El brinco de la tia Luviges en Añón de Moncayo (Zaragoza)
Fotografía: Centro de Estudios Borjanos (Zaragoza) |
Una de las cosas que más me ha
sorprendido en la reciente investigación que he realizado sobre el paloteado de
Añón es “el brinco de la tía Luviges”. No se trata de una mudanza, ni tampoco
una pieza representada del Dance, se trata de una curiosa tradición añorera. A
veces los que nos dedicamos a investigar y luego publicar (si puedes o te
dejan) nos pasamos la vida contextualizando y eso me pasa a mí, un poco mucho y
es que me puse a contextualizar y casi me sale un libro sobre las costumbres y
tradiciones en Añón de Moncayo (Zaragoza), más que una obra exclusiva sobre el
dance y paloteado, pero eso es otra cosa.
La tío Luviges capturada por Youtube
Al principio no sabía muy bien cómo
se llamaba la buena señora; Eduviges, Ludiviges, al final mi añorera de
referencia (Azucena Cascán) me lo aclaró Luviges, mira que es sencillo, pero a
uno también le gusta complicarse un poco. Lo cierto, según cuenta la leyenda,
esta buena señora cayó por uno de los cortados del pueblo que bajan hacia la
Huecha, con tan buena fortuna que su amplia y pesada falda, faldón y contra
faldón, además de refajo hicieron de paracaídas, lo cual le salvo de males
mayores. Alguien que la vio en aquel trance, bajó a buscarla con un burro y la
montaron en él sana y salva, como si nada le hubiera ocurrido. Con tan mala
fortuna que al llegar a la plaza de la Villa, Luviges cayó del animal y allí se
desnucó y murió. En un primer momento, esta historia popular me pareció un
contrapunto a la leyenda recogida por Bequer sobre la “tía Casca” pero, a
diferencia de ésta, aquella está cargada de sentido del humor socarrón y
burlesco. Entre otras cosas porque sobre doña Eduviges no consta que practicara
ningún tipo de brujería o malas artes con los vecinos.
Todavía hoy se representa el vuelo de
la “Tía Eduviges” pero en lugar de terminar en defunción (tampoco se sabe cuál
fue la causa real de su muerte ni cuándo, ni porqué; aunque parece ser que sí
se trata de un suceso real) lo que se lleva a cabo tras el rescate de la
anciana, es una merienda en la plaza Mayor. El brinco se suele repetir cada mes
de junio, generalmente el segundo o el tercer sábado del mes, es decir entre el
13 y el 19. En realidad lo que se arroja por el precipicio es un muñeco que
representa a esta anciana añorera atemporal, que es lanzada mediante una sirga
hacia el vacío. Parece ser que la buena señora (ya hemos dicho que no era
ninguna bruja ni tenía nada que ver con la de Trasmoz es más, si no nos
hubieran llegado noticias de la Tía Casca por Becquer, seguramente ni se la
relacionaría) tenía por costumbre acercarse a ese lugar con el fin de tomar el
sol y al no ver muy bien o fallarle el pie, tuvo la mala suerte de caer al
vacío. Lo cierto es que el lugar por el que se despeñó Eduviges es hoy en día
un recoleto mirador sobre el valle de la Huecha que se encuentra precisamente, al
final de la “calle del Brinco” llamada así por ser el lugar donde la tradición
cuenta que la anciana voló. Una vez en el lugar se aprecia que el desnivel es
considerable, con tan buena fortuna que los ropajes amortiguaron el golpe,
seguramente con el roce de la vegetación y frenaron el efecto de la caída.
