde «cada viernes de Dolores, por la tarde se va en procesión entonando el Miserere». También, muy próximo a la ermita, se encontraba situado el «Hospital del pueblo». Tenía este barrio 32 casas, la mayoría a mitad camino entre la cueva y la edificación de adobe y tapial en las que habitaban 152 vecinos.
El párroco continúa describiendo la
realidad socioeconómica del lugar, por entonces todavía barrio de Zaragoza.
Defiende que «los vecinos de dicho pueblo tienen tan cortos bienes que
generalmente depende su subsistencia de los fondos que tienen arrendados de los
propietarios de Zaragoza, careciendo aun de este medio las muchas viviendas que
hay en él por la terrible mortandad que ha ocurrido en los últimos años, pues
éstas se ven obligadas a subsistir con el escaso canon o arriendo que les
producen sus pocas tierras propias». Pone como ejemplo la primicia de uvas «que
se paga en dinero» y que se acomoda al resultado de la cosecha, la cual no se
ha podido verificar en los últimos años. Según los registros del Décimo, en
Villanueva se producía, además de la trilogía mediterránea, ganado y cáñamo en
abundancia, además del cultivo tradicional de la morera. Según Ignacio de Asso,
la antigüedad de la cría de seda data, al menos así esta escriturado, de 1202
siendo los términos de Gállego, Rabal y Almozara «donde se hallan repartidos
los principales morerales de la ciudad. La cosecha de seda «se reputa por un
quinquenio en cuatro mil libras». Hasta fechas recientes el cultivo de gusanos
de seda ha sido tradicional entre los niños de la localidad.
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