Castillo en Añón del Moncayo


El castillo de Añón de Moncayo es uno de esos edificios singulares que transmite evocaciones, sentimientos, historias y leyendas. Yo lo conocí hace años por dentro, bueno conocí a una chica que vivía allí y que me invitó a comer una vez a su casa. Aquella chica se esfumó aunque el recuerdo me cautivó; el de la chica, el del castillo, el de Añón y el del Moncayo y su somontano, por este orden claro. Quizás mi interés por el patrimonio histórico se manifestó de esa manera o quizás por todo eso se manifestó, algunos se preguntarán ¿Por qué le invitaría? ¡¡Buena la hizo!! Muchas veces nos enamoramos no solo de las personas, sino de aquello que les rodea, porque su entorno también nos transmite cosas positivas, pero esto es otra historia. Me tranquiliza pensar que don Cristobal Guitart Aparicio y don Alfonso Zapater creyeran lo mismo que un servidor sobre este conjunto medieval integrado por el castillo-palacio de los comendadores de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén o del Hospital, junto con la antigua iglesia parroquial como apéndice suyo y que está dedicada a la advocación de Santa María la Mayor, aunque he leído que también está dedicada a la Asunción (conozco ya varios casos en los que se conjuga la presencia del Hospital e incluso de los templarios, con la devoción a la Asunción de la Virgen ¿será otra casualidad?).

El edificio se encuentra en la superficie de una loma por cuya ladera se extiende el caserío envuelto parcialmente por la muralla. Añón es el típico pueblo colgado de la Celtiberia. Aunque la estructura de la fortaleza se dice que data no antes del siglo XVI. Hacia 1140 se menciona el Domus Hospitalis de Anyone. No sería de extrañar que se tratara de un refugio y amparo para los transeúntes que iban o venían de Castilla y que encontraban cobijo en este lugar después de atravesar el Moncayo o su cordillera. Aparece citado durante la famosa “Guerra de los Pedros” es decir a mediados del siglo XIV, cuando el Ceremonioso ordenó reparar su estructura quizás, para hacerla más castrense. Apoya la tesis de fábrica anterior la construcción de la iglesia, que corresponde al siglo XII.


Su traza es rectangular, midiendo unos 30 por 20 metros le lado. Sobresalen cinco torres, todas prácticamente cuadradas aunque de planta desigual. Cuatro se sitúan en las esquinas y la quinta en el centro de la fachada principal, a modo de “torre del homenaje” actúa también en función de puerta con el paso en recodo, al igual que las fortificaciones islámicas (según Guitart). La exterior es semicircular adovelada y la interior hacia el patio central, apuntada. El aparejo del castillo es mampostería reforzada por sillería en las aristas, se aprecian saeteras y algunas ventanas antiguas en forma de medio punto. El patio interior está muy alterado debido a construcciones posteriores. Gran parte de la fortaleza continúa habitada como vivienda lo que, según palabras de Alfonso Zapater, constituye la mejor garantía de conservación para el edificio, aunque haya perdido parte de su antigua pátina, sobre todo por lo que respecta a los tejados que ahora son modernos y las torres aparecen desmochadas, desconozco si en Aragón existe algún otro caso similar de fortaleza integrada en la población y que conserve su estructura medieval y es que, la disposición del caserío ubicado a los pies del castillo y guardado por la muralla nos transporta a la edad media, pues nos habla de cómo debió ser la estructura de un poblado cristiano de esa época y de cómo se distribuía su urbanismo y de cómo vivía la gente en estos lugares, a mí me recuerda a lo que debió ser el poblado a las faldas de la fortaleza de Loarre, en Huesca.


La iglesia consta de una nave cubierta por bóveda de cañón, apoyada sobre arcos apuntados. Se accede al templo por una portada “al más fino arte románico” con capiteles decorados con motivos fantásticos fechados en la primera mitad del siglo XII. Según estimaciones, la obra se completaría en el siglo XIII. José Luis Zueco defiende que iglesia y castillo forman un conjunto defensivo que protege la zona más accesible de la población. Poco se sabe de su peripecia salvo que perteneció a la Orden de San Juan de Jerusalén y después pasó a la de Malta, en algún momento de su historia debió sufrir algún incendio pues se aprecian restos de humo en las paredes exteriores, seguramente durante la Guerra de Independencia y fue rehabilitado durante la Primera Guerra Carlista, hacia 1836. Tras la desamortización pasó a manos del obispado de Tarazona, creo que lo llamaban “la casa del cura” y a mediados del siglo XX lo adquirió la familia de la chica que yo conocí y me acogió en su casa, como los hospitalarios y es que la historia se repite. Lo que nunca dicen las reseñas históricas del castillo de Añón es que, lo que debió ser en su día foso, en la cara norte y a extramuros del recinto, era utilizado durante las fiestas en honor a Nuestra Señora del Rosario (otra casualidad que evidencia la presencia judía en la zona) como plaza para las vacas. José Luis Zueco en su libro sobre los castillos publica una foto pero con coso ya moderno y portátil.


He leído en Heraldo de Aragón que el conjunto se ha reconvertido en parte, en casa rural y que su gerente es ni más ni menos, que el inolvidable Curro Fatás, y es que ya digo, que tiene algo el edificio que atrae a la gente con sensibilidad. Un buen reclamo aunque de puturrú estaba mejor antes, las cosas como són:

Está muy bien que en una tierra donde es tan difícil conservar las cosas, alguien se interese por mantener, restaurar y aprovechar una estructura constructiva de estas características (ya digo que desconozco si existe otro caso en Aragón de fortaleza, que siga sirviendo como vivienda particular). Ahora solo falta que apoyen las instituciones, que deberían estar detrás de proyectos e iniciativas como ésta que, tal como da a entender Fatás, son de iniciativa totalmente particular; Añón, su castillo y las añoreras que volvieron loco a Bécquer se lo merecen.



Bibliografía:
Guitart, Cristóbal. Castillos de Zaragoza, Castillos de Iberia. Ediciones Lancia – León 1992.
Madoz, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico (Aragón: “Zaragoza”). Prologado por Carlos Forcadell, Ambito ediciones. Valladolid 1985.
Zapater, Alfonso. Aragón Pueblo a pueblo volumen 2, Ediciones Aguaviva. Zaragoza 1986.
Zueco Giménez, Luis. Castillos de Aragón, Mira editores. Zaragoza 2011.


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