Procesión de las panbenditeras de Escatrón
El pasado 5 de febrero, día de santa Águeda me fui a Escatrón, en la ribera baja del Ebro zaragozano para ver el paloteado y sobre todo, a las Panbenditeras. Éstas por lo general son chicas del pueblo, solteras y jovencitas que en este día se visten con el traje típico del bajo Aragón y lucen hermosos mantones de Manila que les llegan casi a los talones. Sobre la cabeza llevan una mantilla negra y sobre esta se colocan una cesta adornada con paño blanco y dentro de ella, el llamado “Pan Bendito” de ahí el nombre de “panbenditeras”. Estas chicas comienzan su procesión en casa del “mayordomo” y desde allí, lo acompañan hasta la iglesia donde el cura, en este caso el arzobispo de Zaragoza don Carlos Escribano Subías bendijo las canastillas que seguían llevando sobre la cabeza. Ordenadamente las muchachas salieron de la bonita iglesia parroquial de la localidad que está rematada con el no menos impresionante retablo procedente del vecino monasterio de Rueda. Como digo salieron del Templo y se dirigieron hacia la calle mayor para seguir encabezando la procesión, tras recorrer las calles de la localidad regresaron a la plaza y mientras se ejecutaba el paloteado, las panbenditeras entraron en la iglesia para ofrecer su ofrenda a la santa. Esta era impresionante y creo que de todas que he visto, por su valor antropológico y cultural es sin duda alguna una de las más importantes que se celebran en Aragón.
El pan bendito es un bizcocho elaborado con azúcar y anisetes, un dulce del que se consumen "unos 250 kilos durante las fiestas, se llegan a hacer unos 2.500 panes. Los vecinos pueden degustarlos el día 6 de febrero, una vez bendecidos y cuando el mayordomo se encarga de repartirlos "casa por casa" por la localidad. Esta tradición recuerda a la antigua de las “arras” que eran las tortas que se entregaban en la boda los contrayentes al cura, para ellos y para los invitados, un antecedente español de la tarta de bodas.
Mientras me movía entre medio de
las panbenditeras a veces me daba la sensación de que estaba en el sur de
Italia, en otras me desplazaba a la antigua Roma cuando a principios del mes de
febrero, las jóvenes de la ciudad solían desfilar con candelas a modo de rito
de purificación y también de aproximación a los jóvenes. En otras, aquellos
adornos sobre la cabeza me transportaban a las venus micénicas y cretenses, en
resumen un montón de sensaciones que le dan a la procesión un sentido
ancestral. Según Mª Elisa Sánchez, profesora del Instituto Antropológico de Aragón: “Las Pambenditeras
Bajoaragonesas: ¿Un residuo de religiosidad greco-romana?”. Compara la
tradición del pan bendito en los diferentes pueblos españoles y aragoneses en
los que se celebra, con las ofrendas que realizaban a los dioses en la
antigüedad clásica tanto en Grecia como en Roma. Este tributo, honrado desde
entonces hasta nuestros días, quedaría enlazado inmediatamente con otros ritos
y festividades de origen pagano que ya se realizaban en la villa,
reminiscencias de las antiguas Matronalia
romanas y de la Agathè Tyché griega,
es decir la deidad tutelar que propiciaba la fortuna en una comunidad. En
definitiva cultura mediterránea y greco-latina en estado puro.
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