Cesar Augusto de Puerta Cinegia
El otro día leí un artículo muy gracioso y lleno de ironía firmado por José Luis Corral en el Periódico de Aragón, en el que decía que puestos a cambiar denominaciones de ciudades, proponía cambiar el de Zaragoza porque al fin y al cabo la ciudad recibe el nombre de Octavio Cesar Augusto, el mayor imperialista y esclavista que han visto los siglos. Las ideas principales son las siguientes:
“Me extraña mucho que algún iluminado
revisionista, cualquiera de esos que andan subidos en la cresta de la enorme
ola de ignorancia que nos invade, no haya solicitado todavía que se le cambie
el nombre a la ciudad de Zaragoza. Pues, aunque evolucionado por la influencia
fonética de la lengua árabe (Caesaragusta = Saraqusta = Saracosta = Zaragoza),
lleva el nombre del emperador César Augusto”.
“Cuando se hizo con el poder, Octavio
devino en un imperialista, supremacista y esclavista (lo de machista lo tenía
más complicado, menuda era su esposa Livia), y sometió a sangre y fuego el norte
de Hispania, acabando con la independencia de los demócratas cántabros y
astures, que andaban ellos tan felices en sus montañas, con su queso de
Cabrales, su fabada, su chuleta (¡cuidado!, que sea de vaca vieja, a ser
posible madurada al menos 30 días) a la brasa, sus cachopos (el jamón siempre
ibérico y el queso de leche de vaca curado, no me lo estropeen con quesos
ligeros tipo “sabanita” y jamón dulce de sobre), sus sobaos pasiegos y su sidra
natural, además de su Semana Negra de Gijón (entonces se llamaba “Semana Arco
Iris indígena”, por eso del antirracismo) y sus cursos de verano para
estudiantes iberos y celtas en La Magdalena de Santander (bueno, esto último me
lo he inventado)”.
“Para más inri, el dictador Augusto
tiene en Zaragoza una avenida con su nombre y una estatua de bronce entre el
Mercado Central y las murallas de San Juan de los Panetes, emblema inequívoco
de la opresión de los romanos (al mercado, icono capitalista por antonomasia,
me refiero), que regaló a la ciudad, pásmense, Benito Mussolini (este sí que
era un fascista de manual, de los auténticos, genuino, y no uno de esos
paniaguados que ahora surgen por doquier tras cualquier esquina); la estatua,
casi colosal (la colosal es la del centro comercial de Plaza de España) es una
copia del Augusto de Prima Porta, una de las varias que el Duce ordenó fundir
en bronce y enviar a las colonias romanas fundadas por el primer emperador de
Roma y a las que, muy humilde él, el divinizado hijo de Dios, a Octavio me
refiero ahora, que Benito era aún más estirado, dio o añadió su nombre; solo en
la Península ibérica lo hizo con Mérida, Lugo, Braga y Astorga, además de
Zaragoza, que es la única que se llama solo como el emperador, ya que las demás
llevan alguna addenda como Emérita, Lucus, Braccara o Astúrica”.
“Por eso, debería cambiarse el
topónimo “Zaragoza” por uno más acorde con los nuevos tiempos”. Corral propone
nombres como Salduie o Salduba. La mítica Sansueña que aparece en el Quijote.
Para terminar proponiendo “sería abrir un periodo de propuestas para decidir el
nuevo nombre, y crear una comisión mixta de expertos, elegida a partes iguales
y paritaria por supuesto, por los partidos con representación en Cortes de
Aragón y en el Ayuntamiento de Zaragoza (perdón por la reminiscencia imperial
de nuevo, pero de momento este es el nombre oficial de la ciudad), que
analizara y desechara las malsonantes (por ejemplo, no valdría, “Paletonia”);
ni las ofensivas para la España vaciada (tampoco vale “Zaragón” ni
“Zaragonia”); ni las de marcado sesgo confesional (no es correcto
“Villavirgendelpilar”, ni “Medina Albaida de Muhammad” –“Ciudad Blanca de
Mahoma” en árabe-, ni “Perla de Sefarad”, que ya se la han pedido los de
Lucena, en la provincia de Córdoba”. “También se evitarán las que tengan algún
matiz que se considere supremacista y arrogante como “Villadearriba del Ebro” o
“Villamayor del río Iberus”; o machista, como pudiera ser “Torredonalfonso”,
por el rey Batallador, que la conquistó a la morisma en 1118, o
“Villasantiago”, por el apóstol Santiago el Mayor, el primo hermano de Jesús
-no me lo confundan con Santiago el Menor, hermano de madre de Jesús (este
parentesco lo dicen los Evangelios, ¡eh!, que no yo, que solo hago referir)-,
al que se le apareció la Virgen a orillas del Ebro el 2 de enero del año 40,
viniendo por los aires con un coro de ángeles desde la mismísima Jerusalén,
donde entonces residía María Santísima, para pedirle al sobrino que le erigiera
un templo en su honor”. “Y una vez acabado todo este proceso y seleccionados
por la comisión de expertos los nombres candidatos a sustituir al imperialista
“Zaragoza”, se procedería a la votación popular correspondiente”. Yo propuse
por mi parte llamarla Damasco de occidente pues de esta forma la describían
unos viajeros árabes medievales, por la semejanza que tenía Zaragoza con la
capital siria. Finalizaba diciendo “*Supongo que entienden la ironía”.
Ilustro esta entrada con algunas
fotos de la estatua de Augusto que se levanta en Porta Cinegia, Plaza de España
de Zaragoza y que es la última (y curiosa representación) de Augusto en nuestra
ciudad, una reproducción gigante de la de Prima Porta pero en cartón piedra y
que se hizo hace algunos años.
Enlace con el artículo de José Luis Corral Lafuente:
https://www.elperiodicodearagon.com/noticias/aragon/hay-cambiarle-nombre-zaragozaeuros_1426330.html
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