Fiestas de San Valero en Ruesca
Setenta años separan las dos fotografías. La
tercera joven contando por la derecha de la fotografía en blanco y negro es mi
madre y la imagen en color la hice en Ruesca (Zaragoza) el pasado 28 de enero,
víspera del día grande de las fiestas en honor a San Valero que se celebran en
esa localidad cercana a Calatayud. Las dos se hicieron durante las fiestas de
ese pueblo pero con bastantes años de diferencia y seguramente no están hechas
en el mismo lugar o sí, quien sabe.
Según leí en un artículo de Guillermo Fatás hace un
año (Heraldo de Aragón 29 de enero de
2017, pág. 29 “Tribuna”). En esta localidad zaragozana del valle del Perejiles,
el día de San Valero se celebra con una tradición muy arraigada, ya que en su
iglesia parroquial se conserva una reliquia del obispo zaragozano. La víspera los
vecinos cortan en el monte la suficiente leña como para hacer una gran hoguera,
acompañan la faena con un buen rancho que digieren con vino y que beben a
través de “tejas” una curiosa costumbre que nos transporta a las festividades báquicas
de la antigüedad (y es que, aquellos vecinos de Segeda a lo mejor no eran tan
brutos). La leña se transporta al pueblo y se deposita en la plaza mayor. El
día de San Valero y tras la ceremonia religiosa, la reliquia del santo es
sacada en procesión acompañada por los sones de una música peculiar, alegre y
pegadiza que interpreta una charanga y que los vecinos y vecinas bailan sueltos
o cogidos. “El baile es simple: media docena de pasos rápidos adelante y otros
tantos hacia atrás”, entre vivas al patrono por supuesto. “Es curioso ver al
cura, revestido dando saltitos”. La escena la preside San Valero sacado en
andas de la iglesia y rodeado por roscones. Por la tarde y tras el rezo monacal
de las completas, se enciende el gran fuego en la plaza. Los troncos colocados
sabiamente en la pira arderán toda la noche mientras, se apaga la fiesta que se
complementará con el vino del Perejiles, uno de los mejores caldos de Aragón.
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