En busca de la torre de Juncería

Imagen invernal de la torre de Juncería, actual torre de Guallart


Dentro del proceso colonizador llevado a cabo en los años posteriores a la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador, de la que ahora se cumplen 900 años y la consolidación del llamado Regnum Cesaragustanum, tiene vital importancia el trabajo llevado a cabo por las órdenes religiosas, sobre todo el Cister. Estos monjes, provenientes de la reforma cluniacense llevada a cabo a mediados del siglo XI, se expandieron por los territorios aragoneses gracias al apoyo reiterado de sus monarcas que encontraron, en su ideal de convivencia, una manera de realizar la tarea colonizadora y repobladora de sus territorios, no sin grandes recelos de las órdenes militares tan beneficiadas en el Testamento del Batallador. Hacia 1150 un ricohombre de ascendencia francesa, Gerard de la Marque, decide otorgar unas tierras de las que era señor, próximas a Burjazud y situadas entre el cauce de Rabal y el río Gállego, a la orden cisterciense. Esta noticia la recoge Gerónimo Zurita en sus Anales. Según el cronista fue el 17 del mes de marzo de 1153 cuando se fundó:

«...el monasterio de la casa de Junquera de los monjes de la orden de Cistel, que estaba en el territorio de Zaragoza, entre el lugar de Barjazut y el término que llaman de Mezalar...»

La torre desde el norte

Parece ser que éstos, a su vez, ya estaban asentados en el santuario de Nª. Sra. del Salz, en las proximidades de la vecina localidad de Zuera, quizás sobre la fortaleza de Salcey que delimitaba por el norte el distrito de Zaragoza que en su día marcó Ramón Berenguer IV. También poseían algunas tierras en Villanueva en el momento de la donación testamentaria, más concretamente partidas en la zona conocida por “Mezalar”. Más tarde en 1166, el arzobispo de Zaragoza Pedro Torroja otorgó a los monjes beneficios del Diezmo en todos sus territorios y en especial los de Juncería y Mezalar, que hasta esa fecha habían disfrutado los canónigos de San Salvador de Zaragoza (la Seo catedralicia):

«...desde un brazal de riego captado de la Acequia Mayor, hasta el Gállego, en la cabecera del soto de Mezalar, hasta la almenara de Burjazud y en otro sentido, desde la acequia mayor hasta el Gállego...»[1]

La acequia mayor que se cita en este texto, es sin duda alguna el llamado Término de Rabal. El brazal de riego captado desde la acequia mayor al Gállego puede ser el aliviadero que todavía exista de esta acequia, que nace en el Barrio del Comercio y muere en el Gállego a la altura de la actualmente conocida por “peña del Cuervo” sobre el azud de la acequia Urdana. El soto de Merzalar podría estar situado en la finca de la actual torre del Bayle (donde se encuentra el citado azud) y cuyos terrenos se encuentran situados bajo el término conocido por Merzalar. Hasta el siglo XIX éste era un lugar lleno de sotos y espesura. La “Almenara de Burjazud” podría haber estado ubicada muy fácilmente donde luego se levantó la ermita dedicada a la virgen de este donde y donde todavía existe un puente que cruza la acequia de Rabal que se llama “puente de la muela” seguramente en relación con algún primitivo molino que pudo existir en esa zona. En el centro mismo de toda esta extensión de tierra ribereña al Gállego y junto a un camino general que atraviesa la huerta en dirección hacia Peñaflor se encuentra la actual “torre de Guallart” un gran edificio que bien podría había correspondido o en su día levantado la abadía de Juncería.

Foto aérea captada en 1927 donde aparece sobre plano la torre de Guallar, entonces llamada Fábrica de Papel de Estremera: En el extremo derecho del recuadro el largo paseo que unía la torre con el río (en la actualidad casi desaparecido). En la zona superior del recuadro el camino que viene de Villanueva y que atraviesa los cauces de Cascajo y de Rabal que hace una pequeña curva arbolada alrededor del edificio, que aparece en el centro del cuadrado señalado en rojo

Alfonso II en 1169, confirió derechos señoriales al Cister sobre el término de Avariés, cercano a Almudévar y próximo a los actuales llanos de la Violada. Gracias a este reconocimiento, los abades de Juncería otorgarán cartas de población en diversos lugares. Mª Luisa Ledesma menciona las concedidas en 1166 a Pedro Capablo para la fundación de una granja en la localidad de Alborge y en 1197 para la repoblación de la localidad de Jaulín entre otras diversas cartas puebla[2]. Los reiterados apoyos no solo vinieron por la nobleza y el alto clero, sino también por los infanzones que repoblaron el valle del Gállego. En 1995 Esteban de Burjazud dejó al monasterio:

«...el campo que está en el término de Borgiazud que tiene una parte con el campo de D. Gassion Zapatero y en la misma parte un brazal de riego para dicho campo, así como los dos junto a Santa María de Juncería entrego a los monjes para oraciones por mi alma...»[3].

