Pascual Madoz y la Torre Nueva (1)
Pascual Madoz, que conoció bien la Torre nueva en su etapa como estudiante de Derecho en la Universidad de Zaragoza, el monumento debió causarle buena impresión por la reseña que hace sobre la historia del mismo en su Diccionario Geográfico, estadístico e histórico que publicó en 1850. Se refiere a ella como “uno do de los monumentos artísticos que ennoblecen a la ciudad y llama la atención de todos los viajeros tanto nacionales como extranjeros”. Dice el navarro que se construyó en virtud de una propuesta presentada en el Capítulo o concejo de la ciudad el 22 de agosto del año 1504; siendo jurados Don Ramón Cerdán, Micer Tristán de la Porta, Don Pedro Pérez de Escamilla, Don Juan Román y Don Mateo de Soria con el objeto de que “hubiera un reloj que se oyera desde toda la población, colocado en una torre tan alta, adornada y magnifica que distinguiese a Zaragoza como cabeza y metrópoli de la corona aragonesa, de las demás villas y ciudades del Reino”. Consultados sobre el plan y sitio, todos los maestros de la ciudad tanto moros como cristianos en 31 de agosto del mismo año, se resolvió fabricarla separada de todo edificio en la plaza de San Felipe, frente a la iglesia de este nombre a unas 100 varas (83 metros) de donde estaba en ese momento el centro de la ciudad y según el plano que comprende los edificios dentro de la muralla que es el tercio de la calle que de la plaza del Carbón (actual plaza de Sas) llega hasta la del Coso, llamada la del Trenque (actual Torre nueva). A Este efecto se nombraron comisarios para la dirección de la fábrica de cuya resolución se dio cuenta al rey, que era entonces en Aragón don Fernando II llamado el Católico y al arzobispo don Alfonso de Aragón hijo del rey don Fernando que se hallaba de lugarteniente general el cual, se sirvió asistir con los jurados comisarios y ciudadanos. Aprobado por el rey el pensamiento y sitio de la fábrica, conforme el diseño presentado por los artífices, SM. En 28 de septiembre del mismo año, consignó al arzobispo como lugar teniente general, el producto de sisas para atender los gastos de la fábrica. Asistieron a delinear la torre los maestros de obras Gabriel Gombao y Juan de Sariñena, cristianos, Juce Gali hebreo. Ismael Ballabar y Maestre Momferriz moros; de los cuales el primero fue nombrado director principal de dicha fábrica. Habiéndose convenido edificar la torre según el deseo que debía tener sobre un cimiento de 56 pies (14 metros) de profundidad, una elevación de 297 (75 metros) desde el pavimento hasta la cruz. Se contrató al mismo tiempo con Maese Jaime Ferrer, vecino del a ciudad de Lérida la fundición de dos campanas; una para señalar las horas y otra para los cuartos, debiendo dar corrientes las dos por 400 florines, equivalentes de 4.600 sueldos.
Toda la obra quedó concluida en 15
meses pero habiéndose notado algunos defectos en el capitel, armazón del reloj
y deformidad en las campanas: para corregirlos y añadir varios adornos que se
consideraron precisos, continuó la obra hasta todo el año 1512. Las campanas se
habían colocado ya en 13 de noviembre de 1508, el sonido de la grande en tono
de tenor llegaba 14 puntos y el contrabajo a 11 y, como le notasen algunos
otros defectos, para su perfección se volvió a fundir de nuevo en 1510. Entrando
250 quintales de metal, que costó 1.535 libras jaquesas; su fundición 250
libras y el gasto de subirla y colocarse se ajustó en 74 libras, 12 sueldos,
incluyendo el valor de las maromas de madera que según las noticias y cuentas
halladas en el archivo de esta ciudad, se calcula que debió importar la fábrica
de toda la torre y campanas 4.668 libras jaquesas y 10 sueldos. Añadiendo Madoz
«siendo bien cierto que con esta cantidad apenas se podría hacer ahora, la obra
de su fundamento para el que fue precisa cerca de 3.000 varas cúbicas de
excavación y de las mismas de mampostería para su sólido». CONTINUARÁ
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