San Juan en Añón de Moncayo (Zaragoza)

 

La noche de San Juan y su día en Añón era antiguamente la fiesta más popular, desde el punto de vista etnográfico. No hay que olvidar que el pueblo fue una encomienda de la Orden San Juanista. A pesar de poseer ermita (hoy en ruinas) dedicada al Bautista, este santo no se celebra de una manera más o menos religiosa y ni muchos menos se va en romería. El día más largo del año está cargado de tradiciones seculares como las hogueras o bañarse en la Huecha esta noche. Por este día se solía cantar:

 

“El herrero y el barbero,

el cura y el sacristán,

hacen los hijos a medias

y los parten por San Juan”[1]

 

“Gusanicos de San Juan,

cuéntame los cinco dedos

y vete a volar”[2]

 

Ermita de San Juan junto a la Huecha, en Añón de Moncayo (Zaragoza)


En este día y también por san Jorge se llevaban a cabo la celebración de ritos profanos o religiosos que parecen sacados de tradiciones populares muy antiguas, pertenecientes al mundo de las creencias ancestrales y pre religiosas. Cuentan los añoreros que la noche de San Juan; el agua tiene su mérito o gracia, un poder especial que permite a quien se moja con ella, curarse o prevenir las enfermedades. Al acto de ir a lavarse a alguna fuente o río cercano durante esa noche se le llama “sanjuanarse”, dar o hacer la sanjuanada y todavía pervive la costumbre. La verdad es que el término municipal de Añón está lleno de fuentes y manantiales que provienen del Moncayo. Muchas mujeres aconsejan para estar guapas y sanas todo el año; lavarse la cara antes de salir el sol en alguna fuente, río o al menos con agua dejada al raso esa noche. Otra tradición, muy similar a la de los pueblos del Pirineo consistía en pasar a los niños quebraus[3] por la rama de un guindo antes de salir el sol. La ceremonia debía ser realizada por un  hombre y una mujer que tuvieran por nombre Juan y María y que se pasaban el niño uno al otro con esta oración; “Tómalo María, dámelo tú Juan. San Juan y la Virgen nos lo curarán”. A modo de magia simpática o rezo popular.


 

Los mozos solían hacer ese día las llamadas “enramadas”. Auténticos juicios florales a las mozas del lugar; un rito que nos retrotrae a las costumbres literarias de la Edad Media a través de los Juegos florales e incluso a las Florarias romanas o festivales en honor a la Diosa Flora. Existe una clara simbología que asocia cada planta elegida con una sentencia dictada a la chica que se obsequiaba por ejemplo: Ramas de cerezas o peretes si era de buena conducta, te gustaba o te caía bien. Higuera o matas de habas, si la moza era de cascos ligeros. Chopo si era chismosa. Noguera si estaba amargada. Cardo trompetero o carnuz (animal muerto) si era poco simpática, fea o mal trazada. A lo que la moza agraciada con tal obsequio solía responder: “¡Quien güesos[4] pone, carne busca!”. También ellas solían contestar:

 

A San Miguel me subí

a ver si había algún guapo

como no había ninguno

como me subo, me bajo

(Popular recogida de Paulina Laborda Serrano)

 


Lo normal y acostumbrado era recoger un “ramico”[5] de sanjuanada o hierba sanjuanera (hipérico) con unas pequeñas flores amarillas de dulce olor y colocarlo en los picaportes de las puertas o en un canastillo en las ventanas sobre todo de las novias, hermanas y primas. Recientemente, las calles de Añón han vuelto a ser adornadas con flores ubicadas en los lugares más insospechados o en aquellos sitos más significados del pueblo, ha sido una iniciativa tomada por algunas jóvenes añoreras que han querido dar un poco de color a las calles de su lugar, de esta manera han recuperado una tradición que no merece perderse.


Fuente de Morana en Añón


La vigilia de San Juan tiene también gran importancia medicinal, pues es el momento más indicado del año para recoger hierbas con fines curativos. Costumbre que demuestra la importancia de la medicina popular en la sociedad antigua y sobre todo en Añón, donde existe una rica variedad de flores y plantas silvestres: después de ver salir el sol la madrugada del solsticio de verano, se cogía la enramada o el ramo con una serie de hierbas que se bendecían en la iglesia y luego se ponían a secar. Se guardaban todo el año utilizándolas en forma de infusiones medicinales, cataplasmas o sahumerios para las personas y animales enfermos y es que pasearse en los meses de mayo y junio por el Moncayo florido es un placer para la vista.

 

Decoración floral actual en Añón (Gentileza de Titín VG.)

 

Documentación:

Bajén García, Luis Miguel & Mario Gros Herrero. La tradición oral en el Moncayo Aragonés, (Colección Martín Cortés: Archivo de Tradición oral, vol. 2) Diputación Provincial de Zaragoza 2003

Moneva y Puyol, Juan. (Edición de José Luis Aliaga Jiménez) Vocabulario de Aragón, Cuadernos Jen-Joseph Saroihandy, Xordica Editorial. Zaragoza 2004.

Nicolás Peralta y su esposa Paulina Laborda. 



[1] Coplilla popular y tradicional

[2] Mariquitas

[3] Moneva Puyol, op. cit.: Herniados

[4] Güesos: huesos

[5] Ramico: ramo pequeño, utilización del sufijo “ico” tan tradicional en la ribera del Ebro, tanto en Zaragoza como en Navarra y Rioja.

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