Rendición de Granada


Hace poco tuve la oportunidad de observar en el palacio del Senado de España en Madrid, la obra de mi paisano Francisco Pradilla Ortiz La rendición de Granada. Cualquier comentario sobre el cuadro en cuestión queda pequeño ante su visión que sencillamente es impresionante. La técnica, el mensaje, el simbolismo de la obra dan para más de una entrada la obra en sí, y también para un libro. Según la web del Senado: “es sin lugar a dudas, la joya más preciada de la pinacoteca que se guarda en el Palacio y seguramente también, la más espectacular y asombrosa que un pintor español llevó a cabo dentro del género durante el siglo XIX”. “Su fastuosidad escenográfica y la minuciosidad descriptiva hacen que este cuadro, trascienda ampliamente los valores estrictamente plásticos que su autor fue capaz de alcanzar, en una de las obras capitales de la pintura española de todos los tiempos”. 

Francisco Pradilla recibió el encargo para realizarla a través del presidente de la Cámara Alta, el marqués de Barzanallana quien le dirigió una carta con esa intención el 17 de agosto de 1878, unas semanas después del resonado triunfo que había obtenido con Doña Juana la Loca en la Exposición Nacional de ese año y donde había recibió una merecida medalla de honor. El lienzo en cuestión, representa la entrega de llaves de la Alhambra de Granada por parte de Boabdil a Fernando el Católico (Isabel I no estaba presente en el momento histórico aunque el artista la añadió). La escena representa entre otras muchas cosas una alegoría a la unidad española y una reconciliación entre españoles de diverso signo algo que en sí, buscaba también el sistema canovista de la Restauración. 

Pradilla logró conseguir los datos más precisos sobre el paisaje, la arquitectura e incluso el ambiente atmosférico que necesitaba para la escena, aspecto esencial dentro del naturalismo pictórico que tanto preocupaba al pintor aragonés. Por ejemplo; la corona y el cetro de la reina Católica son los que se conservan en la Capilla Real de Granada; o la espada del monarca nazarí es la que se guarda en el Museo del Ejército de Madrid). Se conocen varios estudios previos para la realización de la obra en los que se demuestra el metódico esfuerzo llevado a cabo por el artista hasta alcanzar un resultado final tan extraordinario y también copias posteriores que avalan la admiración que ésta suscitó desde el primer momento. “Desde un punto de vista formal, la obra evidencia la insuperable habilidad técnica de Pradilla para reproducir, con la máxima fidelidad las cualidades de las cosas: desde la indumentaria a la naturaleza, desde los animales a la arquitectura, todo tiene la calidad sensorial que visualmente se le supone, en un alarde tan fastuoso que llega a ocultar cuanto de decorativismo y artificiosidad puede haber en la escena”. Contrariamente a lo que dice la web del Senado y es una opinión personal, no creo que los rostros de la familia real sean monótonos sino más bien todo lo contrario, detallan muy bien sus rasgos fisiológicos e incluso psicológicos; desde la cara de satisfacción de la soberana, al rostro un tanto indiferente del príncipe de Asturias, la imagen del Gran Capitán o es supuesto auto retrato del pintor entre la corte cristiana. Por otra parte “los detalles del primer término, el barro del camino del que surge en el centro de la escena la flor de la granada o las matas de hierba, los brocados, las túnicas o las armaduras de los ejércitos que aguardan y hasta las nubes, están ejecutados con una maestría y jugosidad tal que por sí solos, bastarían para acreditar a un gran pintor”. Se ha querido ver en la obra cierta similitud con el de la Rendición de Breda, pintado por Velázquez y de quien Pradilla era admirador y seguidor en muchos de sus pasos, en este caso las lanzas de han sustituido por cipreses y árboles que dan profundidad a la escena y enlazan los diversos espacios del cuadro rompiendo la monotonía una vez más. Por otra parte, Rey Católico tiene algo de Ambrosio de Spínola. 


En carta remitida al marqués de Barzanallana por el propio Pradilla, éste se expresa en los siguientes términos: “yo no estoy contento sino de la tonalidad del aire libre como conjunto, de haber conseguido detalle dentro de éste y de la disposición general como perspectiva exacta y como ceremonia”. Pero para el pintor, el sentido realista “no excluía la poesía y la grandeza con que se nos presenta envuelta la Historia”. 

El cuadro fue terminado en Roma y enviado desde allí al Senado con una carta en la que se hace una pormenorizada descripción de la pintura que resulta indispensable para entender no sólo la pintura en sí, desde un punto de vista iconográfico “sino las aspiraciones de Pradilla por impresionar a sus comitentes”: Mi composición, dice “es un segmento de semicírculo que el ejército cristiano forma desplegado, paralelo a la carretera. En la planta supongo que en medio del semicírculo, están situados los caballeros, teniendo o guardando en medio a las damas de la Reina; ésta, el Rey y sus dos hijos mayores están situados delante y en el centro del radio, con los pajes y reyes de armas a los lados. El Rey Chico avanza por la carretera a caballo hasta la presencia de los Reyes, haciendo ademán de apearse y pronunciando la sabida frase “estas son las llaves de la Alhambra que le entrego con todo lo que en ella hay dentro”. El Rey Fernando le contiene. Con Boabdil vienen a pie, según las capitulaciones, los caballeros de su casa. Supongo el diámetro del semicírculo algo oblicuo a la base del cuadro y esta disposición permite, sin amaneramiento ni esfuerzo alguno, se presenten los tres Reyes al espectador como más visibles. 

Hay que tener también en cuenta el contexto en que se lleva a cabo la realización del cuadro. España acaba de vivir una guerra civil, la III Carlistada en la que había participado el propio monarca Alfonso XII, contra su pariente Carlos VII y todo ello dentro del convulso período del Sexenio Revolucionario que abarcó entre 1868 y 1874 y que terminó con el golpe de Estado del general Martínez Campos y la restauración borbónica. Francisco Pradilla nos lanza un mensaje de reconciliación, de optimismo, de mirar el futuro sin rencores pasados. Es un cuadro muy distinto al de Juana ante el cadáver de Felipe el Hermoso, donde lo que aparece es desesperación, angustia, tristeza y sobre todo incógnita ante el futuro incierto, Juana en este caso es la misma “España sin ventura”. Existe un dato curioso que muy pocas personas conocen, Alfonso XII era un profundo admirador de Fernando el Católico, a quien llamaba Fernando V y de Fernando III el Santo e incluso, quería que su heredero se llamara Fernando, en este caso IX (tal como dejó escrito en sus memorias la princesa Pilar de Baviera, hija de la infanta Paz y por tanto hermana de rey español) es más Alfonso XIII fue llamado así por voluntad de su madre aunque como tercer nombre llevaba el de Fernando, detrás del de León en honor al Papa. Uno de los hijos que el monarca tuvo en sus amoríos con la cantante de ópera Elena Sanz se llamaba así, Fernando. Nació en Madrid el 28 de febrero de 1881 y falleció en Pau (Francia) el 8 de enero de 1925. Destacó en el ciclismo amateur de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Participó en los Juegos Olímpicos de París 1900 representando a Francia y logró la medalla de plata en la prueba de sprint masculino.  

Fotografía: gentileza de Manuel Vigo Monterrey

Acotaciones al texto de Carlos Reyero Hermosilla, dentro del libro "El Arte en el Senado", editado por el Senado, Madrid, 1999, págs. 294, 296 y 298).



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