El discreto encanto de las áreas de servicio


Las áreas de servicio tienen un atractivo especial, me refiero a los restaurantes de carretera que se encuentran generalmente en la entrada de los pueblos, por los que pasa una autovía o una nacional; que comparten espacio con una gasolinera, un polígono industrial cercano o simplemente se encuentran en el centro de la nada en un cruce de caminos. Estos lugares son una especie de microcosmos, de pequeñas repúblicas donde se respira un aire de libertad que no tienen otros recintos de la hostelería. Un espacio urbano y universal en el que cada cual se siente a la vez protagonista y a la vez anónimo. Cuando entras en ellos nunca sabes si te vas a encontrar dentro al mismísimo rey de España, se han dado casos, a un ministro con su escolta, a un diputado con una amiga, a Paquirrín o a la plantilla del Deportivo de la Coruña que va a jugar contra el Valencia. Es más normal que te encuentres a un camionero enamorado de la camarera y que esa es la razón esencial por la que para a comer allí, y no otra. A un grupo de ciclistas que siempre siguen esa ruta para a almorzar en ese restaurante. También puedes encontrarte a unos vecinos del pueblo próximo que bien van en búsqueda de una libertad que en su entorno no encuentran o, se refugian en este bar para conspirar mejor o vete a saber. Cuantos negocios se habrán ventilado en estos lugares, cuantas reuniones clandestinas que luego han trascendido se habrán llevado a cabo, ahora me viene a la memoria las aventuras del ministro Pepiño Blanco o las de algún cargo del PP que se reunía en estos sitios para forzar a alcaldes de algún municipio y sobre todo, cuantas aventuras habrán visto y vivido sus trabajadores. En la cafetería, que suele ser bastante espaciosa, suelen convivir excursiones de clubs parroquiales con grupos de moteros. Familias que van a la playa o a la montaña con deudos que marchan a un funeral próximo o lejano. Clientes habituales con aventureros esporádicos, en definitiva la mínima expresión democrática de un espacio urbano en medio del campo en el cual cada cual espera su turno para ser servido, encontrándote con un Botín comiéndose un bocadillo de calamares con una cerveza, junto con un humilde labrador de la comarca que ha invitado a su mujer para celebrar su cumpleaños porque allí, por 20 € se sirve abundante y bien. Alguien dijo alguna vez que la muerte nos igualaba a todos y yo, siempre he pensado que también nos iguala a todos las áreas de servicio, ¿o no?E

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