Un polvorín en la Cartuja


Alberto Lasheras tras enseñarnos el horno, nos pasó a una estancia contigua que a mano derecha daba al patio del edificio de obediencias y a mano izquierda a una escalera por la que se baja a la bodega de la cartuja de las Fuentes (Sariñena) por él me enteré de que el hermano bodeguero era el único cartujo que tenía licencia para emborracharse. La explicación lógica era que por su trabajo, tenía obligación de catar todos los caldos que entraban en aquel recinto y dar el visto bueno para dedicarlos a la consagración en la misa. 

Durante la Guerra Civil y sobre todo en la ocupación republicana, este lugar fue convertido en polvorín y de ese momento se conservan las zanjas con una profundidad media de 1’5 metros y 80 centímetros de ancho que se hicieron para almacenar armamento. Sorprende la solidez del edificio pues y a pesar de excavar alrededor de las columnas del recinto, éstas no se han resentido, al menos hasta el momento.ç









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