Enrique Sarto Lázaro
Ha aparecido en el Crónicas del Bajo Gállego en su edición del mes de agosto de 2016, pág. 7
Una reseña en la que se hace eco de un homenaje llevado a cabo en honor al recientemente fallecido Enrique Sarto Lázaro, publicación en la que he tenido el honor de participar a petición de la Asociación de la Tercera Edad de Villanueva de Gállego, en ella he equivocado el nombre del padre de Enrique, sencillamente di por hecho que se llamaba Amado e incluso hablando con Lorenzo, hermano del fallecido, me pareció interpretar que era así, pido disculpas por el error ya que en realidad se llamaba Agustín, (Amada se llamaba su madre) quisiera de paso agradecer la colaboración al hermano de Enrique, Lorenzo y a su sobrino Julio, así como a la confianza que me dio la Asociación y pedir disculpas por el error. Lo que sí que me han confirmado y constatado es que Agustín Sarto Fleta era primo de Miguel Fleta, el tenor aragonés.
Enrique nació en Villanueva de Gállego y aunque su
vida laboral se desarrolló en Renfe, la gente de cierta edad le recuerda por
ser el último colchonero del pueblo, un oficio ya desaparecido como tantos
otros. Enrique cogía sus bártulos e iba a la casa donde le llamaban, allí le
esperaba el viejo colchón de lana; vareaba la lana vieja y la mezclaba con la
nueva, una vez terminada la faena cosía el nuevo colchón, que ya estaba listo
para ser usado hasta el año siguiente y así, durante mucho tiempo era habitual
verle con su bicicleta, sus palos y su mochila donde guardaba su aguja y sus
hilos camino de una cochera o de un patio donde ejercía un oficio que había
aprendido de su madre. Se puede decir que Enrique conocía los secretos de todos
los colchones del pueblo, quizás por eso era discreto, callado, silencioso y
sobre todo amable.
Cuando le llegó la hora de la jubilación, este
hombre intemporal e inquieto, dedicó su labor a la Tercera Edad. Enseguida
encontró un lugar donde poder ejercitar su afición, la Petanca, en el viejo
jardín de la antigua casa del Médico, el actual Consultorio. Espacio que él
cuidaba con especial esmero, cuando no estaba allí lo normal era verle en el
local social de la Tercera Edad, siempre dispuesto a participar u organizar
algo. Atento, amable, discreto, Enrique se fue casi sin decir nada la víspera
del día de San Isidro de este año a los 84 años. Descanse en paz Enrique Sarto
Lázaro.
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