Nicolás Manzano "Manzanete"

Manzanete, con su típica camisa a cuadros, rodeado por un grupo de jóvenes que ya no le tenían miedo (Gentileza de Miguel Ángel Lafuente)

Se llamaba Nicolás Manzano o al menos eso parece, pero todo el mundo lo conocía por “Manzanete”. Era el terror de los niños, Herodes a su lado podía haber instalado una guardería. Sobre su vida se había construido una tremenda leyenda en la que por no faltar, aparecía como telón de fondo el mismísimo Millán Astray. Vivía en un humilde granero situado en las escaleras que unen las calles de Santa Catalina y Santa Teresita, de hecho a ese callejón todavía se le conoce como “las escaleras de Manzano” incluso por generaciones que no le conocieron, lo que no deja de ser interesante. Desde aquí mi humilde petición para que ese callizo tome el nombre oficial de “Escaleras de Manzano” se lo merece. Era lugar más temido por los críos villanoveses entre los años cincuenta, sesenta e incluso setenta del siglo XX. Hoy día al pasar por esa calle es inevitable sentir algo, desde luego que no es indiferencia, todavía piensa uno que va aparecer su figura por entre la puerta de la pequeña casita, transformada en peña para chavales, lo cual no deja de ser curioso. Si un niño no comía, se portaba mal o no quería ir a la escuela, entonces se amenazaba con “llamar a Manzano” si el pobre de Nicolás hubiera cobrado algo por alguno de estos servicios, se hubiera hecho millonario. Por mi parte y todavía viviendo él y siendo ya adulto, prefería dar un rodeo para ir al trabajo, en lugar de pasar por delante de su puerta que era el camino más corto. Siendo todavía un chaval, recuerdo que a mediodía solía estar en una caseta de guardabarreras, seguramente haciendo la sustitución del encargado a la hora de comer. Si coincidía que iba con mi abuelo a la huerta, yo me escondía en el remolque para que no me viera. Hoy día cualquiera de las amenazas que profería a los chicos le habrían costado más de un disgusto o incluso estarían tipificadas. 

Se contaba que fue castigado con una pena de destierro a vivir quinientos kilómetros a la redonda de su casa y que eligió Villanueva por encontrase a esa distancia de Campo de Criptana, que de esa localidad manchega era originario (en realidad hay 482 Kilómetros entre los dos pueblos). Se dice que al llegar a Villanueva un agricultor le dio trabajo, comida y techo y que cuando este murió, prometió ir cada festividad de Todos los Santos a fumarse un puro delante de su tumba como señal de agradecimiento, cosa que aseguran algunos haberle visto hacer. Se contaba que por Navidades siempre había un lujoso coche aparcado en el Puente ancho (junto a su casa) eran sus familiares que venían a visitarle. Se rumoreaba que podía haber vivido muy bien, pero no quiso saber nada de ellos y prefirió ir a su bola. Otra historia que circulaba sobre este personaje decía que había sido cocinero del mismísimo Millán Astray en sus tiempos de legionario y de quien era pariente y el general su protector. 

Pero la historia de Nicolás fue mucho más sencilla que la que tejió su propia leyenda. En el cercano barrio zaragozano de San Juan de Mozarrifar existió en tiempos de la guerra civil y primeros años de la posguerra, una prisión donde se concentraban todos los presos del frente republicano procedentes de Cataluña y el Bajo Aragón. Seguramente Manzano fue un combatiente republicano que iba detenido en uno de esos trenes destinado al campo de concentración de San  Juan, quizás al llegar a la estación de Villanueva vio la posibilidad de saltar del vagón y escapar, cosa que hizo o quizás fue de los muchos prisioneros que estuvo en las Navas, que así se llamaba el campo de concentración, por estar ubicado en la fábrica de harinas con este nombre. Había muchos de estos prisioneros que para redimir penas se dedicaban a trabajar en labores del campo y una vez finalizada ésta o en un momento dado, ante la incertidumbre de su futuro prefirió quedarse en Villanueva y no irse a otro lugar. La leyenda dice que una vez fugado del vagón se encontró con su protector; a quien le pidió ayuda, éste se la prestó y así libre se convirtió en Manzanete. Seguramente por protección se inventó una historia terrible entre otras cosas para que nadie le molestara y efectivamente, nadie le molestó o al menos eso parece, de hecho la guardia civil nunca se metía con él, al menos de manera visible. 

Nicolás Manzano fue el resto de sus días una institución local, temido pero respetado. Solía ganarse la vida acudiendo a los jornales que aparecían por el pueblo, tenía fama de buen trabajador y cumplidor. Los propios vecinos alimentaban una leyenda en la que seguramente nadie creía, pero todos contribuían porque todos sabían que era su refugio. Cuando le perdí el miedo hablé con él alguna vez, me pareció que era de un anticlerical radical tremendo, pero una gran persona, seguramente con más cultura de la que aparentaba y con más historia de la que contaba. Solo y muy mayor, el Ayuntamiento se preocupó por enviarlo a la Casa de Amparo en Zaragoza (el refugio para las personas mayores sin hogar) donde falleció hace unos veinticinco años, rodeado de monjitas que también le querían, pero le temían. Que malos ratos nos hiciste pasar Manzanete y todo, porque tu vida fue la del exilio interior.


A mano izquierda, la casa de Manzano y al fondo la calle Gómez Acebo

Las escaleras de Manzano en Villanueva de Gállego


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