Isidoro de Antillón

Busto de Antillón en su pueblo


Isidoro de Antillón y Marzo nació en SantaEulalia del Campo (Teruel) en 1778, falleciendo en la misma localidad en 1814. Estudió en la Universidad de Zaragoza donde se licenció como Geógrafo. Fue naturalista, político, defensor de los Sitios de Zaragoza, miembro de la Junta de Defensa y finalmente diputado en las Cortes de Cádiz en representación de la provincia aragonesa. A los dieciséis años ya obtuvo un premio por su Descripción orográfica, política y física de Albarracín y poco después iniciaba la formación del primer Atlas Español completo. A él se debe el libro Geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (editado póstumamente en Madrid diez años después de su muerte). Fue catedrático del Seminario de Nobles de Madrid hasta la invasión francesa, momento en el que marcha a Zaragoza y posteriormente a Teruel, donde fue el alma de la Junta de Gobierno contra Napoleón. También se vinculó a empresas periodísticas; fundando en 1809 con Quintana el Semanario Patriótico, creando y dirigiendo más tarde la Gaceta del Gobierno en Sevilla y la Aurora Patriótica Mallorquina, en Palma. Tradujo libros de astronomía y aplicó, según testimonio de Godoy, los métodos de enseñanza de Pestalozzi; haciendo un inventario y crítica de las obras hidráulicas realizadas en España hasta principios del XIX. Su mayor afición fue la de paleontólogo y llegó a realizar alguna excavación. Políticamente fue protegido de Jovellanos y de su mano llegó a las Cortes de Cádiz. Impetuoso liberal, fue objeto de un atentado el 3 de noviembre de 1813 al salir de las Cortes, quedando preso al poco del retorno de Fernando VII, muere en Santa Eulalia donde se ha detenido el transporte a causa de su gravedad y porque quiere ver a su madre, cuenta la leyenda que ésta al verle sufrir le dio de beber un veneno que ella conocía y que le causó la muerte fulminante, quedando en su pueblo, donde fue enterrado. En 1823, tras la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis en apoyo de la monarquía absoluta y el fin del Trienio Constitucional, su cadáver fue desenterrado y sus cenizas aventadas al viento. Isabel II concedió a su viuda en 1849 una pensión vitalicia y el título de condesa de Antillón, en reparación de la vesania cometida con sus restos mortales. En su pueblo se conserva un busto en su honor y también la casona donde vivió y murió.



Durante su actividad parlamentaria destacó por su labor en las comisiones de Justicia,
Sanidad, Gobierno económico de las provincias, Acotamiento de tierras, Fomento de la industria, lucha contra la censura y abolición de la Inquisición (a él se debe la defensa del decreto que la prohibió, censurando la delación). Y sobre todo en Instrucción Pública, donde también solicitó la abolición de la “pena de azotes” en todo el territorio nacional y de paso la igualdad de todos los españoles “por arriba”, es decir; si una provincia tenía un privilegio, el resto de la nación tenía derecho a disfrutar de ese privilegio. Todo un personaje que luchó por la libertad y que como todos aquellos que sobresalen fue maltratado y discriminado por la historia.

Seguidamente me gustaría compartir un discurso leído por Isidoro en plenas Cortes de Cádiz con el fin de solicitar el final de los castigos escolares. Se trata de la reunión llevada a cabo el 13 de agosto de 1813, número 941 (págs. 1933 y 34 del Diario de Sesiones; serie histórica).

Niños jugando bajo la atenta mirada del prócer


«Creo que una  de las cosas qué se deben tener en consideración al formar el plan general de Instrucción pública, es la de prohibir a los maestros de escuela el que azoten a los muchachos. Y si nó, dígase» en un apartado posterior dice, en respuesta a otra intervención. «Cuanto estoy bien convencido de que el castigo de azotes es el más degradante para unos niños que aspiran á ser hombres libres» y concluye: «En las islas Baleares hay una ley por la que está prohibido imponer la pena  de azotes a ninguno de sus moradores. Por la Constitución todos los españoles deben ser iguales; por consiguiente, no  puede permitirse el que los habitantes de las demás provincias de la Monarquía sufran la pena  de azotes, sino que debe mandarse que desaparezca desde luego de todas ellas más de lo contrario, las islas Baleares tienen un privilegio  que no tienen las demás provincias».


 

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