Contrucción de la Torre Nueva en Zaragoza
La Torre Nueva de Zaragoza sigue siendo noticia aun 130 años después de su desaparición y en estos últimos tiempos más, con el nuevo proyecto de neo-construcción. Lo cierto es que para Zaragoza y no solo la capital del Reyno, sino también para otras zonas aledañas, la Torre Nueva es un símbolo y un trauma que a muchos aragoneses nos es muy difícil de superar, hay que tener en cuenta que este monumento fue el más fotografiado y representado en el siglo XIX junto con el Pilar.
Estos días, intentando documentarme sobre el tema, me he encontrado con un Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, publicado en enero de 1892 y en el que aparece un informe redactado por una serie de arquitectos y especialistas que, a petición del Ayuntamiento de Zaragoza realizaron una visita a la torre antes de su desaparición, con el fin de evaluar su estado. El documento está dividido en dos partes; la primera dedicada a la historia del monumento y la segunda al estado de la misma.
Corría el año 1504 cuando el entonces arzobispo don Alonso de Aragón, hijo de Fernando el Católico pensó que sería una buena idea erigir en el centro de la ciudad de Zaragoza, una torre reloj-campanario que sirviera para que los vecinos de la misma supieran en que hora del día se encontraban y que el sonido de sus campanas avisaran a los labriegos que trabajan en la extensa huerta que rodea la ciudad y a los viajeros que llegaban a la misma el tiempo que acontecía. La idea gustó al rey; pues era similar a las de horas ciudades europeas que tenían su “torre del reloj” y aprobó la iniciativa de su hijo y de los jurados maños. La magna obra fue encargada al arquitecto Gabriel Gonvao y a los maestros: Juan de Sariñena, Ince de Gali, Ezmel Balladaz, y el Maestre Monferriz (cristianos, y moros). El lugar elegido fue en un angosto espacio junto a la iglesia de San Felipe, donde se unía la calle que enfilaba hacia la muralla romana de la ciudad (actual calle de la Torrenueva) y la del Temple.
La construcción duró quince meses, para
ello se empleó ladrillo a cara vista sentado con aljez. Era un edificio mudéjar
representativo del arte civil cuya base octogonal tenía unos 12 metros de
diámetro. El muro alcanzaba un espesor de 4 metros y la altura total de la
torre era de unos 80 metros sin el chapitel, con este adorno sobrepasaba los
100. Poseía 4 pisos y su base en principio tenía forma de estrella de 16 puntas
que más tarde se reforzó, por miedo a que se cayera con una base octogonal
mucho más robusta. Se dice que fueron las prisas al montar la base que no
dejaron secar los cimientos y uno de los lados fraguó peor, tomando la torre
una inclinación hacia esa parte. Se dice que fue la solera que se secaba antes
por la parte suroriental que por la norte más de umbría, y es que la torre se
encontraba en el extremo noroeste de plaza, es la esquina de dos edificios que
a su vez hacían sombra. El caso es que comenzó a inclinarse levemente hacia el centro
del a plaza (el caso de la Torrenueva no es el único en Aragón, existen otros
casos y alguno incluso muy cerca de este edificio, en un extremo de la plaza
del Pilar, en la iglesia de San Juan de los Panetes). Según los entendidos de
la época; hasta los 2,5 metros del suelo la torre descansaba sobre su eje pero,
desde esa altura hasta los 50 metros se inclinaba para en su tramo final,
continuar vertical. Haciendo con esto un prodigio de la gravidez con casi 3
metros de desviación sobre la vertical del edificio. Nunca se consiguió
corregir el error, lo que la hizo muy conocida en toda España y protagonista de
relatos y pinturas. Las campanas se colocaron en 1512 y el encargado de
fundirlas se llamaba Jaime Ferrer.
En total, la obra costó 4.688 libras jaquesas y 10 sueldos. Para su ejecución
se contó con los recursos del impuesto de las sisas que era una especie de IVA
en la época y es que, no hay nada nuevo bajo el sol. Lejos de sentir rechazo la
obra en sí, rápidamente conquistó a los zaragozanos y a quienes les visitaban,
causando admiración y cariño por la edificación hasta que llegó la piqueta del
siglo XIX.
La imagen de la izquierda corresponde
a un azulejo procedente de la Torre Nueva, en el centro una comparativa del
campanario de san Felipe con la longitud de la Torre Nueva, ésta le saca casi
un cuerpo de altura. A la derecha el reloj que todavía se conserva en el museo
de la Torre Nueva en Casa Montal, situado muy cerca del lugar donde se
levantaba el monumento, en la misma plaza.
Plano de situación de la Torre Nueva y su relación con la plaza del Pilar |
Siguiente imagen: A la izquierda la
Torre y a la derecha plano en alzada con sus secciones, realizado por Daniel Villar Martín en su trabajo fin
de Grado, realizado en 2017. |
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