Rendición de Francisco Pradilla


Hace unos días hablaba desde este mismo blog sobre la vida de Francisco Pradilla, hoy lo haré sobre su obra desde mi percepción personal.
Se ha encasillado tanto su labor en la temática “pintura de historia” que en las universidades, en lugar de hablar sobre él en clase de Arte, se habla en clase de Historia, lo que no deja de ser un hecho curioso. Yo diría que Francisco Pradilla en la Pintura es lo que Benito Pérez Galdós a la literatura del siglo XIX español, es decir si Galdós escribe los Episodios Nacionales, Pradilla los pinta. No obstante ambos se conocieron y fueron amigos, vivieron los mismos años y nacieron y murieron con escasas fechas de diferencia y ambos pasaron la principal etapa de su vida en Madrid.

Pero Pradilla no solo se queda en el reflejo del acontecimiento en si, sino que profundiza en la carga psicológica de los protagonistas, es por tanto un pintor de intrahistoria. Si observamos los grandes cuadros que relatan episodios de nuestro pasado, se dará cuenta de que la escena central siempre aparece enmarcada o narrada por personajes secundarios. Este sucede en la Rendición de Granada, donde el paje que sujeta el caballo de Fernando el Católico nos dirige a la escena del cuadro, lo mismo que el heraldo, caso similar ocurre con Juana la Loca velando el cadáver de Felipe el Hermoso. La escena central del féretro contemplado por su viuda, es seguido por el séquito asombrado pensando en la noche que les espera. La reclusión de esta misma reina en Tordesillas crea un ambiente humano con una infanta que quiere jugar con su madre mientras ésta mira al infinito y es vigilada por las damas de compañía. La habitación aparece revuelta por juguetes y de elementos decorativos de la estancia.
Todos estos recursos son novedosos en una temática que ha tendido siempre a idealizar sucesos del pasado.  Don Francisco es un pintor de pueblo que llega a la gran ciudad y eso se nota en sus obras, sobre todo en el respeto con que trata a la naturaleza, a las escenas campesinas y a la importancia que da al continente; las escenas pontinas, escenas rurales como el mercado gallego o los detalles que aparecen en sus grandes obras, siempre recuerdan ese pasado rural, pero sobre todo la distancia con que trata precisamente los ambientes urbanos del Madrid de principios del siglo XX donde Francisco Pradilla sigue siendo el pintor de la intrahistoria.


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