Esta historia posee detalles
curiosos, en primer lugar la fecha, finales de primavera, justo antes de la
llegada del verano meteorológico. En este sentido, recuerda un poco a los
famosos ritos pharmacos, que ya
practicaban los griegos y también los romanos cuando para despedir el año
cogían a un anciano de la localidad, lo apaleaban o lo expulsaban del pueblo o
de la ciudad con el fin erradicar lo viejo y atraer lo nuevo, en definitiva
sería un rito de renovación; en esta ocasión con la tía Luviges se tira el
invierno, lo viejo y se recibe la primavera y el verano, se arroja lo viejo y
se da la bienvenida a lo nuevo, algo muy similar a lo que se conmemora con las
hogueras de San Juan por estas mismas fechas. La fiesta de Luviges podría estar
emparentada con los carnavales sulentinos de los valles navarros y aragoneses;
en los que aparece siempre un personaje caricaturesco que los preside y que
termina siendo quemado en la hoguera, apaleado o expulsado del pueblo. En
Bielsa un muñeco llamado Cornelio preside la celebración y el último día es
juzgado y quemado en medio de una gran fiesta, lo mismo ocurre en los
carnavales de San Juan de Plan y Plan. En la localidad navarra de Lanzt, el
lunes de carnaval es capturado Mikel Otxin un malvado bandido que representa a
los malos espíritus, tras su detención es paseado por el pueblo a ritmo de
chistu y tamboril mientras que el martes de Carnaval, tras un nuevo paseo
matutino y vespertino es ejecutado y quemado en la hoguera, mientras los
vecinos del pueblo bailan el zorcico alrededor de la misma. En la cercana
ciudad navarra de Tudela, cada mañana de sábado Santo se celebra una fiesta que
ya está datada en el siglo XIV. En la céntrica plaza de Los Fueros se
escenifica de manera simbólica y grotesca, la agónica muerte del traidor Judas
Iscariote, que entregó al Maestro a sus enemigos por unas pocas monedas. El
Volatín, como también es llamado, aparece colgado en el balcón del Ayuntamiento
fumando un enorme puro que en realidad es un petardo, cuando éste es encendido
el pelele comienza a girar frenéticamente hasta que tan solo quedan de él los
jirones, mientras tanto de su interior salen caramelos y dulces que son
recogidos por los niños apostados abajo, en la plaza. En la próxima localidad
riojana de Alfaro, el día de Pascua la ciudad aparece llena de “Judas” colgados
de una cuerda y representados de las más variopintas maneras al final, estos
monigotes serán quemados, como en las Fallas.
Mural ejecutado por Da Luz en el viejo frontón de Añón en el que se representa, entre otras muchas cosas de la localidad, a la tía Luviges
Alberto Lasheras ha estudiado en los
Monegros oscenses la tradición de la “Vieja remolona” una anciana más o menos
de la edad y aspecto de Luviges, que recorre las calles de muchos pueblos de la
sierra de Alcubierre, portada por cuadrillas de niños que piden productos para
hacer una merienda. Este muñeco hace su aparición durante el tercer miércoles
de Cuaresma, es decir 14 días después del miércoles de Ceniza y el tercero de
los seis miércoles que contiene el periodo penitencial católico por excelencia
y según Lasheras, «representa el duro y frío invierno que se resiste a marchar.
Los niños por el contrario son la primavera, el renacer de la vida y la
esperanza». Asocia también a la vieja con las figuras de carnaval y estaría
relacionado con el ciclo de la primavera entre otras cosas, ya que se
representa en varios pueblos de la comarca y con diferentes fines. En Sena por
ejemplo, la vieja remolona termina en la hoguera. El hecho de que la remolona
aparezca el tercer miércoles de Cuaresma, también podría estar vinculado al
calendario lunar, ya que el número 14 también representaba en las
civilizaciones antiguas a la penitencia. En el caso de Añón primero cae Luviges
es recogida y subida en procesión a la plaza acompañada por la música, en la
plaza se celebra la fiesta. También podría tener en principio, relación con el
final del ciclo litúrgico de la Pascua, el jueves de Corpus Christi. En definitiva ritos de purificación y de
renovación, al fin y al cabo cuando la tía Luviges “brínca” por el acantilado
es a comienzos de verano, dejando atrás todo lo viejo y lo duro y frío del
invierno, pero por el contrario el personaje es recogido y devuelto al pueblo,
donde preside la fiesta y se guarda hasta otro año, es decir el respeto a los
mayores y a sus costumbres que nos han permitido que se conserven y lleguen
hasta nosotros, para los romanos el mes de mayo era el tiempo dedicado a los
mayores y junio a los jóvenes, quizás ahí también cobre su significado. Esperemos
que el año que viene Luviges vuelva a caer por el cortado añorero y nos haga
pasar una buena tarde de nuevo.
Vistas desde el Brinco |
Fuentes:
Bretos, Marga. Domingo - Cosas de
Casa: “La vieja remolona, una tradición ancestral” en Diario del Alto Aragón (Huesca) Domingo 26 de enero de 2020.
Bajén García, Luis Miguel & Mario Gros Herrero. La tradición oral en el Moncayo Aragonés, (Colección Martín Cortés: Archivo de Tradición oral, vol. 2) Diputación Provincial de Zaragoza 2003.
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