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Trasmoz (Zaragoza) y detrás el incendio de Añón |
El Señor de Fosforera Española me dijo que se podía subir por Santa Cruz hacia Trasmoz y me encaminé hacia Tarazona, no sin antes pasar por Ablitas y comprar algo de agua. Al pasar por la ciudad del Queiles vi que el parque de bomberos estaba en plena actividad y que el edificio del Seminario también estaba abierto; pensé que allí se habían acogido a muchos de los vecinos desalojados del somontano del Moncayo. Me acordé de Paulina, la añorera de la que hablé en una entrada anterior y que con casi 95 años se ha visto obligada a abandonar su casa. Al llegar al cruce con la carretera de Zaragoza a Soria, de nuevo la Guardia Civil me redirigió hacia Castilla. Subí por Santa Cruz y dejé de lado el pantano de Val, que tanto protagonismo ha tenido estos días, giré a mano izquierda y por el valle de la Diezma me encaminé hacia Trasmoz. Allí de nuevo la Guardia Civil no me dejó ni siquiera hacer fotos pero me dijo que había gente que se subía por ahí arriba, señalándome el monte de la Diezma. En Trasmoz no estaba permitido ni siquiera el vuelo de las brujas, no fueran a interceptar el de los hidroaviones y helicópteros, que hacían virguerías por sortear los aerogeneradores, al menos las brujas les habrían dado algo de beber a los pilotos digo yo.
Pero no estaba la cosa para bromas,
subí a la Diezma y desde allí el paisaje era impresionante, el fuego en Añón ha
sido mucho más importante de lo que creía y había llegado por un lado casi
hasta Trasmoz y por otro ha debido quedar muy cerca del barranco de Morca, ya
en pleno parque del Moncayo. Desde allí arriba, el incendio me ha parecido muy
extraño, quizás producido por el efecto del fuerte viento se veían varias zonas
arrasadas en torno a Veruela y detrás de Vera, por el norte el fuego seguía
activo en la muela, cerca de El Buste. Ya anochecía cuando se veía claramente
el fuego. Bajé por donde había venido y al llegar casi al llamo de la Diezma me
di cuenta de que en un rastrojo de cereal, habían crecido unos diminutos girasoles
en estado salvaje, el efecto con el fondo de la puesta de sol me resultó
esperanzador y es que la naturaleza siempre vence. Volví a pasar por el Val y
entré en Tarazona donde la gente se veía tranquila en las terrazas, la
confianza de que lo malo ya había pasado era palpable. Algo parecido me sucedió
al pasar por Monteagudo, la localidad navarra estaba en fiestas. Me desvié de
nuevo hacia Ablitas y aun pude observar en la oscuridad de la noche la
actividad del fuego en la muela de Borja, la cosa era de todo menos
esperanzadora aunque parece que las cosas vuelven a la calma.
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