María Antonia Orús Sacacia
Se cumplen ahora diez años
desde que comencé a escribir en este blog; al que en principio no sabía muy
bien como titular y que acabó llamándose “El Retabillo”. Llevaba tiempo
madurando la idea, pues poseía un archivo considerable de material histórico
que era necesario canalizar de alguna manera y ante la notoria ausencia de
apoyo exterior, había que hacer algo. En este sentido tengo que decir que las
nuevas tecnologías de la comunicación han hecho un papel importante pero como
todo, tiene su lado bueno y su lado malo. Algún día contaré como fue el
nacimiento de esta aventura o pequeña empresa, por ahora quisiera dar las gracias
a las casi 700.000 personas de todos los rincones del mundo, ha habido veces
que me he encontrado con visitas de los lugares más insospechados, que se han
acercado a sus entradas y que me ha permitido conocer una cantidad enorme de
personas y entidades; a lo largo de esta década ha habido de todo y quizás por
eso hay que celebrarlo de alguna manera. Paralelamente a esta singladura
comencé a publicar artículos en otro blog, llamado Noticias de Villanueva; hubo un momento en que aquella página dejó
de funcionar y decidí seguir por mi cuenta, hasta 69 entradas publiqué en aquel
blog que ahora rescato en esta su casa y que comienzo hoy con un recuerdo
especial lleno de emotividad y que me han solicitado en muchas ocasiones.
Una noche de verano encontré una
referencia sobre María Antonia Orús Sacacia. Se me ocurrió escribir puntualizando
esa información, más que nada porque la viví. Fue muy simple, el Ayuntamiento
quería que participara en las primeras ediciones del Concurso Pradilla y ella
prefirió regalar un cuadro suyo que se conserva en el Hall, de esta manera entré en contacto de manera puntual con la
página Noticias de Villanueva. A modo de entronque con aquella intervención,
voy a seguir hablando de Mari (que era así como se la conocía familiarmente). Nació
el 10 de marzo de 1949 en la clínica de Roncalés, en Zaragoza. Pasó sus
primeros años en la torre del Hospitalico en Villanueva, que era donde vivían
sus padres (Andrés “el tío Royo” y María, que falleció hace apenas un par de
años con casi cien). Muy joven comenzó a destacar por su afición a la pintura,
en un programa de fiestas de principios de los sesenta se anuncia una
exposición suya en la entonces Hermandad Sindical, con apenas doce o trece años,
guardo con especial cariño uno de los cuadros que expuso en esa ocasión. Tras
terminar sus estudios en la
Escuela de Bellas Artes de Zaragoza se trasladó a Barcelona,
donde obtuvo la Diplomatura
en la Escuela Superior de Artes de San Jorge.
Hacia 1970 comenzó a realizar
exposiciones en varias ciudades españolas y francesas (Barcelona, Teruel,
Morella, Burdeos, Zaragoza, Logroño, Pontevedra, Huesca, Avilés, Madrid, Segovia,
etc.) De esta etapa segoviana guardaría siempre un especial recuerdo no solo
por su actividad artística, sino por las amistades que cosechó y que le
sirvieron después a lo largo de su trayectoria. Compatibilizaba esta actividad
con un puesto de trabajo en el Hospital de Nuestra Sra. de Gracia, donde daba
clases de pintura a los enfermos. Poco a poco logró montar un enorme estudio de
pintura en su casa de la calle Ronda, allí había cuadros por todas partes y
también se vivieron algunos momentos de la transición, preparando papeletas
para el Referéndum de 1976 o decorados para las primeras “semanas culturales”
del Club Juvenil San José. De esta etapa recuerdo sus exposiciones en Zaragoza,
me gustaba ir a verla a la sala Luzán y alguna más. Recuerdo que una vez
estuvimos en Huesca, exponiendo en una sala que pertenecía a los dueños de un
restaurante muy típico en aquella época en la capital oscense “La parrilla
Gombar” allí probé por vez primera una tortilla de gambas.
Hacia 1980 su vida tomaría un
giro importante. Conocería a los propietarios de la galería Goya de Zaragoza,
que se convertirían en unos auténticos mecenas. Crearía su propia academia en
un piso de la plaza de San Miguel, justo al lado de la casa en la que había
vivido nada más ni nada menos que Francisco de Goya. Por entonces contraería
matrimonio con Julio Senent. Ingeniero de Telecomunicaciones, fue trasladado a
Menorca, allí nacerían sus dos hijos, Julio y Diana, viviendo en Villa Carlos
(Els Castells) hasta 1988. Ella sabía de mi afición a la fotografía y me pidió
que fuera un verano allí y que hiciera muchas fotos, de esas vacaciones tengo
un enorme reportaje fotográfico de la isla que conservo. En este año su marido
fue trasladado Huesca. La vida parecía encarrilársele, cuando una rápida y
fatal enfermedad se la llevó, con apenas 41 años, el 27 de marzo de 1990.
Cuando era un crío le decía que me gustaría que me hiciera un retrato, ella me
contestaba que cuando me formalizara y me supiera estar quieto, es decir que no
sabía posar. Al final empezó a pintarlo, pero desgraciadamente dejó la tarea
sin terminar, le hacía ilusión pintarme un retrato, vestido de músico y con el
Bajo, bueno yo creo que ella pensaba que tocaba el contrabajo y cuando me vio
con semejante pedazo de tuba se desilusionó, pero con todo siguió adelante con
lo prometido.
Sería difícil cuantificar su
obra. En cuanto a la calidad de la misma, toda tiene algo en común. Engancha a
quien la mira, su pintura sugiere vida incluso más allá de lo que el propio ojo
puede ver y a la vez, una tremenda serenidad y quietud. A mi me ha impresionado
siempre como capta la luz, da igual un paisaje mesetario, montañés,
mediterráneo y sobre todo en su etapa menorquina. Maria Antonia Orús aprovecha
cada rincón del lienzo para expresar algo que da sentido al conjunto, sus
cuadros son como un puzle lleno de pequeños detalles igual de importantes,
consiguiendo que el espectador explore toda la obra. Ella misma lo escribió en
1979: “Soy de la opinión de que al pintor se le debe conocer en toda su
expresividad, donde las simples notas de color pueden valer tanto o más que un
cuadro de profundidad expresiva”. Para finalizar quisiera añadir una faceta
desconocida de ella. Era también una excelente ceramista. Le gustaba trabajar
con la arcilla, decorándola con diferentes acabados, utilizando técnicas
novedosas y logrando efectos muy curiosos, en definitiva toda una artista y una
excelente persona que nos dejó demasiado pronto.
Dónde estuvo fue el Manicomio de Zaragoza y dejó dos murales preciosos que intente que fueran a Villanueva y supongo que seguirán en el almacén
ResponderEliminarEs cierto, trabajó durante siete años en el taller del hospital psiquiátrico Nuestra Sra. del Pilar dando clases a los enfermos y apoyándoles en la terapia. De esta época se guardan varios cuadros que ella hacía sobre lo que hoy es el parque de Delicias, yo pensé durante un tiempo que ese parque bien podría llevar su nombre, sería un bonito homenaje.
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