La tía Luviges en la Voz de Aragón

Añón de Moncayo por Juan Mora Insa

El periódico “La Voz de Aragón” en su edición del 4 de agosto de 1928 y en su página 6, cuyo ejemplar reproducimos en esta entrada; hace mención a la excursión llevada a cabo por el emitente borjano don Emilio Alfaro Lapuerta a la localidad de Añón del Moncayo (en la falda norte del Moncayo aragonés). En el artículo no solo se habla de la villa, sus señoritas y las truchas que durante tantos años le han hecho famosa en la redolada, además de las oportunidades económicas del lugar. Cita el paraje de “las cuevas” y también hace mención a la famosa “tía Luviges” aunque en el artículo no se le menciona con este nombre, sino con el de “la Juanona” (lo que nos hace pensar en que o tenía dos nombres o el actual es reciente) a quien se le atribuye la invención nada más ni nada menos que del paracaídas. «Antes que los hermanos Mongolfier hicieran lo propio con el globo» es decir antes del siglo XVIII. También se cita el lugar de la caída como “peña de la baquera”. Después del salto de “80 metros” ni un rasguño sufrió la Juanona, dice el informante. «Los que estaban en el río la vieron bajar con las faldas hinchadas por el aire y tan despacio, que corrieron en busca del cura creyendo en un milagro. Pocos días después se rompía la pierna derecha al caerse de un burra». 

La historia de Luviges debió tener cierta popularidad en la época, pues unos años después y en el mismo periódico, pero en su edición del martes 5 de julio pero de 1932 y en portada, se hace eco de la “caída de una septuagenaria” en Añón de Moncayo, resultado de la cual se “fracturó una pierna” el nombre de la señora era “Clara Cacho” y fue trasladada al Hospital provincial de Zaragoza para su curación. 

Por último y como encabezamiento de la entrada, una bonita fotografía de la localidad, realizada en esa época por el fotógrafo aragonés Juan Mora Insa.


Artículo sobre Añón y la "tía Luviges" por Emilio Alfaro Lapuerta en La voz de Aragón



Otra noticia recogida en el mismo periódico pero en 1932 en el que se hace eco de otro accidente sufrido por una anciana, al estilo de la tía Luviges


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