El toro de Peñalba (Huesca)
La idea se le ocurrió al gasolinero de la localidad
de Peñalba (Huesca), un pequeño pueblo enclavado en un vallecico por el que
cruza la Nacional II entre Zaragoza y las tierras que están al éste, sobre todo
Tabarnia destino de muchos aragoneses. Un oasis monegrino que ha pasado a la
historia del cine porque allí se rodó la película Jamón jamón, protagonizada por Javier Bardem y Penélope Cruz hace
casi treinta años. Un día, de camino a la gasolinera el modesto empresario
local se dio cuenta de que el enorme toro de Osborne que se encuentra enclavado sobre un promontorio a la
entrada del pueblo, viniendo de Fraga, justo al lado de la gasolinera y del
restaurante que también aparece en la película, se encontraba casi abandonado e
infrautilizado, con la vida que le podría dar al pueblo.
La cosa era en apariencia sencilla y a la vez
arriesgada, pero esas eran las ideas brillantes. Tenía que conseguir “colocar
el toro de Jamón jamón sobre el
voladizo del surtidor a modo de reclamo publicitario”, no era mala idea. El
animal se encontraba sobre un montículo a un centenar de metros de la gasolinera,
ocupando un campo y aunque era visible, su acceso era difícil y a veces
dificultoso y arriesgado. Además la enorme explanada para camiones estaba vacía
y le daba un aspecto desolador a la escena. Si cambiaba el toro de su actual
emplazamiento al techo de la gasolinera, el animal se luciría mejor y su negocio
ganaría en visibilidad, lo que se traduciría en clientela. ¡Qué tiempos
aquellos! pensó, cuando por la nacional II pasaba todo el mundo, sobre todo en
verano, cuando en los años sesenta y setenta había auténticas caravanas para ir
y venir de la playa, luego vino la autopista y aquello comenzó a menguar, y eso
que aún se mantenía con los camiones. Él no se podía quejar, desde Zaragoza
hasta Fraga la carretera estaba plagada de hostales y paradores abandonados,
arruinados, llenos de pintadas y gasolineras cerradas, al menos la suya seguía
funcionando. El restaurante que estaba detrás de su establecimiento aún se
mantenía a duras penas con sus menos diarios para camioneros y transeúntes. ¡Pero
el hotel! aquel modernísimo hotel y algo más que habían construido a la entrada
del pueblo, aquello era una auténtica ruina. Lo de la película fue bueno pero
momentáneo y desde entonces alguno de tarde en tarde se acercaba a ver “el toro
de jamón jamón” y el sofá que aparece en el filme, pero poco más.
Comentó sus pretensiones al dueño del restaurante
de carretera que esta junto a la gasolinera, éste le dijo que él también lo
había pensado, pero que aquello tenía que ser muy costoso y al no estar en
primera línea de carretera, tal vez no sirviera de mucho. Estaban ambos en
estas diatribas cuando apareció en escena el alcalde y no dudaron en comentarle
la idea. Lejos de parecerle mala al Edil, éste pensó que sería una buena manera
de evitar problemas, la gente subía a ver al bicho y muchas veces terminada
rodando por la ladera y alguno terminaba con alguna contusión, por otra parte
el amo del campo estaba harto de tanta excursión que pisoteaba sus propiedades,
la verdad es que el torito bravo era en realidad un problema para el municipio,
más que un foco de atracción y por tanto la ocasión no era mala. ¿Cuántos no
pasarían por allí, para echar gasolina bajo el toro de Osborne? e incluso
atraería a turistas ¿Por qué no? Ni corto ni perezoso se propuso recuperar un
viejo plan para enlazar Peñalba con la autopista y crear de esta manera un
acceso directo para la población, ésta era una buena excusa para reclamársela a
Fomento. La noticia corrió como la pólvora por el pueblo y los dueños del
hotel, que estaba abandonado y que se encontraba detrás de la gasolinera, se
alegraron un montón, por fin volverían a reabrir el negocio, olvidado desde la
apertura de la autopista. Un establecimiento que en su día contaba con dos
piscinas, un jardín y hasta una pequeña plaza para vaquillas. Un lujoso parador,
con un sinfín de habitaciones a las cuales se podía acceder directamente desde
el garaje, la de historias que podría contar ese hotel que hoy aparecía mudo,
la cantidad de gentes de todas las clases que pasaron por allí, algunos
famosísimos en su día y hoy olvidados, otros buscando alguna oportunidad y
alguno que si se supiera lo que tramaron allí, hoy no habrían llegado tan
lejos. Y pensar que gracias a esta genial idea el parador podría resucitar mañana.
Todos estaban ilusionados en el pueblo con aquella manifestación,
por fin se había encontrado una solución genial para resucitar a la localidad
del abandono. Por fin Peñalba iba a recuperar el esplendor que tuvo hacía
cuarenta años, cuando se convirtió en un oasis de libertad para muchos, en los
estertores de la Dictadura, quizás el indulto para esta pequeña Val monegrina
estaba cerca. Pero no era fácil mover el bicho de aquel lugar, había que saber
lidiarlo bien para llevarlo a mejor suerte. Para ello se pusieron en contacto
con el ganadero (Osborne) y con el propietario de la plaza (Repsol). A éstos tampoco
no les pareció un disparate, era una forma de darle a la empresa un anagrama
que identificara a la marca con España y además sería una importante
experiencia piloto encaminada a estabular más animalitos de esos encima de las
gasolineras de la cadena, con lo cual sería un importante reclamo y propaganda
para ellos. A Osborne no le pareció mala idea, los toros estaban a punto de
recibir la puntilla y ya había muchos desechos de tienta, la ubicación de los
astados no era la ideal, frecuentemente eran objeto de ataques vandálicos, en
ocasiones violentos que los ponían en peligro de muerte. Si el torito se
encajonaba debidamente, quedaría protegido de posibles tientas clandestinas a
la luz de la Luna y si además el Ayuntamiento estaba por la labor, poniendo
toda su infraestructura para llevar a cabo el encierro, mejor que mejor.
Todos estaban de acuerdo, todos se felicitaban por
la idea e incluso todos pensaron en invitar a la Fiesta a los protagonistas de
la película de Bigas Luna en la que habría de todo; música, diversión y
esperanza, sobre todo mucha esperanza cuando de repente, di un paso atrás y
toda la ilusión se desvaneció.
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