Es una pena que se vayan perdiendo
los nombres populares y tradicionales de las calles o de lugares que nos son
próximos, referencias geográficas que han pasado de generación en generación y
que en muchos casos esconden una especie de arqueología topográfica y que en
los últimos años se ha ido perdiendo por culpa del progreso, de la mal llamada
cultura o muchas veces por parecer más urbanitas, algo de esto pasa con la
calle Zaragoza de Villanueva de Gállego. Para mis abuelos este lugar era
conocido por “Val de la Bigarda” y efectivamente constituye un barranco que
baja del monte y desemboca en la huerta del Gállego, delimitando el primitivo “Barrio
Alto” de la población. Siempre me ha llamado la atención el significado de esta
sonora palabra que en algunos sitios sirve para definir a una persona
extremadamente alta y enjuta. He buscado en varios lugares el significado que
podía resultar más acertado y el que más me ha gustado ha sido el que ofrece el
Diccionario etimológico de la lengua
española publicado por don Roque Barcia en Madrid hacia el año 1880 por la Tipografía
Álvarez hermanos. En su tomo primero aparece la palabra “Bigardo” y dice que se
trata de un nombre injurioso, que se solía aplicar a los frailes desenvueltos y
de vida libre. Utilizándose como adjetivo y sinónimo de vago y vicioso.
Parece ser que la palabra procede de
Begardo, un monje franciscano bastante docto y que vivió allá por el siglo XIII,
parece ser que era seguidor de doctrinas análogas a las de los gnósticos e
iluminados que defendían entre otras cosas, la impecabilidad del alma humana
cuando llega a la visión directa de Dios lo cual, él creía posible de
realizarse en esta vida. Este monje llegó a tener muchos seguidores en Alemania,
Italia y en la Provenza francesa llegando a constituir una herejía medieval. Se
caracterizaban por rechazar el voto de obediencia, “viviendo libres y desordenadamente aunque, queriendo seguir siendo
frailes franciscanos”. Muchos de estos bigardos fueron condenados a la hoguera
por la Inquisición, siendo muy perseguidos en tiempos del papa de Aviñón, Juan
XXII. Estos franciscanos eran también llamados “espirituales” o “fraticcelli”. Defendían
radicalmente un ideal de pobreza absoluta, alegando que tanto Jesús como sus
discípulos carecían de posesiones ni individuales ni comunitarios, hay quien ha
querido ver en ellos unos paleo anarquistas o incluso hippies. Este conflicto
llevó a una seria división dentro de la Orden franciscana. Por lo que Juan XXII
el 7 de octubre de 1317, por medio de la bula Quorumdam exigit ordenó que los así llamados espirituales, que
habían iniciado formas de vida eremítica, se sometieran a la obediencia de los
superiores de su comunidad, de lo contrario serían perseguidos por la
Inquisición.
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