El otro día estuve haciendo fotos al Belén de
Ibercaja, en la plaza Paraíso de Zaragoza y, conforme lo fotografía y era
constantemente observado por el guardia de seguridad que tenía a mis espaldas,
pensaba que ese nacimiento parecía haber sido diseñado por mi paisano, el
mismísimo Francisco Pradilla, o que estaba fotografiando uno de sus cuadros. El
color, con esa calidez tan italiana y a la vez esa sobriedad, (quizás herencia
aragonesa). La sensación de movimiento que humaniza todos sus obras, el
protagonismo de cada una de sus figurillas que giran más, entorno al caballo
negro del Rey mago, que se esfuerza por subir la cuesta, que en el propio
Portal. Esa sensación de respeto y a la vez de crítica que se plasma en nuestro
mejor pintor de historia español. Ese naturalismo que tanto le distinguió en su
obra artística, en definitiva casi una pintura de Pradilla.
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