Pascual Madoz y la Torre Nueva (4)


Pascual Madoz
, termina su artículo sobre la Torre nueva con negros presagios, pues se hace eco de un expediente incoado por el Ayuntamiento de Zaragoza con fecha 8 de enero de 1847 a «instancias de varios vecinos de esta ciudad y habitantes en sus inmediaciones, sobre la necesidad del derribo de dicha torre por el riesgo que suponía». El 27 de diciembre de 1846, tras unos días de fuerte viento y hielos, sobrevino en la ciudad un fuerte temporal (los documentos hablan de tormenta) que produjo importantes desprendimientos de ladrillos y escombros del monumento. El duro clima zaragozano y la falta de un mantenimiento adecuado, fruto de la época se encargó de dejar bastante maltrecha la edificación. Se fue creando, entre los vecinos próximos a la torre, un franco temor ante el riesgo de que pudiera desmoronarse, derivando en peticiones de derribo.  Parece ser que la amenaza se resolvió con algún trabajo de reparación, previos dictámenes facultativos de los arquitectos de la ciudad: Joaquín Gironza y don José Yarza así como los del gobierno político (Civil) don Joaquín Jordán y don Juan Jimeno, del ingeniero jefe de caminos del distrito don Manuel de los Villares Amor y del comandante del cuerpo militar de ingenieros don Pedro Ortiz de Pinedo. Todos los cuales determinaron que el edificio no se hallaba «en inminente peligro de desplome». Parece ser que detrás de esta operación se encontraba la enajenación de la dehesa llamada “Acampo de Ganaderos” que pertenecía a la ciudad y que fue desamortizada. Con el dinero obtenido de su subasta, se pudo pagar el importe de las obras de reparación necesarias, llevándose a cabo una intervención de refuerzo en el tramo inferior de la torre, trabajando en el interior y exterior de la misma. Madoz expresaba su deseo de «ver ejecutada esta reparación de tanta gravedad e importancia, a fin de calmar la ansiedad de justos temores que afligen por de pronto a los habitantes de la inmediaciones de este monumento, recuerdo tan venerado que no quisiéramos desapareciera bajo concepto alguno. Por desgracia para don Pascual, que no llegó a ver el turricidio, la mecha se había encendido con la excusa del proceso desamortizador. La sentencia era cuestión de tiempo.

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