El doble descuartizamiento del Justicia de Aragón
El pasado domingo, el profesor don Guillermo Fatás volvió a deleitarme con uno de sus atinados artículos; siempre clarificando y poniendo sentido común a las cosas nos hablaba de que la Virgen del Pilar no es “capitán general” sino que posee honores de capitán general, que no es lo mismo y nos ponía como ejemplo lo ocurrido con el Justicia de Aragón, don Juan V de Lanuza. Gracias a las letras del profesor, me enteré de que al Justicia Lanuza no solo lo decapitaron los enemigos, sino que los que se decían amigos, volvieron a descuartizarlo de nuevo doscientos años después, cuando a alguien se le ocurrió la “ideica” de llevar una parte de sus huesos al Panteón de hombres ilustres de Madrid, como si de la Villa y Corte no le hubieran venido al pobre don Juan todas sus desgracias. No entiendo esta manía de descuartizar los cuerpos, no dice la Biblia que cuando resucitemos, lo haremos en cuerpo y alma entonces ¿Por qué separar un miembro de otro? Digo esto porque, donde más se practica el descuartizamiento es con los restos de santos para hacer reliquias de tal manera que, si juntáramos los restos de la cruz de Cristo que hay repartidos por el mundo, el resultado sería que Jesús fue crucificado no menos de treinta veces.
Volviendo al tema del doble descuartizamiento del Justicia; uno en vida y el otro, doscientos años después. Al cabo de los años los restos madrileños de don Juan fueron traídos de nuevo a Zaragoza, lo que produjo dos escenas rocambolescas; la primera a la hora de abrir el cofre donde se encontraba la parte zaragozana del Justicia y la otra, al unir ambos restos en uno pero la cosa no quedó ahí. A alguien se le ocurrió que al Justicia había que rendirle honores militares ya que había que volverle a enterrar, en esta ocasión en la iglesia de Santa Isabel (vulgo san Cayetano) y que mejor que en el acto estuviera una compañía del ejército que en ocasiones como esta luce mucho y lo propio por tanto, era rendirle honores de capitán general así que, al hombre que se rebeló contra el poder central y que fue ajusticiado por orden de un capitán general, ahora se le rendían los máximos honores que recibe un militar español y es que España es así.
Salvando las distancias entre don
Juan que se jugó la vida y los Antonio
Pérez de Otegi y Puigdemont, en este país no hay nada nuevo bajo el sol.
Pero la culpa no es del Justicia y ni siquiera de Antonio Pérez, sino de los
que no quieren parecerse a Felipe II, de los que se tragan la leyenda Negra y de los que sin saber ni querer saber, solo pretenden salir en la foto.
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