Otra importante donación fue la realizada por el obispo de Huesca, Pedro Fernández, quien les concedió los lugares de Escatrón y Aylés. A las cercanías del primero, en noviembre de 1202:

«…se mudaron los monjes Bernardos de Villanueva, al lugar de Roda, junto al Ebro»[4].

Entre las razones de esta marcha estarían, sin duda, la competencia colonizadora; ya que en la zona ya existía una notable presencia cristiana y una fuerte implantación agrícola, algo incompatible con la Orden que pretendía encontrar lugares aislados y recónditos para llevar a cabo sus tareas. En 1223 se cita «Patrón de Orto y arrienzo, monachis de Domo Juncería»[5]. Seguramente la influencia de los monjes bernardos todavía estuvo presente un tiempo más en la zona. Los cistercienses llevaron a cabo una intensa labor colonizadora en sus territorios. Mediante granjas mantenidas por hermanos legos quienes cultivaban cereales como el trigo y la cebada, árboles como el olivo, higueras, nogueras, almendros y viñedos. En un régimen de autarquía criaban ganados, elaboraban vinos y licores, aceite, pan y miel. Poseían diversos tipos de molinos harineros, aceiteros, almazaras. Explotaban la miel y poseían neveras para la conservación de sus productos[6]. Muchos de estos elementos característicos, todavía se pueden observar en las cercanías de la actual torre de Guallart. Por ejemplo, un elemento (característico) del paisaje villanovense son los numerosos abejares que todavía se conservan y es que, la torre de Guallart, a mediados del siglo XIX, poseía 16 colmenas con 4 pies o vasos cada una y unas 150 Has., de tierra cultivable, en su mayoría regadío (excepto 8 cahices en secano donde poseía diversos corrales)[7]. Todavía en la Sarda villanovense existe un corral llamado “de Guallart”.


En 1461 aparece citada la “torre de Juncería” bajo dominio de Dª. Leonor Ximenez de Salanova[8]. Manuel Pedraza rescata de un documento fechado en 1508 una descripción de la “Granja de la Junquera” en los siguientes términos:

«un molino harinero, otro de papel, un edificio rodeado por campos y soto de la granja, para acceder a la misma es necesario cruzar un puente de Cascajo, un segundo en Rabal y un tercero que está dentro de la misma granja» en el cual era necesario abonar un “pontaje”[9].

Todos estos datos hacen referencia al actual acceso a la torre de Guallart desde el camino que viene de Villanueva de Gállego que cruza un puente sobre la acequia de Cascajo que nace muy cerca de allí, otro sobre la de Rabal (madre de Cascajo) y un tercero que haría referencia al paso hacia Peñaflor, ya junto al río.

Acceso a la torre desde Villanueva sobre el paso de Rabal, entre el pueblo y el rebaño se encuentra la acequia de Cascajo

Más información:

Del autor: Villanueva de Gállego, un lugar en la Huerta. IFC. 2008


[1] Concepción Contel Barea. “El Cister zaragozano en el siglo XII: abadías predecesoras del monasterio de Santa María de Rueda”, Institución Fernando el Católico. Zaragoza 1966, págs. 60-65.
[2] Mª. Luisa Ledesma, Cartas de población del Reino de Aragón en los siglos medievales. Institución Fernando el Católico, Zaragoza 1991, docs. 87 y 137
[3] Luis Rubio. Los documentos del Pilar en el siglo XII, Institución Fernando el católico. Zaragoza 1971, doc. 267
[4] Mosen Marcos Antonio Cortés de Bernabé. Archivo Parroquial Villanueva de Gállego (Tomo VII: “Cumplimientos pascuales”)
[5] Ángel Canellas López. Los cartularios de San Salvador de Zaragoza, Monumenta diplomática aragonensia, tomo III. Zaragoza 1990, Doc. 919.
[6] APUDEPA. “Sástago, Legado desconocido” Heraldo de Aragón, domingo 12 de noviembre de 2000; Suplemento Hoy domingo pag. 12.
[7] AHPZ. Sg. 220, Amillaramiento de 1850.
[8] Tomás Ximénez de Embún y Val, Descripción histórica de la Antigua Zaragoza y de sus términos municipales. Librería de Cecilio Gasca, Zaragoza 1901.
[9] Manuel José Pedraza Gracia, La producción y distribución del libro en Zaragoza 1501-21. Institución Fernando el católico, Zaragoza 1997, págs. 57-62.

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